Biden, obligado a sentarse en la última fila del velorio de Isabel II por llegar con “la Bestia”

El presidente Joe Biden, a la derecha, toma asiento junto a su mujer a su llegada a la Abadía de Westminster FOTO: DOMINIC LIPINSKI AP

 

El presidente estadounidense, Joe Biden, fue uno de los pocos líderes internacionales a los que se le ha permitido acceder a la Abadía de Westminster con su vehículo privado, en su caso, con la Bestia, en vez de con el autobús puesto a disposición de los mandatarios extranjeros. La excepción, sin embargo, ha tenido un coste. Biden se ha visto obligado a seguir la ceremonia desde la fila 14.

Por larazon.es





Los funcionarios del Ministerio del Exterior que han preparado desde los últimos diez días este funeral de Estado de Isabel II sin precedentes han tratado de resolver el rompecabezas diplomático de los asientos y que la disposición de unos y otros no provocase ningún roce diplomático. Tenían que cuidar muy bien los egos. En el caso de Biden cuentan que no es un dirigente especialmente arrogante y por lo tanto no le habrá molestado ver el funeral desde la distancia.

Emmanuel Macron, sin embargo, sí tenía que ocupar una posición preferencial para no entrar en “histeria”. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, llegó con el autobús a pesar de ser uno de los países más importantes de la Commonwealth. “Muchas conversaciones geniales pueden surgir en un autobús”, dijo sin acritud a la llegada la abadía. Para él era una oportunidad poder sentarse al lado del presidente de EE UU, su gran vecino del sur.

Biden se sentó detrás del presidente polaco, Andrzej Duda y frente al primer ministro de la República Checa, Petr Fiala. La primera dama estadounidense Jill Biden se puso a la izquierda de su esposo junto al presidente de Suiza, Ignazio Cassis mientras el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol se puso al otro lado del pasillo.

Las casas reales estaban colocadas respetando los años en el trono y la edad. La monarca con más años de servicio en Europa, la reina Margarita de Dinamarca, encabezó la sección de líderes internacionales, justo enfrente del rey Carlos III, con el ataúd la reina Isabel II e el medio. Llamó la atención que el rey Abdalá II de Jordania y su esposa, la reina Rania, se sentaron dos filas por delante delante de la realeza del Golfo que fueron sin mujeres. Faltó también el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salman. La versión oficial dice que el príncipe no acude a ceremonias religiosas que no sean musulmanas. La extraoficial es que todavía tiene miedo a verse repudiado por haber sido acusado de ordenar el asesinato del periodista Jamal Khassoghi. En este tipo de encuentros los líderes internacionales se mueven con gran habilidad para acercarse a aquellos mandatarios con los que quieren ser vistos y esquivar a los que consideran tóxicos.

En los bancos delanteros estaban el rey y la reina de Bután, quienes llegaron con el Emperador y la Emperatriz de Japón a bordo de un autobús real desde el Royal Chelsea Hospital. El rey Felipe y la reina Letizia de España también llegaron en autobús para cumplir con el protocolo del Palacio Buckingham.

El rey Felipe de Bélgica y Carlos XVI Gustavo, rey de Suecia, llegaron a Chelsea en un vehículo Volvo antes de cambiarse a autocares para hacer el tramo final a la Abadía de Westminster. El presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, llegó en un BMW negro con matrícula GER 1, mientras que el primer ministro de Australia, Anthony Albanese, eligió con mucho tacto un Jaguar. El presidente de Italia, Sergio Mattarella llegó con un Maserati con matrícula ITA 1.

Un momento incómodo de la antes de la ceremonia fue la llegada de los ex primeros ministros británicos que tuvieron que esperar juntos antes de ser colocados en sus respectivos asientos. La incomodidad era patente. El ex “premier” John Mayor ha acusado en más de una ocasión de “pirómano” a Boris Johnson por su apuesta por el Brexit o su voluntad de romper con el Protocolo de Irlanda del Norte después de haberlo firmado. Theresa May no se levantó a aplaudir en su despedida de los Comunes.

De los tiempos excepcionales de la política británica con un cambio de primer ministro y de jefe de Estado en tres días quedó registrado el hecho de que presentadores de la televisión australiana no supieron reconocer a la nueva inquilina del Número 10, Liz Truss.