El príncipe William cumple años: la crianza amorosa de su madre, el rechazo inicial de Kate y sus ataques de ira

El príncipe William cumple años: la crianza amorosa de su madre, el rechazo inicial de Kate y sus ataques de ira

Fotografía sin fecha emitida por el Palacio de Kensington tomada en Windsor Estate, Gran Bretaña, a principios de este año del Príncipe de Gales (centro) con sus hijos, la Princesa Charlotte, el Príncipe Louis y el Príncipe George (derecha), obtenida por Reuters el 17 de junio de 2023. Millie Pilkington/Palacio de Kensington/FolletovíaREUTERS

 

De todos los niños que nacieron el 21 de junio de 1982 solo uno trajo la atención mundial, el que nació en el hospital St. Marys de Londres. No era para menos. Sus padres eran Carlos, príncipe de Gales, eterno heredero al trono británico, y la carismática Lady Di. Aunque no podía percibirlo, ya desde ese día, la vida le mostraría su ying yang. Por un lado sus padres posaban felices con él en brazos en la puerta del sanatorio. Su mamá lucía un precioso vestido verde de pequeños lunares blancos y cuello marinero y una gran sonrisa. Sin embargo, el dolor la estaba matando. Había tenido un parto largo. Su primogénito tardó quince horas en llegar al mundo. Al salir del hospital la esperaban los fotógrafos. Ella apenas podía mantenerse de pie. Sonrió, disimuló pero apenas subió al coche, la princesa se echó a llorar. Le dolían los puntos, pero también el alma: su marido había elegido la fecha del nacimiento ajustándolo según a sus torneos de polo.

Por infobae.com





Aunque William era una persona normal, su vida no lo era. No solo por el lugar donde crecía, los padres que le tocaron y su abuela reina, también porque su futuro estaba escrito: segundo heredero al trono más poderoso del mundo. Lo comprendió muy temprano. Tenía siete años cuando como casi todos los niños del mundo dijo qué soñaba ser cuando sea grande. Le dijo a su mamá que quería ser policía. “Ah, no. Tú no puedes”, le respondió su hermano pequeño, el príncipe Harry. “Tu tienes que ser Rey”. Ese sería otro de sus ying yang: lo que quería sobre lo que debía, lo que se esperaba de él antes de lo que deseaba.

Dentro de la “anormalidad” tuvo una infancia normal. A los ocho años fue enviado pupilo a la escuela Ludgrove. Era bastante inquieto. Sufrió una lesión grave después de ser golpeado accidentalmente con un palo de golf mientras jugaba. Fue diagnosticado con una fractura de cráneo, que requirió una cirugía de 70 minutos. Diana se quedó pegada a su hijo, mientras que el príncipe Carlos fue a verlo después del accidente, aunque, abandonó el hospital para asistir a la ópera.

Carlos repetía con su hijo el trato distante que habían tenido sus padres con él. Diana en cambio no quería que su hijo solo aprendiera de ella “a estrechar manos”, como le había pasado a su esposo. Los llevaba a refugios de gente sin hogar pero también a parques de diversiones, restaurantes, tiendas de videojuegos o les cumplía el sueño de todo chico: subir a una autobomba de los bomberos y sobre todo los abrazaba porque -repetía- “los abrazos hacen mucho bien, especialmente a los niños”. Como madre Diana rompía todas las reglas de la tradicional forma de criar a los royals. Incluso los dejaba ella en el colegio y hasta retaba a sus hijos en público. William tenía siete años cuando su madre lo acompañó en una jornada de juegos con amigos. Luego de un rato largo lo llamó, pero él siguió jugando. Lo volvió a llamar pero él corrió para otro lado. Así que Diana con más de madre que de Lady fue hasta donde estaba su hijo y sin importarle los paparazzi, lo llevó a la fuerza hasta el auto que los devolvió al palacio de Kensington. Y como dirían las abuelas “sanseacabó”.

Diana, además, se esforzaba porque sus hijos se llevaran bien. Cuando el 31 de agosto de 1997 la princesa murió en un accidente, el mundo se detuvo un momento pero el de William estalló en mil pedazos. Ninguna madre tendría que partir antes de que sus hijos puedan andar por la vida. Con 15 años, William supo lo que era la palabra huérfano. La muerte de Diana fue tan inesperada que un desconsolado Harry le preguntó a su padre “¿es verdad que mamá está muerta?”. Carlos -que la única culpa que sentía era no sentir culpa por la muerte de su ex esposa- solo atinó a hacer lo que siempre había hecho: hacer como si no ocurriera nada.

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