El final trágico de un magnate tecnológico que se drogaba para no dormir y aprovechar cada minuto de su genialidad

El final trágico de un magnate tecnológico que se drogaba para no dormir y aprovechar cada minuto de su genialidad

Tony Hsieh fue un revolucionario de las empresas digitales. Buscaba obsesivamente la felicidad perfecta. En los últimos años padeció la adicción a las drogas, los excesos, la falta de contacto con la realidad. Murió en circunstancias trágicas

 

Tony Hsieh fundó varias compañías digitales que resultaron revolucionarias. Sus empresas eran consideradas las mejores para trabajar. Quiso crear una ciudad utópica. Tenía centenares de millones de dólares y se había obsesionado con conseguir la Felicidad Absoluta. Sus últimos años de excesos y locura. Vivía en una mansión de 15 millones de dólares como un pordiosero. Las circunstancias de su dramática muerte

18 de noviembre de 2020. Una mañana radiante aunque algo fría en New London, ConnecticutLas llamas hacen un agujero en el techo del tinglado, situado al lado de la pileta, que la dueña utilizaba de depósito. Los bomberos llegan bastante rápido, aunque el fuego, como siempre, es más veloz de lo que cualquiera imagina. Les cuesta abrir la puerta de ingreso. Está cerrada por dentro con llave y con un candado. Cuando lo consiguen, las llamas y un calor insoportable los envuelven, sienten como si un Hulk incandescente los hubiera recibido con una trompada en la cara. Es difícil buscar en medio del infierno. Les cuesta encontrar al hombre. Está tirado en el suelo, tapado con una manta. La piel se le desprende y la cara y las manos se tiñeron de un color violáceo oscuro, casi negro. Logran sacarlo con vida. Pero las quemaduras y, en especial, el humo inhalado lo dejan en estado crítico. Fue llevado de urgencia al hospital más cercano. El hombre, que estaba a semanas de cumplir 47 años, agonizó durante 9 días. Sus pulmones estaban demasiado dañados.





Por Infobae

El 27 de noviembre de 2020 murió Tony Hsieh, innovador tecnológico, magnate, el hombre que creó el Amazon de los zapatos, que impulsó una nueva cultura del trabajo sin jerarquías, que revolucionó Sillicon Valley, el que regeneró el Downtown de Las Vegas, el que refundó una ciudad en Utah y la convirtió en la sede de un proyecto utópico en medio del Siglo XXI.

Tony Hsieh, el hombre que iba (infructuosamente) detrás del ideal de la felicidad.

Lo tenía todo. Prestigio, dinero, fama, proyectos. Su casa en Park City, Utah, valía más de 15 millones de dólares. Por fuera era la mansión de un millonario. Por dentro, el abandono, la suciedad, el descontrol de la alienación. Había materia fecal en el piso, comida podrida debajo de sillones y camas, plantas muertas y flores marchitas, centenares de velas usadas, otros tantos encendedores inútiles, platos rotos, botellas destrozadas, pilas de ropa hedionda, paredes garabateadas como si a un nene de tres años le hubieran dado vía libre con una caja inmensa de lápices y fibras a su disposición y decenas y decenas de pequeños tanques de óxido nitroso (gas hilarante) vacíos en los rincones. Alguien afirmó que su habitación lucía como el refugio precario de un pordiosero.

La noticia de la muerte de Hsieh fue una sorpresa para la opinión pero no para su familia, ni para sus allegados. Tampoco para los bomberos que habían acudido a esa casa –cuya propietaria era una antigua novia- demasiadas veces durante las últimas semanas. Cada tanto Hsieh provocaba un siniestro con un tanque de gas que explotaba, con velas que quedaban encendidas en diversos rincones o simplemente porque un día quiso ver cuánto tardaba en arder un sillón de tres plazas.

Invirtió más de 350 millones de dólares para reformar y modernizar el downtown de Las Vegas. La ciudad lo despidió tras su muerte

 

 

Pocas semanas atrás apareció en Estados Unidos un estremecedor libro de no ficción que narra la vida y la caída de Tony Hsieh y que brinda detalles e historias desconocidas hasta el momento. Se llama Wonder Boy: Tony Hsieh, Zappos and The Myth of Happiness on Silicon Valley. Sus autores Angel Au Yeung y David Jeans investigaron durante dos años, entrevistaron a decenas de allegados, familiares y amigos, y lograron recrear cómo fue el ascenso y también los oscuros últimos meses de vida de Hsieh. Hollywood ya está trabajando en la adaptación de esta historia.

Tony Hsieh nació en 1973. Sus padres eran inmigrantes taiwaneses. En su casa siempre se incentivó el esfuerzo y el estudio. Tony tuvo un excelente paso por el colegio y obtuvo una beca para Harvard. A los 22 años se había recibido de ingeniero informático. Su primer emprendimiento fue un éxito colosal. Un año después de la graduación, creó LinkExchange, una empresa de avisos publicitarios en Internet. La idea era innovadora y muchos creyeron que algo alocada. Fue un éxito fabuloso. En poco tiempo, manejaban más de 10 millones de avisos diarios.

En noviembre de 1998, dos años después de su fundación, Hsieh y sus socios vendieron su empresa a Microsoft. Cobraron 265 millones de dólares. “No vendí LinkExchange por el dinero. Lo vendí porque ya no era feliz. Trabajábamos todo el día, dormíamos debajo de nuestros escritorios, nos olvidábamos de comer. No nos servía para nada todo lo que facturábamos y los elogios de la industria”, dijo. Tony invirtió su parte, alrededor de 40 millones de dólares, en otras empresas tecnológicas. Puso una especie de consultora que analizaba proyectos y los impulsaba con inversiones y decisiones estratégicas: Venture Frogs. Alguien le acercó la idea para poner una zapatería virtual. Tony casi no miró la propuesta. No era el tipo de negocio en el que pretendía ingresar. No veía la innovación, ni el desafío. Pero a los pocos días leyó que el mercado del calzado movía alrededor de 40.000 millones de dólares al año. Y que de esa cifra el 5% era por venta digital. Ese día decidió fundar Zappos (el nombre proviene de una deformación de la palabra Zapatos). Otra vez su creación se convirtió en un éxito inmediato. La clave estuvo en un concepto: la completa satisfacción del cliente. Los clientes felices volvían. Gran variedad, entrega veloz, compra simultánea de varios productos, atención cuidada, personalizada, y respuesta a cada consulta. Y una idea revolucionaria para el comercio digital: la devolución de los productos que no dejaran satisfecho (cualquiera fuera el motivo) al comprador. Hsieh pensó que si lo hacían los comercios presencialmente, él también debía hacerlo.

El concepto de La Felicidad lo obsesionaba. Lo llevó a cada estrato de su empresa. Zappos se convirtió en un lugar ideal para trabajar. Había libertad de movimiento, trato cordial, horarios laxos, buenos sueldos. Alguien dijo que en esas oficinas parecían estar siempre de fiesta, un parque de diversiones que funcionaba 24 horas al día. Sin embargo, eso no afectaba el trabajo, la productividad era altísima.

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