Ucranianos desplazados preocupados por parientes en zonas anexionadas

Grupos de ucranianos desplazados en un centro de Leópolis. EFE/Rostyslav Averchuk

 

Grupos de ucranianos desplazados de los territorios ocupados por Rusia están preocupados por el destino de los familiares que aún permanecen en las áreas anexadas, aunque siguen convencidos de la victoria de Ucrania, según dijeron al ser consultados por Efe.

“Estoy conmocionado por la anexión ilegal, pero creo que Mariupol volverá a ser libre”, dijo Andriy, quien se mudó a Leópolis desde Mariupol antes de que comenzara la invasión rusa de Ucrania.





Junto con su esposa, Aliona, también de Mariupol, estuvo entre los miembros de una gran reunión de desplazados internos ucranianos en Lviv.

Aquí presentaron su cultura, cocina y la historia de sus regiones y encuentran apoyo de las personas que también han perdido sus hogares por la ocupación rusa en Jerson, Zaporinya, Donetsk, Lugansk, Jarkóv y Crimea.

Aliona está preocupada por sus padres, que no pueden abandonar la ciudad en gran parte destruida, ya que tienen que cuidar a su abuela anciana.

“Los invasores tratan mal a los habitantes. Mi mamá se siente ajena ahí, está deprimida y llora todo el tiempo”, dijo a Efe.

“Este solía ser nuestro lugar favorito”, otra mujer procedente de Mariupol, Ira, muestra mientras muestra la imagen del teatro local que fue destruido por el impacto directo de una bomba de la aviación rusa en marzo, probablemente con centenares de muertos.

“Siempre estuvo lleno de gente feliz y ahora se ha convertido en una fuente de dolor inmenso donde los rusos intentan montar nuevas obras como si nada”, aseguró

Ella sostiene que la decisión de Vladimir Putin de anexar cuatro regiones ucranianas en realidad no cambia nada para ella.

“Mariupol es Ucrania”, corea junto con varios otros empleados del centro local que busca apoyar a los residentes desplazados.

Olesia Milovanova, directora del Museo Etnográfico de Lugansk, tampoco parece sorprendida por la anexión.

“Casi no es noticia, estaba claro que Rusia quería hacer eso”, explicó a Efe mientras un nutrido grupo de visitantes probaba la sandía cultivada en la región parcialmente ocupada de Lugansk.

Olesia dice que la gente está tratando de salir del área anexa pero algunos no pueden hacerlo.

“Algunos tienen miedo de irse porque los soldados rusos tomarían sus casas vacías”, explicó.

Olesia dice que acaba de enterarse de que pusieron a su amiga en el “sótano”, una prisión improvisada, mientras le quitaban el auto.

Junto con sus empleados, Olesia se vio obligada a abandonar Lugansk después de que estallara la guerra en 2014. En primavera, tuvo que huir de Starobilsk cuando el resto de la región fue invadida por las fuerzas invasoras. Sin embargo, espera volver a Lugansk.

“Probablemente la próxima primavera estaremos en casa”, aseguró prediciendo que después de la reconquista de Limán es probable que el ejército ucraniano se adentre más en su región de origen.

Grygoriy, que se sienta cerca, también se llama a sí mismo una especie de “refugiado”. “Dejé Rusia en 2014 después de la anexión de Crimea”, dice en perfecto ucraniano.

Muchos de sus amigos de la región anexada de Jerson están ahora conmocionados. “Es tan doloroso cuando te das cuenta de cuántas vidas han sido destrozadas por esta decisión”, dijo.

Grygoriy condena la política rusa desde 2014, pero sostiene que las protestas masivas son casi imposibles en la sociedad “totalitaria” de Rusia. Sin embargo, no puede entender por qué tantos rusos han aceptado la propaganda estatal descarada.

“El gobierno ruso dijo que los habitantes de Crimea querían estar con Rusia. Pero mira, ¿estas personas que tuvieron que huir después de la anexión no son de Crimea?”, se pregunta.

Amet Bekir, un tártaro de Crimea que tuvo que abandonar su trabajo como guía en el Palacio de Bakhchisaray en 2014, ahora tiene la esperanza de poder regresar a su hogar, donde está enterrado su padre.

“Mantén la calma y cree en las Fuerzas Armadas de Ucrania”, insta a los otros. “La luz vencerá a las tinieblas”, agrega.

EFE