Nelson Chitty La Roche: Es con ustedes y no con otros

“Porque la ley es el lazo que une a la sociedad y el derecho que ofrece la ley es el mismo para todos, no hay derecho en una sociedad en la que los ciudadanos no son iguales». Cicerón, La República  

El país lo sabía o lo intuía, lo infería, lo sentía; muchos indicios lo presagiaban, pero su indignación, su dolor, su vergüenza, no por ello es menor.

El tercer informe de la Comisión de Naciones Unidas que investiga la presunta violación de derechos humanos en Venezuela, victimando civiles y disidentes, entre ellos militares, advirtiendo torturas, vejaciones, violencia sexual, no solo confirma los anteriores en todas sus partes, sino que señala que el alto gobierno tiene responsabilidad en la autoría de los susodichos crímenes.





Ya no es la mera presunción, es convicción. Una estructura de poder se ha venido evidenciando desde los tiempos del difunto y de la masacre del 11 de abril de 2002. Un aparato con ramificaciones profundas se ha enraizado en las organizaciones policiales y militares con el manido y manchado argumento de la seguridad de Estado que se lo permite todo; incluso asesinar, desaparecer, aplicar martirios, tormentos, dolor físico, corriente en los genitales, violaciones, desfiguración, con la más absoluta impunidad que se explica, ahora queda más claro, porque andan cumpliendo órdenes de los mandos de la satrapía. Ni el nazismo lo hubiera hecho peor.

Hace 20 años denunciamos ante el TSJ el crimen de Estado perpetrado contra aquellos manifestantes del ya citado 11 de abril de 2002, por los círculos bolivarianos y los esbirros de Puente Llaguno, sumados agentes policiales y militares. Como era de esperarse y a pesar de las pruebas presentadas, los magistrados ni siquiera entraron a conocer el caso. Los denunciantes, nosotros, amenazados, fue el resultado de aquel acto ciudadano en demanda de justicia.

Dos decenas de muertos y centenares de heridos y desde allí, se cuentan muchos más y especialmente dirigentes gremiales y sindicales del oriente del país que trajo ese lamentable evento; pero los reos de la justicia los cambió Chávez a capricho para convertir a víctimas en victimarios y viceversa. Ominosa la conducta del para la época presidente de la república, imperdonable a mi juicio.

Empero, para mejor comprender aspectos de este asunto, iniciaré con una cita doctrinaria: “En la literatura especializada se observa frecuentemente el empleo del término ‘autor detrás del autor’ para hacer referencia a la ‘autoría mediata por dominio de organización’. Sin embargo, bajo esta figura se comprende una problemática mucho más amplia, de mayor trascendencia y que abarca variadas constelaciones de casos. El problema dogmático radica en la pregunta de si es posible admitir una autoría mediata de quien para la comisión del delito se sirve de otro que también actúa puniblemente como autor; es decir, cuya conducta es típica antijurídica”. (Pariona, Raúl. El autor detrás del autor, Biblioteca Nacional del Perú N° 2009-07625 ISBN: 978-9972-42-893-7, Lima 2009)

Se inculpa a los subordinados que realizan el hecho. El caso Adolf Eichmann muestra un lado de la trama, pero, distinto a lo que queremos resaltar. El autómata del mal, el burócrata, el verdugo eunuco no es a quién apuntamos sino a aquel que o da la orden o provoca al autor material, condicionándolo.

Se fragua una cultura, una perspectiva, una valoración del disidente u opositor, una tipología discriminatoria y destructiva del que ha devenido en enemigo. En numerosos casos actuará el actor material sin que sea necesario que lo instruyan, el sabe ya lo que debe hacer y hasta dónde llegar.

Un ejemplo podría haber sido la ejecución extrajudicial del oficial de la armada Rafael Acosta Arévalo o acaso aquella de Oscar Pérez, aunque de este último se ha especulado mucho sobre quién o quiénes fueron consultados antes de proceder a su ejecución, ya rendidos él y sus compañeros y entiendo que dos civiles y además un niño.

Otras líneas de la doctrina arriba citada, dentro de numerosas y variadas fuentes consultadas, pero, en obsequio a su claridad y a su origen peruano, vale decir, latinoamericano, elucidan más el caso in comento: “En lo fundamental, la figura del ‘autor detrás del autor’ afirma la posibilidad dogmática de sancionar como autor (mediato) al hombre de atrás, pese a que el ejecutor inmediato es plenamente responsable por sí mismo como autor. La figura es una materialización de la estructura dogmática de una ‘autoría mediata’ detrás de una ‘autoría inmediata’. Dentro de las constelaciones de casos que presentan esta estructura, destacan en la literatura y en la jurisprudencia los siguientes: la autoría mediata de quien se vale para su fin criminal de un ejecutor inmediato que actúa bajo error de prohibición vencible; la autoría mediata mediante engaño sobre la identidad de la víctima; la autoría mediata mediante engaño sobre la medida del injusto; la autoría mediata mediante ejecutor con capacidad de culpabilidad reducida y la autoría mediata por dominio de organización”. (Obra citada previamente)

Hay además una autoría moral que se percibe en la medida que se amoraliza la dinámica en la actuación de los martillos y el yunque. Me explico de seguidas.

La organización, y me refiero a cualquiera de ellas, tiene una jerarquía y una base de sustentación normativa, que se edifica, entre otras instrumentaciones, con el control sobre su entidad conceptual y luego operativa.

Ello resultará de la orientación en lo estratégico que se da la corporación y de la difusión que de sus propósitos se haga, pero; especialmente, de la dirección, del discurso, de la aprobación que desde esas directrices se haga patente, en la evaluación y en el natural seguimiento que se realiza.

El alma del alabardero, del enajenado, del verdugo, es proclive a seguir o imaginar o asumir o interpretar que, su conducta es cónsona con el deseo o la conveniencia del líder o del aparato.

Agradar y atreverse a cualquier desfachatez releva menos de una escogencia ética, de un ejercicio de consciencia, de un acto de discernimiento y libertad que de una lisonja o, de un guiño cómplice de un superior.

Por eso, saben que si caen, si son imputados o juzgados, el jefe los asistirá. Igual ha pasado en la mafia siciliana, en el Haití de los Duvalier, o con los demonios de ese satán Fidel Castro.

Hay que exorcizar a este oficialismo de «legigus solutus» con el agua bendita de nuestro compromiso de justicia, más tarde o más temprano.