Pedro Castro: ¿Qué son las humanidades?

Pedro Castro: ¿Qué son las humanidades?

Pedro Vicente Castro Guillen @pedrovcastrog

Hacerse esta pregunta en el mundo de hoy, gobernado por tecnologías informáticas que están a un milímetro de introducirnos en la era de la inteligencia artificial, pudiera parecer una ociosidad sin justificación, si no fuera por el hecho de que toda inteligencia es artificial —la natural es, con el debido respeto, la de las mascotas—. La inteligencia es un descubrimiento de los griegos que alumbraron el logos como la diferencia específica del humano. 

Fue Sócrates, el fundador de la filosofía, quien advirtió en el ser humano la capacidad para investigar su mundo y volverlo racional mediante el cultivo de los valores. Así descubrió las humanidades y, con estas,  la fundación de la ciencia; hecho que, pese al habitual olvido por parte de la humanidad, regresa con terquedad cada vez que el hombre se encuentra atrapado en los atolladeros de la existencia.

Las humanidades florecieron en Grecia: arte y filosofía, historia y literatura, la psique —el alma—, los libros —koiné del idioma— la paideia —educación—, la comunicación —el diálogo como forma cultural—y el sentido del espacio o la geografía. Estas manifestaciones del logos, aún no convertidas en parcelas, serían las formas utilizadas por los griegos para explorar el sentido de lo humano, conscientes de que existe un “exterior” y, más importante aún, un “interior”, (Sócrates dixit)





En aquella época, para ser miembro de las polis se requería tener acceso a una educación centrada en el aprendizaje de los valores cívicos, con lo cual se lograba la estructuración el alma. Esto aseguraba la base fundamental del buen gobierno, cuya realización plena se obtenía gracias al equilibrio, a la armonía, entre el alma y la ciudad.

Todas estas lecciones siguen siendo validas después de 2.500 años. Hoy puede decirse sin temor que resumen la parte más importante de la cultura occidental, siempre y cuando el proyecto político sea construir la democracia. La sociedad democrática sólo es posible si se educan demócratas; de lo contrario es una forma vacía, carente de almas que puedan comprometerse en el proyecto. Esto en Venezuela, después de la debacle cultural del Siglo XXI, puede convertirse en un mensaje más accesible para la elaboración de los retos del presente y el futuro.

No otra cosa se quiso hacer cuando se fundó en la UCV, en los años cuarenta del siglo pasado, la Facultad de Humanidades y Educación (FHE), en medio del crecimiento vertiginoso de la economía petrolera que colocó nuestro proceso educativo entre Escila y Caribdis; es decir, entre los riesgos de la pura orientación técnica y la exclusivamente profesionalizante. El primer Decano de la FHE, Mariano Picón Salas, lo expresaría como la evasión de “este estrepito sin finalidad, de no saber a dónde se marcha que es el terrible signo de la civilización contemporánea” (Discurso inaugural de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela). 

Todo esto nos impone el desafío que estamos dispuestos a enfrentar. Nuestro compromiso es asumir la FHE con el objetivo presente que ya formuló el maestro Picón Salas: “A la educación fragmentadora hay que oponer siempre la imagen de la educación integradora”. Esto no significa, de ninguna manera, que estemos pensando unas humanidades para un mundo idealizado, lírico y angélico. Todo lo contrario: se trata de volver a las raíces para avanzar. Y sólo desde nuestra esencia más profunda podemos pensar unas humanidades para la actualidad en un mundo marcado por la sobredeterminación de las ciencias de la información que crean la sociedad del conocimiento. 

El reto es impulsar las humanidades desde su rol central en la sociedad red, que exige nuevos valores para su orientación y nuevas capacidades de docencia-aprendizaje para su transmisión. Son las humanidades en sus distintas formas donde surgió el mundo de hoy. Y son las llamadas a pensar la modernidad tardía, ya que los sistemas científicos —como señalara Max Weber— son incapaces de juzgar sus propias creaciones, sin que ello implique, como suele suceder con las tendencias dogmáticas, que tenga algún privilegio capaz de postular verdades únicas e irrefutable. 

El hombre siempre estará confrontado por la anfibología de sus formas de representación. Es aquí donde surge la fuerza eterna y siempre actual de las humanidades. Por lo que quiero asumir para la Facultad de Humanidades y Educación el voto que en su época asumiera Picón Salas: “Que en estos claustros se trabaje con fe y generosidad por esa Venezuela universal; grande no tan sólo por su territorio y su ingente riqueza promisoria y por su heroica historia vivida, sino grande asimismo, por la cultura que debe crear y por la nueva historia que debe hacer, es el más sencillo y también más ardiente voto”