Abraham Sequeda: Claves para la democracia, el liberalismo político y los valores humanos

Abraham Sequeda: Claves para la democracia, el liberalismo político y los valores humanos

No es que existan diferentes tipos de Democracia, y aunque elegir una opción de gobierno es característico de una Democracia, esta elección representa solo una forma de llevar adelante un mecanismo de gobierno del Estado.

La sustancia del sistema democrático, exige que el pueblo (comúnmente llamado así porque engloba la totalidad de los seres humanos aptos para tomar decisiones a través de una elección en un país) se encuentre en un entorno de condiciones necesarias de derechos humanos, desarrollo, paz y seguridad.

Para un excelente resultado del sistema, la persona debe ser independiente de cualquier presión, chantaje o vulneración de sus derechos civiles, pero también del goce de la ciudadanía sobre las libertades económicas, sociales, culturales y ambientales; es decir, una condición natural de su libre albedrío, para tomar una decisión bastante apegada a sus necesidades reales, sentidas, y hasta sentimentales y espirituales.





Cuando estas condiciones de fondo existen, es que la Democracia asume su máxima capacidad de generar felicidad: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Sin caer exageradamente en el uso de situaciones históricas, la frase anterior tuvo su origen casi cuatro siglos atrás, para describir lo que se llamó el “despotismo ilustrado”, en donde ya se podía manipular y utilizar “al pueblo” para fines particulares del jerarca.

Este “poder del pueblo” en Venezuela se estableció por dos fuertes razones: la incapacidad, el miedo o la ignorancia en las propuestas políticas y (como consecuencia de esto) la disposición de una “buena” utilidad de los gigantescos recursos económicos que comenzaron a llegar por la explotación y solo por la explotación del petróleo.

Así llegamos a la constitución nacional actual, que guardó distancia de las anteriores en muchos aspectos menos en la forma peculiar de darle poder al pueblo; es decir, la distribución de la riqueza establecida en el artículo 299, en adición de un cúmulo de derechos, los cuales deben ser asegurados por un Estado rico, omnipotente, que incluso puede diseñarle la vida a las personas, transformándose en un Estado que tiene todo el poder y no “el pueblo”.

Las estafas políticas y de programas de gobierno, han sobrevivido por la malintencionada utilización de una mezcla de petróleo-pueblo-riqueza-democracia. Con excepciones, nunca hubo una intención de que ese pueblo que elije básicamente su futuro como sociedad en Venezuela, haya sido en su mayoría ciudadanos con autonomía económica, con pleno ejercicio de sus deberes y derechos, independientes desde lo individual, organizacional o empresarial de grupos del propio estamento gobernante y en general, con todo un entorno de libertades, tranquilidad y seguridad.

El concepto de seguridad no se refiere únicamente a la seguridad jurídica o personal, establece y asegura las libertades no de la mayoría, sino de todos. La forma de equilibrar a las personas, es esencialmente en el plano del acceso a las oportunidades de estudio (académico), desarrollo económico, cultural, deportivo, empresarial, productivo, entre otros; razón por la cual, las personas naturales como jurídicas, deben respetar, cumplir y hacer cumplir las leyes y normas en cada materia del quehacer nacional.

Entre los controles sobre la población y la distribución de riquezas, ni con todo el petróleo del mundo Venezuela podrá salir del atraso y el subdesarrollo; la única opción para el país es una propuesta programática que otorgue a los ciudadanos venezolanos todas las libertades posibles y enmarcadas en los valores humanos fundamentales, por supuesto con el respeto al derecho que brinda el liberalismo político y una cuota excepcional de responsabilidad.