Abraham Sequeda: Negociación perder-perder y los intereses nacionales

Abraham Sequeda: Negociación perder-perder y los intereses nacionales

Ya comienzan a hacerse evidentes algunas intenciones, al menos secundarias, de lo que en forma general se llaman intereses de gobiernos. Particularmente el gobierno venezolano (así llamado), en los últimos meses ha adquirido un comportamiento que describe una estructura política en proceso de rectificación y hasta de arrepentimiento, bandeándose en una especie de metamorfosis.

Con seguridad este proceso es una fachada como consecuencia de la presión y seguimiento de la Corte Penal Internacional y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y también, por qué no decirlo, de una elección presidencial en 2024 la cual, si se establece con una propuesta programática clara y viable por parte de una organización ciudadana, se estaría sentenciando el final de la actual estructura política en el poder.

Las negociaciones abundan a todo nivel y hasta la propia palabra ha degenerado su sentido; lo cierto es que, amparados en un supuesto retorno a la “normalidad” del país, todo entra y todo cabe en una negociación. Lo más odioso y antiético es que a cambio de contratos, pagos y liberación de responsabilidades, se puede justificar cualquier cosa.





Las cabezas (mentes) visibles de las negociaciones; las cuales se presentan y se creen como de grandes estrategas, no recogieron ni en una pequeña medida los intereses legítimos y necesidades reales de los ciudadanos de sus países y tal vez, con todo lo anterior, decir que se trató de una negociación ganar-ganar para sus pueblos, pero no fue así porque todos perdieron.

En el caso de Venezuela, se acentuó desde el poder, que los vicios, el comercio ilegal y otros delitos, así también sus autores materiales, son absueltos por intereses particulares que en nada guardan relación con intereses genuinos y necesidades de sus ciudadanos. Mientras esto ocurre, el meta-mensaje es que cualquier negocio por inmoral que sea, está amparado por las cúpulas políticas.

Aquí es donde la sociedad venezolana debe detenerse y pensar como uno solo, para tomar la vía correcta. No hay mucho tiempo ni existen varias alternativas. Lo que debe crearse es constitucionalidad, una estructura política ética, alta institucionalidad, oportunidades para la industrialización, independencia de poderes y no fusionados al ejecutivo, contraloría y rendición de cuentas de la administración sin intervención ni tráfico de influencias y políticas públicas vinculadas desde su iniciativa y desarrollo al bienestar del ciudadano.

Nada fácil se presenta el futuro para los venezolanos, pero debemos soñar y hacerlo en grande, por eso se empieza.