La venezolana Garbiñe Muguruza se toma un descanso: el descubrir de una nueva vida

La venezolana Garbiñe Muguruza se toma un descanso: el descubrir de una nueva vida

Muguruza devuelve de revés durante un partido en Australia, en enero.
ROBERT PRANGE (GETTY IMAGES)

 

En octubre de 2017, recién alcanzada la cumbre del circuito, Garbiñe Muguruza afirmaba durante un encuentro con el diario El País: “Nací casi para jugar. No recuerdo haber hecho otra cosa, ni sabría. Yo soy tenis”. Y, como tal, la por entonces número uno ha ido procesando todo lo que conlleva su deporte y el haber estado en lo más alto: lo bueno, que ha sido mucho y en ocasiones único, excepcional, pero también lo malo. Ganó Roland Garros (2016), después Wimbledon (2017) y tras conquistar los dos grandes santuarios europeos y hollar la cima mundial se coronó (2020) como maestra en Guadalajara (México), hito inédito para una mujer española-venezolana. Ahora, cerca de alcanzar la treintena, necesita definitivamente parar por la presión.

Por: El País





“Así no podía seguir, estaba pasándolo mal y no es necesario”, apunta una fuente cercana a la deportista, que en las últimas fechas ha encendido la luz de alarma con el paso a un lado que ha dado. “Ahora mismo, no se sabe qué decidirá”, agrega la misma persona, mientras el interrogante se agranda y la hipótesis de un posible adiós a su deporte va cogiendo fuerza, sin que ella disipe la duda y, en cambio, trate de alejarse de la actividad rutinaria que ejerce desde que era una niña. Muguruza empuñó por primera vez una raqueta con tres años y desde entonces no la ha soltado; ahora, sin embargo, necesita aire, desconectar y reflexionar, arrastrada emocionalmente por el vértigo de su profesión y una mala racha de resultados que le han conducido hacia una situación delicada.

A principios de febrero, Muguruza anunció que no competiría en Abu Dabi por “motivos personales” e inmediatamente después renunció a las citas de Doha y Dubái. La inquietud, sin embargo, aumentó de manera exponencial cuando la semana pasada anunció a través de un escueto mensaje que su pausa se prolongará al menos hasta el verano. “Pasar tiempo con la familia [tiene dos hermanos] y los amigos [a los que se añade su pareja] ha sido realmente saludable y sorprendente. Así que voy a alargar este periodo”, comunicó a través de sus redes sociales.

Nunca fue previsible Muguruza, sino todo lo contrario. Más bien, un enigma. Golpeó tan fuerte en su irrupción en la élite –finalista en Wimbledon con 21 años– como se desmoronó después, inmersa en una fuerte crisis. Posteriormente remodeló su entorno técnico –con la contratación de Conchita Martínez– y reaccionó –finalista del Open de Australia en 2020–, antes de tocar el cielo en Guadalajara. Pero a partir de ahí, curvas y más curvas en su trayectoria, las mismas que han marcado sus partidos; demasiadas derrotas y, sobre todo, demasiado sonoras, difícilmente comprensibles varias de ellas por forma y fondo. Desde el éxito maestro en tierras mexicanas, 12 victorias y 21 caídas. Este año, cuatro tropiezos en cuatro primeras rondas. A su fugaz paso por Oriente Medio, su confianza en darle la vuelta a la historia se resquebrajó.

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