Abraham Sequeda; El poder anticuado y decadente

Abraham Sequeda; El poder anticuado y decadente

Las imágenes que se presentan diariamente e inundan a todo medio de difusión de información, revela con más nitidez que la estructura que controla el poder político-económico posee y utiliza dos grandes herramientas: la violencia y la propaganda.

En realidad no son fortalezas, sin duda son debilidades superiores. Estas debilidades crecen y se van haciendo más evidentes en la medida que fluyen desde los grupos favorecidos en extremo con el control de los recursos económicos de la nación, pasando luego por la fachada de estructura política y sus intereses, hasta desembocar en la propia cotidianidad del ser humano, en este caso de la población venezolana.

Las personas naturales como las jurídicas, son susceptibles a la violencia y la propaganda, y el daño es profundo, es atroz; apreciándose por lo tanto que todos somos objeto de sus efectos. Estas herramientas se han usado en tal magnitud que lograron sensibilizar a unos y desensibilizar a otros, hasta el punto de que su utilización se delega a los peores agentes de las organizaciones políticas, grupos de empresas (estatales y no estatales) y una proporción, cada vez menor, claro, de una muchedumbre.





Las organizaciones políticas, grupos económicos y la muchedumbre, programados en poner en práctica la violencia y la propaganda, responden a lo único para lo que el sistema ha servido y es buscar la sobrevivencia a toda costa, produciéndose las escenas que se observan a diario en esta etapa de Venezuela, que pudiéramos resumir en una nueva normalidad. Una nueva normalidad cuyo análisis dejaremos para otra oportunidad, para centrarnos en lo que aparentemente es, pero no es.

Es menester aclarar que la referencia sobre grupos económicos no engloba a los empresarios decentes, la referencia es a una estructura económica montada sobre las decisiones de lo peor de Estado-gobierno que ha ejercido en Venezuela, sin remordimiento alguno. En cuanto a la muchedumbre, la cual está en todos los niveles, cuyas decisiones son totalmente irracionales, van en contra de los principios de libertad ciudadana y valores humanos, pero se imponen con la violencia y se promocionan como un gran logro.
A estas alturas, en vista de la anquilosada incompetencia y gusto por los placeres del dinero, nada negociada por cierto en los grupos de poder y control, los ciudadanos venezolanos debemos mirar a modos de vida verosímiles, donde solamente la libertad amplia, total, sin condiciones y con alta estima por el cumplimiento de las leyes y normas, generen el ecosistema para edificar una República con el brillo de la Democracia.