Alfredo Maldonado: Juego no de uno contra otro, sino de uno con uno

Alfredo Maldonado: Juego no de uno contra otro, sino de uno con uno

Imagínese un campo de fútbol, mucha grama, medidas FIFA como en Qatar 90 metros por 110. Once jugadores, digamos que con franela roja, juegan torpemente pero con entusiasmo unos contra otros, evolucionan, corren, chocan, chutan, uno con bigote grande y enorme tórax, es el portero. Si a usted le parece bien, lo llamaremos “campo rojo”.

Imagínese, al mismo tiempo, otro campo de fútbol, algo menos de grama pero las mismas medidas 90 x 110. Otros once jugadores, digamos que con franela azul, juegan con entusiasmo unos contra otros, evolucionan, corren, chutan y uno flaquito, de cara simpática pero esmirriadito, es el delantero central, que, cuando avanza contra el arco rojo, ningún azul lo sigue, es algo así como el Llanero Solitario pero sin indio. Si a usted le parece bien, lo llamaremos “campo azul”.

Llevan tiempo en eso, jugando, corriendo de un lado al otro, ellos mismos decretan en cada caso el fuera de juego a sus propios jugadores. Lo peor es cuando, a veces, se pitan penalties contra sus propios arcos.





Hay tres árbitros, como en cualquier juego, siempre pitando a todo pulmón y levantando o escondiendo banderitas. Permanentemente pito en boca, el principal es estadounidense y muy flexible y amplio en sus decisiones, incluso diríamos que paciente, los auxiliares que sólo pueden correr por los laterales son un noruego y otro de nacionalidad desconocida, aparte de que aparentemente a éste lo cambian a cada rato.

El público en las grandes tribunas de más de doscientos metros unconcentración los mensajes en sus celulares, hablan entre sí Polar en mano angustias y chismes mutuos, comentan sobre Putin y la apertura algún día de la frontera con Colombia, del covid 19 de un familiar o del vecino, algunos más poderosos de las nuevas películas y series Netflix y de que no se atreven a volar a Miami por el frío de estos días, un exótico comenta sobre amigos en Madrid, otro más exótico habla de familiares en Londres, un tercero con ropa más desgastada comenta sobre las expectativas de amigos y familiares con Gustavo Petro en Bogotá.

El público no mira a los dos campos, hablan entre sí, leen (sólo uno en cada tribuna), consultan sus celulares, otros hablan y escuchan por los suyos, ven los relojes para percatarse de cuánto falta para que ambos juegos acaben.

Afuera, en un gran cartel sobre las entradas principales, dice: “Venezuela 0-0, suma y sigue”. Un kiosquito frente a las entradas tiene una foto del Papa, es atendido por un jesuita y una monja fea, y tiene un cartelito que dice “Feliz Navidad”.