“Me aventuré a ser “sugar daddy”, me enamoré, pero no fui correspondido”

“Me aventuré a ser “sugar daddy”, me enamoré, pero no fui correspondido”

Mensaje Directo FOTO: iStock

Regresó #MensajeDirecto, un formato con el que EL TIEMPO busca darle un espacio a sus lectores para contar aquellas historias de amor o vivencias personales que se consideran poco comunes. Aunque usted no lo crea, alguien se identificará con su relato. No olvide que, en medio de las diferencias, todos reímos y sufrimos en el mismo idioma. Conozca esta nueva historia.

Por eltiempo.com

Todo comenzó en septiembre de 2021, cuando un amigo que residía en otra ciudad me comentó que estaba saliendo con una ‘pelada’ que había conocido en una aplicación de Sugar Daddies, Sugar Babies y esas cosas. Me pareció curioso, así que me prestó la cuenta para conocer un poco más del tema. Recuerdo que me dijo: “Te presto la contraseña para que te des un ‘caldo de ojo’. Además, como es por ubicación geográfica, quizás conozcas mujeres interesantes en Bogotá”.





También me dio algunas pautas para interactuar en la app: debía acordar un valor por encuentro y salir a tomar algo previamente. Además, fue muy recalcitrante con un tema en específico: que no regalara nada fijo, como un carro o un plan de celular, sin tener un acuerdo pactado.

‘En ese momento supe que había encontrado a la pareja perfecta, por lo menos en lo que a sexualidad se refiere’. Foto: Istock

 

Apenas entré a la plataforma me salió una joven hermosa de 24 años. Era estudiante universitaria, tenía un look alternativo, cabello rapado al cero y muy alta, lo cual me encantó porque jamás había salido con una chica de su estatura.

Empezamos a chatear durante varios días, con lo cual fuimos aclarando un poco más las expectativas de ambos y qué relación queríamos llevar el uno con el otro. Así llegamos a un acuerdo previo de conocernos en el que establecimos las reglas y el monto que yo pagaría por sus servicios, el cual estaba sujeto a que cuando nos viéramos existiese una ‘química especial’ entre ambos.

Las reglas eran sencillas: era imperativo que las relaciones sexuales fueran con protección, no habría prácticas sadomasoquistas -ningún tipo de maltrato- o cosas por el estilo y tendríamos horarios coordinados para los encuentros. El monto variaba de 150.000 a 200.000 pesos por encuentro, más los regalos: ropa, celular, viajes, la mensualidad del gimnasio y más. Todo eso, a cambio de compañía, amistad y sexo; como si eso se pudiera comprar.

Finalmente, nos vimos en un café, charlamos un rato y finiquitamos detalles. Luego, nos montamos en mi carro, donde nos besamos por primera vez, y partimos hacia un motel, donde se consumó todo. No fue una relación sexual placentera, fue espectacular. Desde mi juventud he salido con muchas mujeres, pero nunca había sentido algo igual. En ese momento supe que había encontrado a la pareja perfecta, por lo menos en lo que a sexualidad se refiere.

Comenzamos a encontrarnos esporádicamente. Yo creo que fueron, por lo menos, sesenta veces en un año. Viajamos juntos, dormimos juntos, nos contábamos lo que sucedía en nuestras vidas y debo aceptar que lo que en un principio fue química se convirtió en amor verdadero, por lo menos para mí.

Comencé a preocuparme por ella, por su bienestar, y pensé que era recíproco; a pesar de que se perdía o se alejaba, para luego volver a mí como si nada. Así fue hasta que me contó que, a dos meses de estar saliendo conmigo, había tenido relaciones sexuales con su jefe. En represalia, o venganza, yo hice lo mismo y se lo conté. No reaccionó como esperaba. No se puso celosa, solo propuso que lleváramos un acuerdo de exclusividad sexual o que, por lo menos, nos contáramos si nos acostábamos con alguien más. Desde ahí, comencé a hacerle seguimiento en redes sociales; estaba celoso, pero me lo guardaba para mí porque quería seguir viviendo el momento con ella.

Hubo un punto en el que dejamos de utilizar condón y pensó que estaba embarazada, ya que tuvo un retraso en su periodo. Estaba tremendamente preocupada, pero yo no lo estaba, me había hecho la vasectomía. No entendí su nerviosismo hasta que descubrí que estaba saliendo con otros hombres.

‘Estaba celoso, pero me lo guardaba para mí porque quería seguir viviendo el momento con ella’. Foto: iStock

 

‘La gota que derramó el vaso…’

Al confrontarla, lo negó incontables veces hasta que le presenté algunas pruebas que yo había recopilado. Acorralada, lo aceptó y aseguró que siempre mantenía relaciones sexuales con condón, pero no le creí. Me hice varias pruebas para descartar que hubiese adquirido alguna enfermedad de transmisión sexual. Menos mal, todo salió negativo.

La gota que derramó el vaso fue cuando me confesó que había tenido un sueño en el que nos encontrábamos en su casa y eso le había generado mucha ansiedad, porque yo no era presentable ante sus padres. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que no podríamos ser una pareja ante sus ojos ni ante los de su entorno. Eso me dolió en el corazón, ahí fue cuando murió todo, la bloqueé de redes sociales y no he vuelto a saber de ella.

Requiero de mucha fuerza de voluntad para no buscarla’. Foto: iStock

 

Han pasado 20 días desde que terminamos lo que teníamos y tengo que aceptar que la pienso a diario. Requiero de mucha fuerza de voluntad para no buscarla, pero sé que tomé la mejor decisión al cortar en seco esa relación. Igual, tengo la esperanza de que quizás reaccione y logre discernir si me amó o no.

Mi lección: saber diferenciar entre una transacción monetaria y el amor verdadero, que no es algo que se pueda comprar. Y, claramente, no volveré a ser el Sugar Daddy de nadie.

¿Tiene una historia de amor curiosa o poco común? Nos interesa conocerla y publicarla en #MensajeDirecto. Escríbala y envíela a los correos [email protected] [email protected] y lo contactaremos. Debe tener un mínimo de extensión de dos hojas y un máximo de cuatro hojas.