Instrucciones para dormir la siesta: la duración ideal, el momento justo y más, según un especialista en sueño

Instrucciones para dormir la siesta: la duración ideal, el momento justo y más, según un especialista en sueño

 

 





 

Mis compañeros especialistas de sueño y yo estamos haciendo campaña para rehabilitar la siesta y demostrar que hacer breves siestas es una estrategia excelente y respetable para gestionar el sueño. Te pueden volver más inteligente, más rápido y más seguro que lo que serías sin ellas. Deberían ser ampliamente consideradas como un arma poderosa en la lucha contra la fatiga, y la persona que escoge la siesta debería ser reconocida como héroe.

Por Clarín

Con estas entusiastas palabras ensalzaba Willian C. Dement (1928-2020), uno de los pioneros estadounidenses en la investigación de la medicina del sueño, las virtudes de la siesta en su libro The Promise of Sleep (2000).

¿Debemos hacerle caso o estaba exagerando? ¿Son siempre recomendables? Pero antes de abordar la cuestión, recordemos los orígenes culturales de esta costumbre.

La pausa de la sexta hora

La palabra siesta deriva del vocablo latino sexta: los romanos paraban a comer y descansar en la hora sexta del día, dentro de las doce horas en que dividían el período de luz. Esta siesta romana de la hora sexta, tras haber cumplido con las obligaciones y después de haber comido, se llamaba meridiatum.

Hacer la siesta o sestear es un hábito muy arraigado en los países mediterráneos. Los hablantes anglosajones han adoptado la palabra en castellano “siesta” para referirse al período de sueño establecido a mediodía, después del almuerzo, mientras que las siestas breves a otras horas del día se denominan naps.

Los especialistas en sueño utilizamos el anglicismo nap o napping para referirnos a esos ratos breves de sueño que suceden a horas diferentes de la siesta.

Como curiosidad, el diccionario de la Real Academia Española incluye el término “siesta del carnero”, que en algunas zonas de España se conoce como “siesta del borrego” o “siesta del gorrino”. Era el sueño que echaban los pastores cuando, después de caminar toda la mañana, encontraban un buen pasto y descansaban un rato mientras los animales comían. Después, intercambiaban los papeles.

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