Hizo “dietas mágicas”, subió y bajó de peso sin control, hasta que una drástica decisión cambió su destino

 

 





 

Una desgracia la hizo subir de peso, apostó a dietas mágicas y se enfermó: la vida de una joven que cambió de hábitos y de destino

Por Infobae

Subió de peso por una desgracia, se enfermó haciendo “dietas mágicas” y una drástica decisión la llevó a cambiar su destino

“Deje de hacer dietas. Ayune”. Parece un chiste de esos que se escribían en las agendas de los ‘90, pero es un aviso real que el algoritmo repite en mi Instagram. No importa cuántos mensajes sobre body positive ocupan el resto de los contenidos, el bombardeo de promociones y publicidades sobre cómo tener el cuerpo perfecto en pocos meses, con infografías y test de diagnóstico en el momento –para no perder un minuto– abruma a la mayoría de las mujeres desde la cercanía de un accesorio tan asimilado a nuestros cuerpos –defectuosos– como la pantalla del teléfono.

Victoria Rellihan vio muchos de esos avisos aunque al principio no pareciera la presa típica de los vendedores de soluciones mágicas. Siempre fue atlética, siempre comió más o menos balanceado; llena todos casilleros de la belleza hegemónica. O los llenaba hasta 2015, cuando una serie de tragedias personales –la muerte repentina de una tía a la que quería como a su mejor amiga; la enfermedad de su madre; la separación del novio con el que convivía y hasta un inesperado cambio de trabajo– hicieron el combo perfecto para que, como repite ella ahora ante Infobae, “el cuerpo hablara”.

 

 

En 2016 comenzó a aumentar de peso de una manera descontrolada, como no le había ocurrido nunca antes. Trataba de ordenarse y de sumarle horas al gimnasio, pero no sólo no pasaba nada, seguía aumentando. “Así terminé con diecisiete kilos de más, en medio de meses de miles de estudios médicos para ver qué era lo que me pasaba, hasta que mi endocrinóloga se dio cuenta de que tenía un desbalance hormonal enorme, que tenía que ver con la hormona de crecimiento. Y la realidad es que no había una medicación o algo para ajustarlo, la única solución era empezar a cambiar mis hábitos”, cuenta Vicky.

Antes de conocer al médico que le “enseñó a comer”, Victoria pasó por lo que pasamos la mayoría en esos casos: una lista de dietas infalibles que le recomendaban sus amigas y conocidos, incluyendo la famosa de los “polvitos”, que la terminó de desajustar en todos los niveles. “En mi desesperación, hice una dieta proteica que no me permitía comer ni frutas. Apenas sumaba algunas verduras, comiendo poquísimo. Y claro, si bien era efectivo en cuanto a pérdida de peso, después te trae otros problemas: a mí me dejó de venir la menstruación, se me empezaron a alterar otros valores, me subió la urea… Entonces, ¿a qué costo tenía que estar flaca, cuando el objetivo principal –aunque me costó entenderlo– era la salud?”.

 

 

“Hasta que por suerte conocí un médico que lo que tenía que hacer era cambiar realmente mi alimentación. Yo creía que sabía comer sano, pero me di cuenta de que no era así. Fui eliminando los procesados, corté con el azúcar, no como fritos. Fueron un montón de cosas aparentemente chiquitas, que me fueron ayudando a encontrar mi equilibrio. Nunca dejé de hacer deporte. A mí me encanta, y cuando empecé a cambiar de a poquito mi alimentación también me di cuenta de que me sentía mejor, con más energía”, dice.

Para ella ni siquiera era algo estético: “De pronto empecé a dormir mejor, a sentirme más fuerte. Fue como un círculo súper motivador. Porque a la vez, al confiar un poco más en mí, al haber visto que si cambiaba mis hábitos y hacía todo relativamente bien podía mantenerlo en el tiempo, entendí que había encontrado una forma más saludable de relacionarme conmigo”. Lo que entendió, dice, es que vivir tratando de buscar un balance en los extremos era inútil. Que podía disfrutar de un cumpleaños o salir y tomar un rico vino, sin ayunos violentos ni culposos. Parece fácil. Pero es lo que se lleva la mitad de los pensamientos de muchísimas mujeres de todas las edades.

 

 

Casi como algo natural, se puso a buscar sustitutos ricos y sanos que rompieran con el prejuicio de que lo saludable es feo. Mitad hobby y mitad motivación, se puso a cocinar y a subir lo que hacía a Instagram. “Tengo un muy amigo con muchos seguidores y un día le llevé para que probara las cosas que estaba cocinando. Las probo, le encantaron, me arribó, y yo que tenía muy poquitos followers, de repente veo que me empiezan a seguir un montón de personas. Y ahí dije, ‘¿ahora qué hago?’, porque yo no tenía una marca lista para lanzar ni mucho menos… Así que me quedé toda la noche sacando costos de cada producto, poniendo precios y empezando a responderle de a poco a la gente que me mandaba mensajes con pedidos”.

Fue sólo el principio: la pandemia hizo el resto y hoy Fit & Sweet se convirtió en una propuesta concreta con una plataforma de más de 20 mil seguidores que, además de comprar los alfajores, tortas y postres con opciones sin azúcar ni harinas refinadas, sin gluten, keto y bajas en calorías, siguen también la historia de Vicky con su cuerpo. Un cuerpo bello al que dejó de castigar y que ahora muestra en fotos con el antes y el después. Parece un cliché, pero es cierto: el cambio más radical está en la sonrisa de la hoy emprendedora de 34 años que acaba de desembarcar con sus productos en Miami.

 

 

“Mi empresa es un reflejo de mi historia y de la experiencia más dura que me tocó atravesar. Por eso disfruto mucho de poder transmitir buenos hábitos y que hay opciones igual de ricas que las que solemos consumir, pero mucho más sanas”, dice. También que sumó una frase de cabecera: “Healthy is the new chic” (“Ser saludable es el nuevo chic”), que es sobre todo decir que “se puede ser saludable con onda, y se puede ser feliz”.

“Me di cuenta de que contar mi historia podía ayudar a otras personas, que sin pasar por situaciones extremas, lidian con estos temas todos los días y viven frustrándose. Y me empezó a salir compartirlo con mis seguidores y clientes. Hoy vivimos hasta los 90 años y el cuerpo es como el transporte que te va a llevar hasta el final. Cuidarlo es invertir en salud, en calidad de vida. De nuevo, no es un tema estético, yo no vendo eso porque no fue tampoco mi realidad: este es un tema integral, darle a nuestro cuerpo lo que necesita, que es como una medicina a través de hábitos”.

 

 

En Miami hizo base gracias al sistema de ghost kitchens, que son como coworkings de cocina: espacios donde distintos emprendedores comparten ollas y sartenes para abaratar costos. Licenciada en Marketing, decidió replicar el modelo de negocios que tiene en la Argentina, “construir la marca desde cero y paso a paso, de a poquito, vendiendo online, ese sueño de emprendedora siempre estuvo presente en mí y también pude desarrollarlo gracias a esto que me pasó”.

Y dice que uno de los momentos más felices de este camino, breve pero de un giro total, fue hace muy poco, cuando aprovechó el festejo de su cumpleaños para lanzar la marca en los Estados Unidos: “Yo estaba ahí y estaba tomando champagne y estaba presentando todo esto que tiene que ver con el estilo de vida en el que creo, y me parece que eso era una buena síntesis, porque para mí eso está bien. Está bien incorporar que la vida sana tampoco tiene que ser un lugar aburrido: yo elijo todos los días cuidar mi cuerpo, pero sé que eso ya no tiene que ver con privarme de los buenos momentos”.