Abraham Sequeda: Hacer en Venezuela y la paradoja de Stockdale

Abraham Sequeda: Hacer en Venezuela y la paradoja de Stockdale

Tuvo que llegar a Venezuela una de las situaciones más devastadoras que le ha tocado enfrentar como sociedad, tal vez desde las guerras civiles que fueron amainando a finales del siglo XIX. Un entramado de tragedias en múltiples aspectos del escenario político, de la economía, salud pública, educación, infraestructura, seguridad de la nación, energética; llegándose a producir daños irreparables en las familias y sobre el individuo, hasta perder la propia vida.

Estas crueles, inhumanas, profundas condiciones intensas y a largo plazo; es decir, un infierno en la tierra, es lo que activa la progresión de esta paradoja. Entonces, pensar que se va a salir de una situación y ser optimistas para el mismo fin, no son equivalentes en términos de resultados para dejar atrás esta perturbadora realidad.

Las condiciones crueles a las que ha sido sometida la población, son el resultado de actividades deliberadas, que muestran flujos de dinero para negociar con favores en perjuicio del país, riquezas formadas por el soborno e influencias, y no por el resultado del estudio, el trabajo, la productividad y el orden; la ley hurgada y violentada a conveniencia, la corrupción que juega hasta con la salud, y una característica muy marcada por medio de la cual, el cumplimiento de la norma para ejercer los roles o profesiones es casi inmolarse.





En Venezuela pasamos por experiencias muy parecidas a las que generaron la paradoja de Stockdale, solo que las causas y causantes de estos escenarios, siguen presentes y pretenden seguir dirigiendo o más bien, dominando al país. Las alternativas para las personas son variadas pero no promisorias, en un entorno cuyas características describen a una sociedad con signos de decadencia.

El empeño diario para alcanzar las metas de un cambio de paradigmas quizás no sea suficiente, pero es una condición necesaria para hacerlo; el optimismo exagerado pese a la realidad es contraproducente, por una razón que surge de la misma cotidianidad y consiste en esperar que todos los inconvenientes del entorno desaparezcan como producto de las emociones y la reactividad.

La situación que nos rodea en cualquier ámbito de nuestro desempeño diario, debe ser evaluada constantemente y la intención que se tiene de transformar algo debe ser acompañada por una acción. Es el optimismo de creer que se puede, una motivación que concentra la propia esencia de que, genuinamente haces algo porque es lo correcto y se tiene evidencia de ello y una acción planificada, es lo que irá mejorando ese entorno.

Hacer las cosas bien no es una imagen, una pantalla, una burda negociación entre intereses desconocidos; es que las buenas personas, preparadas en una materia determinada, muestren la aproximación para desear tener una sociedad donde la calidad y la excelencia no sean un acto sino un hábito