León Sarcos: ¡Adiós a las esposas!

León Sarcos: ¡Adiós a las esposas!

No es que el matrimonio se va terminar por disposición de las iglesias y con ello las esposas van a desaparecer para siempre como por arte de magia o que, por efecto de un decreto monárquico, se tenga que suprimir la alianza de sangre entre dos, ahora que estamos saliendo de los últimos vestigios de la decadente nobleza europea, de un poder simbólico que continúa extinguiéndose con mucha pompa con el fallecimiento de una de las últimas sobrevivientes de los dinosaurios reales. Ni tampoco que por mandato de los gobiernos se vayan a eliminar por atentatorias a la dignidad las otras, las que aprietan las muñecas de todo aquel que infringe la ley. 

¡No!, es que todos los vínculos y las relaciones entre los seres humanos están transformándose aceleradamente, se van a modificar y van seguir cambiando, quiéranlo o no los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad planetaria. Vienen cruces, alianzas e intercambios inéditos que sorprenderán a los más temerarios e irreverentes. Negociaciones del más puro interés hedónico, crematístico y exhibicionista entre los seres humanos. El destape de la vida privada como espectáculo…

Las relaciones entre personas serán todas más obligadas por ley que fruto de costumbres, de prácticas religiosas o puramente amorosas o eróticas. Esas nuevas modalidades de relaciones para convivir en pareja los seres humanos serán la única forma de reorientar y reorganizar las relaciones amorosas y con ello garantizar la supervivencia organizada y la reproducción segura de la raza humana.





Tres categorías de seres humanos —ojo, hombres y mujeres, no quiero que mis impresiones sean blanco de los machos ni de las feministas ni los de las otras ligas— serán consideradas en el escenario mundial: en primer lugar, los emancipados; en segundo lugar, los deportistas, y en tercer lugar, los aprendices. Esas tres categorías, como todo en el reino del Señor, se van a desplazar, a cruzar, a entrecruzar, a envolver y a revolver y en ocasiones a complementarse en proyectos ad hoc o empresas Offshore.

Por supuesto, contenidas esas tres en mayoritarias tendencias estadísticas, los sociólogos y los especialistas de género podrán desagregar cada una de esas grandes categorías para crear nuevas ramas o vertientes de cada una; dejo esa parte a los académicos, que de seguro tendrán argumentos epistemológicos más solidos que los míos, puramente pragmáticos, sensitivos y probados a través de mi pobre observación y puro y primitivo instinto.

Los emancipados: son hombres y mujeres con un grado de preparación profesional e intelectual superior al promedio, con funciones de liderazgo en todos los sectores públicos y privados e íntimos. Han probado su solvencia ética y moral y han experimentado intensamente en relaciones de toda naturaleza, por lo que son personas que saben lo que quieren y adónde van. Están seguros de que lo que no quieren son esposas o esposos convencionales que te acompañarán hasta que la muerte los separe.

El emancipado es el ser humano, hombre o mujer, que luego de una convivencia inteligente, intensa, erótica, amorosa y vivencial, llega a la conclusión de que puede compartir con otro ser humano, cualquiera sea la naturaleza de la relación, solo después de probar que funciona en un plazo moderado de por lo menos dos años, y que es posible entonces establecer un acuerdo mediante un contrato debidamente suscrito por las partes, donde todo sea voluntario, que protocolice una relación que será vivida en sitios diferentes o en cuartos separados en el mismo techo, de acuerdo al convenio de ley.

Las condiciones de ese contrato serán lo mas abiertas posibles, flexibles, espontáneas, y deberán haber sido superados los celos, el sentido de propiedad, las obligaciones y los compromisos que no sean exactamente consensuados. Es decir, se habrá consolidado el modelo humano de la inteligencia artificial, en el que las emociones y el llanto habrán sido extirpados del sistema nervioso central.

Los hijos serán programados con precisión, según mutuo acuerdo, previa realización de incontables exámenes físicos y genéticos, en un proceso totalmente supervisado, de tal forma de garantizar la nueva criatura en condiciones excepcionales para venir al mundo. La crianza será compartida en acuerdos establecidos por escrito y será severamente penalizado el incumplimiento por parte de cualquiera de los dos emancipados.

Los deportistas. Este es el grupo más complejo, el de los sectores medios, profesionales, técnicos, maestros, profesores y empleados de múltiples ocupaciones donde el ego está más encendido, la capacidad de logro es más exacerbada y la competencia más dura y desleal. Todos buscan, como en los deportes, romper un récord. Manejan códigos de logros de la hípica, del beisbol o el atletismo. 

Llegar de primero en el mejor tiempo, batear más hits, dobles o home runs, robar más bases, poner nuevas marcas en saltos y velocidad. Conquistar más reconocimientos eróticos, velocidad de posesión, trofeos de muslos, nalgas, pechos, orificios, erecciones y marcas de tiempos, duración, extensión y prolongación del éxtasis. Cuantos orgasmos provoqué. Cuantos trofeos guardo en lencería, mensajes de textos, cartas y declaraciones de amor e imágenes y filmaciones eróticas en pleno desarrollo. El cine porno artesanal hecho en casa.

A esta categoría pertenecen los que los algoritmos en las redes agrupan como del Tipo Las Vegas, para los que cualquier relación es posible si de humanos se trata. Son los innovadores en relaciones entre parejas y más; para ellos deberá ser legitimado por ley el matrimonio a tres, o Ménage à Trois, como lo llaman los franceses, y todos los cruces posibles e inimaginables hoy entre la comunidad LGBT. Todos bajo vigilancia permanente de la Policía Intima (PI), que se encarga de que se cumplan rigurosamente los controles sanitarios periódicos de salud.

Este es también el grupo hoy en día menos propenso a contraer matrimonio y establecer compromisos formales, especialmente con la revolución digital, que les permite a todos ellos, empoderados de una vanidad artificial, mostrar más rivalidad que nunca antes entre hombres y mujeres en los espacios sociales para mantenerse y exhibirse independiente, y evitar asociaciones y acuerdos que amarren obligaciones no deseadas, es decir, realmente todas.

Los aprendices. Ahí yace la mayoría de la población mundial. Hay muchas opciones, solo que ahora, creyéndose empoderada por la revolución digital, la gente puede pasearse por múltiples opciones más allá de las tradicionales, que son el camino de la educación —el único seguro—, el del trabajo temprano compartido con las clases, o los caminos verdes, que son los de moda y de amplio espectro, porque acortan el sufrimiento y favorecen los golpes de suerte. 

Hay varias rutas que acortan el camino; la de preñez prematura, intentando que alguien que trabaja se haga cargo de ellas, en el caso de las mujeres. La del trabajo como mujeres de la vida, declaradas desde la adolescencia o encubiertas desde la universidad. O bien en ilícitos, como vendedores de drogas al detal, mulas para llevarlas de un país a otro, traficantes emprendedores de todo tipo de ilícitos financieros, o aspirantes a enrolarse en una de las bandas criminales, movimientos subversivos y mercenarios pagados para combatir en el mundo. 

Hoy las aprendices pueden hacer de vientres alquilados para emancipados y deportistas, que ya no soportan los malos ratos del embarazo, las deformaciones que sufre el cuerpo y los cuidados a los que obliga a someterse la preñez. Pero también pueden las aprendices y los aprendices dedicarse al cuidado de personas mayores solitarias, fungiendo de damas y caballeros de compañía de las que necesitan de atenciones y consuelo, no solo médicos sino también eróticos.

Entre los aprendices está la abrumadora mayoría, el caldo de cultivo para desatar con más fuerza todo el proceso de crisis civilizatoria que vive la humanidad, y que tendrá un largo curso, su desarrollo y su detente, cuando los seres humanos terminen de convencerse individualmente de que humanizar al capitalismo pasa por mirar a nuestro interior y descubrir el enorme potencial para crear, crecer y generar el bien y la bondad que cada uno lleva por dentro.

Es una verdad de perogrullo que la base del desarrollo de toda nación está en la calidad de su educación y esa sin duda depende de la calidad de sus líderes. Nunca ha habido solución a las desigualdades y la pobreza en el corto plazo; lo que sí hay y siempre ha habido son líderes que alimentan la esperanza y las condiciones materiales de las personas para que un día se incorporen al mercado de los que no necesitan pedir para comer, porque hubo un líder que les dio valores, ética y coraje para que consiguieran el bienestar y la seguridad por su propio esfuerzo, con el sudor de su frente.

En toda esa crisis que ya vivimos importarán muy poco el medio institucional con el que se afiance la pareja de cualquier naturaleza y se logre una convivencia temporal feliz, solo que tener una esposa ya no será un fin con obligaciones que domésticamente pertenecen a la era de las cavernas. Serán más compañías espontáneas, amorosas y fraternas —como las de los mejores amigos los viernes—, con las que se comparten las cargas en una carrera de postas que hacemos juntos para elevar y purificar el alma. Serán distintas a la asociación que nos provocan las argollas de acero, que de solo verlas nos recuerdan miedos infantiles, o las de oro en uno de los dedos, cuya satisfacción es tan deliciosamente fugaz como el primer beso.

Leon Sarcos, septiembre 2022