Pagar por respirar, un negocio cada vez más sólido que no perdona ni a Venezuela

Pagar por respirar, un negocio cada vez más sólido que no perdona ni a Venezuela

Un hombre y una mujer se protegen con máscaras de la nube de contaminación que cubre la ciudad de Pekín. EFE

 

Creíamos que este momento no iba a llegar, pero ha ocurrido. Pagar por respirar es un negocio creciente en las ciudades más contaminadas. Un día nos despertamos miramos por la ventana y vemos una espesa neblina en el horizonte, parece como si a la ciudad la hubiesen trasladado íntegramente a una gran sala de fumadores. Pero no es el caso, es el infierno atmosférico en el que viven muchos ciudadanos. Preparamos la mascarilla y consultamos en el móvil los niveles de contaminación, antes que el tiempo que va a ser hoy. Respiramos unos segundos el aire limpio de Cornualles que hemos comprado por internet y planificamos visitar a la hora del almuerzo un restaurante donde tienen aire purificado a 5 euros, más caro que el agua. Y finalmente salimos a la calle.

Por Alexia Columba Jérez | ABC





La realidad es que la batalla por el aire se define en cifras contantes y sonantes y a un precio no apto para todos los bolsillos. En Pekín o Nueva Delhi ya se vende aire fresco envasado. En eBay una bolsa hermética con aire puede alcanzar los 109 euros. Este suceso verídico es lo que impulsó al cofundador de la empresa canadiense Vitaly Air a vender aire a países como China, Y cuenta con el eslogan: «Recuerde el día en que la gente se reía del agua embotellada».

Sus botellas tienen un precio de 20 euros, pero no es ni de lejos la marca más cara. La primera en el ranking es Genuine Mountain Air, una empresa británica que vende el aire de montaña suizo a 138 euros la unidad. Sin embargo, estas iniciativas no son nuevas. Ya en 2012, el multimillonario Chen Guangbiao, un reconocido filántropo, abrió varias tiendas ambulantes para vender aire fresco con la idea de concienciar sobre esta problemática a la población china. Diez días después 10 millones de latas se vendieron por 50 céntimos cada una. Eran latas naranjas y verdes que llevaban su caricatura y la frase «Chen Gaungbiao es un buen hombre».

No en vano, la contaminación del aire en China se llegó a apodar ‘Airpocalipsis’.

El rápido crecimiento industrial, el aumento del tráfico y la quema de carbón son algunas de sus causas. Por ello se construyó el purificador de aire más grande del mundo de 100 metros de altura en la ciudad de Xi´an, pero solo se observó una mejora a 10 km2 a la redonda. Cristina Arjona, coordinadora de Campaña de Movilidad de Greenpeace, cree que estas soluciones «son como poner un pequeño parche, cuando lo que se necesitan son visiones más globales». Y es que esta cuestión provoca cada año 4,2 millones de muertes prematuras, según la OMS.

Trabajar en estas zonas es una cuestión de riesgo, por eso en 2014 un informe publicado en el Australian Financial Review revelaba que Coca Cola le pagaba una prima a sus empleados extranjeros por respirar el aire contaminado de China. Una bonificación de la que estaban exentos los propios trabajadores chinos. Y ese mismo año el aeropuerto de Maiquetía, en Venezuela, daba a conocer que los pasajeros tenían que pagar un extra por respirar el aire acondicionado ozonificado del aeropuerto.

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