Elecciones en la UCV: enumeración corta de temas largos, por Víctor Rago A.

Elecciones en la UCV: enumeración corta de temas largos, por Víctor Rago A.

1- Estas elecciones universitarias no son como las otras

El actual proceso electoral ofrece particularidades que lo diferencian de los anteriores. Tres de sus rasgos principales son: a) se celebra tras más de un decenio de parálisis comicial impuesto por el gobierno merced a la obsecuencia judicial;  b) la universidad pública nacional sufre una profunda crisis que probablemente no tenga antecedentes en su rica historia; y c) la comunidad universitaria se encuentra desmovilizada y desinformada por causas diversas, en especial por la necesidad de sobrevivir.

2- ¿Dónde está hoy la universidad?





Se encuentra hoy en el punto de entrecruzamiento de al menos tres grandes líneas de fuerza: a) las solicitaciones del mundo contemporáneo; b) las amenazas del proyecto político gubernamental; y c) su propio debilitamiento por la acción combinada de factores diversos. Ninguna basta por sí sola para explicar el cuadro crítico actual de la UCV, compartido por el resto de las universidades públicas nacionales autónomas. 

Al mismo tiempo solicitada, amenazada y debilitada, su vulnerabilidad es incontestable.

3- ¿Cómo actuar entonces en estas particulares elecciones?

Conducirse conforme a las viejas prácticas es ignorar la gravedad de la crisis institucional. Pensar en alcanzar el poder primero para después ver qué se hace con él no es posible en circunstancias tan perentorias y constituye una irresponsabilidad. Por otro lado, ofrecer soluciones a múltiples y complejos problemas sin considerar su factibilidad es demagogia.

En consecuencia, es imprescindible impulsar el debate de ideas sobre los temas neurálgicos de la agenda universitaria. Asimismo, deben construirse los consensos que aseguren la gobernanza de la institución y su funcionamiento con razonable eficacia. Debatir sin voluntad de consenso carece de sentido.

¿Veremos al menos algo de esto en la campaña electoral? Las señales a la vista no autorizan demasiados optimismos. Sin embargo, es factible y de suma necesidad.

4- Contextos críticos concéntricos

La propia crisis universitaria se inscribe en el contexto de la gravísima crisis de la educación nacional. Y a la postre en el de la descomunal crisis sistémica de la vida nacional, que afecta todos los órdenes de su existencia.

5- Precondición para superar la crisis

Es tarea primordial de la comunidad académica hacer de la universidad objeto de su propia reflexión crítica.

Para la gestión venidera, todo plan concebido con criterio realista debe ir precedido de una reconceptualización de la universidad que asegure la emergencia de sus atributos definitorios,  la reinserte en su tradición multisecular y le otorgue densidad a su memoria histórica.

La universidad es antes que nada un grupo humano intencional y vocacionalmente congregado por la voluntad cognoscente. Solo esa voluntad, ejercida con entereza y convicción, puede restablecerla como comunidad de intereses intelectuales.

La comunidad académica debe reflexionar profundamente sobre las causas internas del decaimiento institucional y sobre su propia responsabilidad en tal estado de cosas. Y debe hacerlo sin autoindulgencia ni racionalización sacrificial.

6- Algunas definiciones

Lo que la universidad necesita no es ser «rescatada» sino reconstituida conforme a sus propiedades esenciales, lo que supone tener presentes los notables logros que su trayectoria exhibe. Todo restauracionismo está fuera de lugar y revela incapacidad crítica o conformismo ingenuo.

La función directiva debe entenderse fundamentalmente en sentido académico y no político. Quienes la ejerzan deben encarnar un reconocido  liderazgo intelectual.

La actividad académica debe vertebrarse sobre el cometido primordial de la creación intelectual, en el sentido más amplio y fecundo de la expresión. Esto otorga un papel medular a la investigación. Y representa una corrección del sesgo docentista extensamente arraigado en el imaginario universitario, pues la enseñanza debe asociarse a la creación de saber conforme al principio de que comunica mejor el conocimiento quien sabe cómo se produce y contribuye a producirlo él mismo.

La universidad es también  proyecto social. La sociedad es fuente de su legitimidad por lo que aquella no es concebible segregada esta. Universidad y sociedad deben suscribir un nuevo contrato social presidido por la idea de la solicitación recíproca fundada no solo en las conveniencias respectivas y las expectativas particulares, sino también  en intereses comunes y aspiraciones compartidas.

La triada clásica de  las funciones –docencia, investigación y extensión- debe ser reemplazada por una concepción basada en la vocación intelectual creativa y en un amplio y renovado pacto entre universidad y mundo extrauniversitario.

Dado que la autarquía intelectual o científica es impracticable por definición, las universidades forman al menos idealmente un tejido académico planetario. Esa original inclinación de apertura al mundo la pone frente a los grandes problemas de la sociedad contemporánea: La urgente reflexión sobre sí misma, es decir, la búsqueda siempre renovada de su sentido fundamental y su significado para la sociedad contemporánea es lo que permitirá a la institución insertarse en los procesos reales del mundo que va siendo y participar activamente y con voz propia en los importantes escenarios del debate mundial. 

El futuro de la universidad está en el debate sobre la universidad del futuro.

7- Para un plan de gestión

Es fácil formular un «plan de gestión» cuando no se es suficientemente consciente de la crisis de la universidad,  ni sensible a la necesidad del restablecimiento de sus rasgos entrañables. Los universitarios hemos conocido bastantes «planes» de esa especie.

En cambio, la gestión debe concebirse como un proyecto amplio y profundo de renovación institucional. Su factibilidad ha de resultar de una evaluación detenida de las difíciles circunstancias de su puesta en práctica, tanto como de las grandes potencialidades innovativas de la institución. Solo así es posible discernir entre lo bueno que debe continuar, lo malo de que hay que prescindir y las formas de actuar en consecuencia.

Condición necesaria dada la magnitud de las tareas es la movilización de la energía intelectual y física contenida en la comunidad universitaria. En su precario estado material, forzada a una penosa subsistencia cuyo origen huelga mencionar, su incorporación plena a la vida institucional no será sencilla. Pero será muchísimo más dificultosa si no conseguimos implicarla progresiva y convencidamente en el esfuerzo  de defensa de la universidad. Para ello un rico clima de debate resulta indispensable.

Por lo demás, es imperativo dejar de confundir gestión directiva con ejercicio mecánico de rutinas burocráticas y reproducción maquinal de conductas y prácticas consuetudinarias. Gestionar es equilibrar la labor de administración proba y eficaz con la vocación de cambio y búsqueda de lo nuevo inherente a la universidad.

8- Algunas líneas de acción

La actualización del régimen académico tanto en la esfera formativa de pregrado y posgrado (modernización de planes de estudio, acoplamiento de los dos niveles, diversificadas modalidades de egreso), como en lo relativo a la carrera académica (redefinición a partir de sus funciones básicas articuladas, más un programa de estímulo al rendimiento intelectual con efecto remunerativo) configurará un programa general de desarrollo progresivo para ser administrado con determinación y mesura.

La investigación constituirá una actividad prioritaria de la vida institucional, encuadrada en una visión amplia en cuanto parte del movimiento general de creación intelectual que define a la universidad. Deberá además ser componente transversal de los planes de estudio desde el pregrado, según el criterio de que el ejercicio profesional no es solo aplicativo, sino que  tiene una dimensión creativa vinculada a la producción de conocimiento.

El esquema general de la organización interna de la universidad debe ser revisado a la luz de la necesidad de gestionar integralmente la institución. Los compartimientos estancos tienen que ser reemplazados por circuitos que ofrezcan reales posibilidades de libre circulación en el espacio académico. Servirán de inspiración a este respecto  iniciativas previas, como el  Programa de Cooperación Interfacultades  (PCI) y propuestas contempladas en el largamente engavetado Plan Estratégico de la UCV.

Conforme al proyecto renovador, distinguir qué puede hacerse o mejorarse dentro de la estructura actual y qué requiere cambios (de qué magnitud, naturaleza y ritmo), combinando la perspectiva estratégica (prefiguración de grandes horizontes) con el sentido práctico de resolución de problemas puntuales, urgentes, locales, etc. En suma, favorecer las fuerzas de la integración interna frente a la propensión centrífuga y disgregadora de la organización presente. Ello permitirá una gestión con sentido unitario pero desconcentrada, sin menoscabo del equilibrio entre los diversos constituyentes de la jerarquía funcional.

La formulación de políticas generales de largo alcance, provistas de dispositivos de desenvolvimiento gradual, ofrecerá un marco inteligible al funcionamiento de la institución en su conjunto.

El financiamiento de la educación superior debe ser aprehendido en su complejidad. El presupuesto de origen fiscal es obligación del Estado y hay que exigirle al gobierno su provisión completa y oportuna. Pero a la vez la universidad tendrá que hacerse diestra en el emprendimiento de iniciativas productoras de ingresos propios (en el contexto de nuevas relaciones con la sociedad, señaladamente con los sectores productivos privado y público) y desarrollar competencias para asegurarse el acceso a fondos de financiamiento y otras fuentes donde quiera que estos existan. 

La expectativa de solución de las severas insuficiencias que en el orden material padece la universidad –incluidos los misérrimos salarios de profesores, empleados y obreros, así como los depauperados rubros destinados al bienestar estudiantil- dependerá de cuán exitosas sean las iniciativas en los dos planos mencionados.

Habrá que diseñar nuevos modos de relacionamiento con el gobierno nacional partiendo de la idea de que se trata de una inevitable interacción entre un actor político y uno académico. La universidad debe asumir con toda convicción su papel de interlocutor legítimo del gobierno y elaborar el discurso apropiado a su condición para exigirle a aquel con sobria firmeza y sentido propositivo el cumplimiento de sus obligaciones, haciéndole ver que tal abandono es gravemente perjudicial para el país y no solo para la universidad.

La frondosa normativa universitaria, en la que no faltan lagunas ni contradicciones como resultado de su formulación acumulativa, demanda atenta revisión para simplificarla sin mengua de su eficacia en lo que se estime conveniente. Pero sobre todo tendrá que experimentar modificaciones sustanciales (cuando no supresión y reemplazo) a la medida de los cambios impulsados por el proyecto transformador de la gestión. Cobran especial urgencia las reformas o la aprobación de nuevas normas destinadas a flexibilizar el régimen remunerativo.

La disociación entre autoridades y comunidad universitaria cederá su lugar a una política comunicacional concebida para  ofrecer el mayor grado de información posible en materias de sensible interés común. Tan importante para una colectividad volcada al pensamiento crítico será erradicar la desinformación como abatir el reino de la rumorología, que florece allí donde el déficit informativo se hace crónico. 

Despejar los caminos de la participación en los asuntos institucionales concernientes de modos específicos a los diferentes sectores de la comunidad universitaria general presupone acceso a la información. No será ocioso recordar también que la necesaria rendición de cuentas como práctica de gestión (algo más que la mecánica redacción de voluminosas e ilegibles «memorias y cuentas») debe sustentarse en una política informativa general y explícita.

9- Epílogo

El inventario anterior no pretende ser exhaustivo. Cuestiones de variada entidad quedan omitidas en obsequio a la paciencia del lector, de la que ya hemos abusado bastante. 

Se dice a menudo -¡ay, por desdicha también en el medio universitario!- que escasean crecientemente los lectores de más de una cuartilla. Pésima noticia, si fuera cierta, para la institución académica superior. A ellos les digo, parafraseando a cierto ingenioso, que no he tenido tiempo de ser breve.

Confío no obstante en que algunos se aventuren más allá del indicado límite y se animen a llegar hasta este punto. A estos les doy las gracias y los invito a sumarse a la defensa de la universidad pública nacional.