Luis Eduardo Martínez: Disuasión, negociación o capitulación

A principios del siglo XVIII, el militar pruso Carl von Clausewitz aseveró que “la política no es sino la continuación de la guerra por otros medios”. Clausewitz es probablemente el historiador y pensador moderno más referenciado en los estudios de la guerra y las ciencias políticas y el padre de las teorías del realismo en las relaciones internacionales. Para finales de la Segunda Guerra Mundial, el realismo quedó expuesto como una teoría de relaciones internacionales insuficiente. El realismo no permite el fin de la guerra entre naciones y presupone un escenario internacional en donde el ánimo de dominación y conquista siempre sería el más determinante en la toma de decisiones de los estadistas.

Sin embargo, con el auge de la era nuclear y por supuesto las teorías liberales de relaciones internacionales, un nuevo concepto permitió imaginarnos un fin de las guerras entre grandes potencias: la disuasión nuclear. El concepto psicológico permitió un período de paz relativa a nivel mundial, por más de 70 años.

No obstante, el apaciguamiento constante a las afrontas autoritarias de Rusia sobre el sistema internacional nos revirtieron a un orden mundial, donde la guerra entre grandes potencias no solo es posible, sino que es ya una realidad. La guerra en Ucrania podrá ser el escenario de las batallas convencionales, pero la realidad del nuevo contexto de conflicto internacional es que Rusia está atacando a Europa y sus aliados a través de elementos de guerra híbrida. Es también una realidad que las ambiciones del Kremlin son de conquista y expansión, justificadas en una lectura de la historia influenciada enormemente por el pensamiento de Clausewitz.





Las discusiones de supuesto alto nivel en materia internacional prevén un solo fin al conflicto armado en Ucrania: una negociación entre las partes. Esta manera de entender los conflictos es el pilar central de la administración norteamericana de Joe Biden, quien en septiembre de 2021 anunció al mundo el inicio de una “era de diplomacia implacable”. La tergiversación del ideal liberal por parte de la administración de Joe Biden plantea, que, a través de la diplomacia, se puede llegar a un fin de los conflictos. Las declaraciones de Joe Biden ante las Naciones Unidas en septiembre de 2021 fueron un bálsamo para los cobardes y aquellos buscando aferrarse al poder. La nueva teoría de relaciones internacionales que promulga el actual liderazgo de Washington y del cual hacen eco las instituciones del orden mundial dejan el mal sabor y la duda: ¿Disuasión, negociación o capitulación?

Disuasión

La disuasión es una adaptación del realismo al orden mundial liberal. Si el liberalismo plantea la necesidad de un estado de derecho, es decir, normas claras, y plantea que el consenso produce mayores riquezas que el disenso y el conflicto, entonces la disuasión es una mera herramienta psicológica para establecer un marco de común entendimiento de las posibles acciones a tomar por los distintos actores. En otras palabras, la disuasión es una simple advertencia: si tú me atacas aquí, yo te ataco acá. O, en el caso de la disuasión nuclear: si una nación utiliza armas nucleares contra EE.UU., por ejemplo, la retaliación significará la destrucción nuclear total del enemigo.

La disuasión solo funciona como herramienta psicológica cuando logra controlar el comportamiento de los actores en el escenario internacional. La disuasión deja de existir una vez la amenaza se convierte en beligerancia. Rusia, por ejemplo, fue advertida en 2008 de las posibles consecuencias si Putin decidía escalar el incidente armado en la frontera con Georgia. La amenaza no fue suficiente para evitar la invasión rusa del sur de Osetia. Similarmente, en 2014 durante la primera invasión rusa de Ucrania. Inclusive en 2015 el gobierno estadounidense de Barack Obama famosamente trazó una supuesta línea roja con Rusia y Siria sobre el uso de armas químicas. Desde la famosa advertencia del presidente demócrata, el régimen sirio utilizó más de 50 veces armas químicas contra su población, y sin mayor repercusión.

Si hay algo que pueda haber en común, a nivel teórico, entre el liberalismo y el realismo, es que sí existe una línea roja inclusive para el liberalismo, en cuanto al uso de la violencia (y no el consenso) como herramienta de resolución de conflictos. Esa línea roja en común entre el realismo y el liberalismo son los derechos naturales del hombre. Sin embargo, según la práctica de los supuestos defensores del liberalismo global hoy, los derechos naturales del hombre son secundarios a las necesidades económicas/electorales de sus poblaciones. O en palabras más sencillas, mantener el poder es más importante que defender los derechos universales y naturales del hombre.

Negociación

El resultado de la tergiversación de los ideales liberales por líderes corruptos ha resultado en un sin fin de negociaciones entre actores, que no avanzan para nada la resolución de los conflictos reales, pero si mantienen el statu quo de aquellos sentados a la mesa.

Por ejemplo, el Gobierno de EE.UU. ya avanzó por canales extraoficiales su deseo de que Kiev y el Kremlin negocien un fin al conflicto. Un fin que no vería la salida de Putin del poder ni restauraría la infraestructura de Ucrania ni compensaría a los millones de civiles ahora sin hogar ni país al que regresar.

Otro ejemplo, el Gobierno de EE.UU. ya concedió permisos de explotación petrolera a sus compañías en Venezuela, sin ningún alivio real para los venezolanos, sino un salvavidas para el régimen de Maduro.

Otro más, Irán se mantiene en curso a construir sus propias armas nucleares y EE.UU. insiste en un acuerdo nuclear.

China no ha retirado sus explicitas intenciones de anexar Taiwán, al igual que doblegó a Hong Kong sin ninguna repercusión. Sin embargo, Biden estuvo contento por reunirse con el líder y declarar que Taiwán no está bajo una amenaza inminente.

La lista de “negociaciones” sigue creciendo, así como los conflictos a nivel mundial. Lo único que no cambia son quienes nos gobiernan. La misma clase política reciclada de un orden mundial que, tergiversado por la avaricia, dejó de funcionar.

Capitulación

El orden mundial liberal fracasó, por la hipocresía de los líderes que lo promovieron. La disuasión no funcionó, porque las advertencias no se cumplieron. El estado de derecho internacional implícito en las herramientas y comunicaciones disuasorias colapsó, por la falta de coraje de ejecutar lo preestablecido y defender los derechos naturales del hombre.

Negociar con dictadores y terroristas es sucumbir a la amenaza de violencia del enemigo. Negociar con terroristas es rendir los principios que son cimientos de nuestras sociedades democráticas ante la amenaza de una lesión por parte de otro actor. Negociar por debajo de la línea roja de los derechos naturales de todo ser humano es una capitulación de la dignidad y una reversión perversa a un estado natural.