La trágica historia de la niña con la que se acostaba Perón

La trágica historia de la niña con la que se acostaba Perón

Ella tenía 14 años; él, 58. Ella era hija de una portera y un empleado de fábrica; él presidente de la República Argentina. Se conocieron en la residencia presidencial, a donde iba ella junto con otras jovencitas a entretener al presidente.

Por abc.es





Cuando él le habló por primera vez, ella quedó fascinada y cayó presa de una atracción adolescente. «¿Cómo te llamas?», preguntó a la muchacha el general Juan Domingo Perón. La chica se quedó muda ante aquel hombre «alto, con botas y briches blancos (‘pantalones de montar’)» que le pareció «más varonil que en las fotografías». Desde ese preciso instante, Nélida Haydeé Rivas, Nelly, se propuso un plan: «No separarme nunca más de este hombre».

La relación perturbó la vida a Nelly y a sus padres para siempre. Para Juan Domingo Perón, sin embargo, pudo ser solo un juvenil consuelo tras haber quedado viudo de Eva Duarte.

Perón y Nelly compartieron dormitorio en la residencia presidencial durante un año y medio. Del palacio y de aquella tóxica relación salió finalmente a bombazos, durante el levantamiento contra Perón de 1955. El general partió al exilio; la muchacha fue encerrada en un asilo para menores delincuentes; y sus padres fueron encarcelados, acusados de cómplices de un delito de estupro. Según la RAE: coito con persona mayor de 12 años y menor de 18, prevaliéndose de superioridad, originada por cualquier relación o situación.

Aquella historia que incendiaría la prensa de la época sería rescatada mucho después por Juan Ovidio Zavala. El abogado que representó a Nelly y a sus padres, en un kafkiano proceso judicial que se prolongó durante diez años, reconstruyó su historia en Amor y violencia, un libro que publicaría Planeta Argentina.
Nelly sintió un potente flechazo por el presidente. Y se propuso vencer en la batalla que las jovencitas de la Unión de Estudiantes Secundarios, un club deportivo reclutado para visitar y distraer al general Perón, libraban por ganar su atención. «Muchas fuimos abobadas por él», relata Nelly a su abogado. El general «alimentaba nuestro romanticismo y nuestras agitaciones corporales», añade.

Las muchachas circulaban en ciclomotor por los jardines del palacio, almorzaban con el presidente y aprovechaban para hacerle peticiones. Cuando a Nelly le tocó sentarse a su lado, le solicitó una vivienda social para sus padres. La consiguió. Otro día se las ingenió para verlo a solas en el jardín. A la semana siguiente, un coche oficial pasó a buscar a la muchacha a la humilde portería de sus padres en el pueblecito de Chacabuco.

Perón la recibió en su despacho acompañado por uno de sus ministros. Luego le encomendaron el cuidado de los perros del general: Monito y Tinolita. Y el 15 de enero de 1954, como los perros estaban enfermos, el mayordomo le dijo: «Quédate a cuidarlos».

«No me sacaron nunca más. Una de las habitaciones que nadie usaba y que había sido dormitorio de Evita terminó siendo donde me acomodaron», cuenta Nelly. Abandonó los estudios. Pasó de vivir en una casa de un dormitorio a habitar en un suntuoso palacio cubierto de alfombras persas.

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