Luis Barragán: Aspiradora de los dólares menores

Luis Barragán: Aspiradora de los dólares menores

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Desenchufada, o por nunca jamás enchufada, la mayor parte de la población únicamente accede al dólar de baja denominación, complementando sus limitadas incursiones digitales. Al faltar la moneda nacional de curso legal de prohibitivo ahorro, luce inevitable transarse en divisas por la modesta prestación de servicios e intercambio de bienes que contrasta con el manejo de los grandes caudales que requiere fundamentalmente de cuentas bancarias extranjeras y de todos los artilugios financieros en la gestión legítima o ilegítima de capitales.

Frecuentadas menos por el euro, para las cifras menudas el comercio formal e informal ha desarrollado una extraordinaria destreza de absorción, como no lo logran las cuentas nacionales de la banca. Sostenida la demanda de alimentos al detal, a la cebolla y al par de tomates aún más encarecidos en los mercados municipales, se une el blíster de unas pastillas de marca dudosa, todavía no vendidas por unidad, colocando sucesivamente en muchas manos el billete sometido una y otra vez a la prueba de un artefacto, seguramente originado en el pago hecho al reparador de la nevera, al médico consultado, o al funcionario público que agiliza un trámite apenas inventado.

Aumentan inmisericordemente los precios, ganando la ilusión óptica de una devaluación del dólar frente a sí mismo, haciendo imposible guardar el preciado papel moneda: lo que es peor, pagamos con él a proveedores que entusiastamente lo reciben, pero muy difícilmente nos dan el vuelto en la sencilla denominación. Moneda muy forzada a circular, porque lógicamente no emitimos la divisa, es absorbida para su masiva y rentable recolocación que nada tiene que ver con el humilde usuario o consumidor, por muy buen cliente que fuere.





Asimismo, el plomero o el litigante relativamente exitosos, lucen como los colocadores por excelencia de las divisas menores: recurrente en los grandes supermercados, tardan en darnos el vuelto y, con el pretexto de la insuficiencia o indisponibilidad de los dólares, por nimia que sean las cantidades, desean solamente dar el cambio en bolívares. Las llamadas camionetas-por-puestos incurren en el descaro de seguir la tasa que se les antoje, por debajo de la del Banco Central, dando por vuelto un billete viejo y arrugado de dólar, y muchos bolívares, además, mal encaradamente.

Entonces, no sabemos a qué atenernos, integrando esas grandes mayorías que tienen en el bolsillo dólares de menor cuantía para el subsidio de la actividad y rentabilidad financiera de quienes sistemáticamente los aspiran. La poca remesa que llegó en divisas constantes y sonantes, ingresan al circuito nacional de intercambio, sin que salgan más nunca del país, finalmente desechadas por el abusivo uso y desgaste.