La trágica historia de la joven partisana que los nazis colgaron en la horca: sus últimas palabras

La trágica historia de la joven partisana que los nazis colgaron en la horca: sus últimas palabras

Lepa Radic tenía 17 años e integraba la resistencia contra los nazis y los ustashas en la antigua Yugoslavia. Después de un tiroteo fue detenida por los nazis y torturada. Algunos días después la colgaron en una ceremonia pública (Wikipedia)

 

Los soldados y oficiales nazis trataban con desprecio a sus víctimas. Mucho más cuando eran enemigos y habían atentado contra la vida de sus colegas. Eran inclementes, no había segundas oportunidades. Esa vez hicieron una excepción. Creyeron que como era casi una nena, que por ser mujer, ella claudicaría. Un oficial se acercó e intentó que lo mirara. La joven desvió la vista. El hombre remedó un tono paternal, condescendiente, le dijo que no era necesario hacer eso que ella era muy joven que tenía toda la vida por delante que no valía la pena que era cuestión de dar uno o dos nombres y que saldría con vida de allí.

Por infobae.com





El silencio de la víctima

Era el 8 de febrero de 1943. Lepa Radic, la chica, tenía 17 años, las manos atadas, hacía semanas que no se bañaba, estaba en el patíbulo a unos pocos pasos de la horca y de su verdugo. Le quedaban apenas unos minutos de vida. Pero no les iba a dar el gusto. No se traicionaría al final. Decidió morir de la misma manera en que vivió.

No respondió y se puso en marcha hacia el encuentro del verdugo. El oficial la detuvo. Insistió: “Sólo queremos los nombres de tus jefes, los de algunos de tus camaradas y su escondite. Nos das eso y te liberamos”. Ella movió el hombro para sacarse la mano del alemán y retomó la marcha. Pero antes, giró la cabeza, lo miró a los ojos y dijo: “No soy una traidora. Igual no se preocupe. Van a conocer el nombre de ellos. Va a ser muy pronto. Cuando vengan a vengar mi muerte”.

El resto se hizo sin palabras. Nadie más habló. Sólo se escuchaba el crujido de la madera, el silbido de las sogas, algún paso de los pocos que podían moverse, y la respiración pesada y nerviosa de los hombres que estaban sobre la tarima y de los testigos que miraban con algo de horror el espectáculo. Les costaba entender la utilidad o necesidad de matar a esa chica algo desgreñada de 17 años.

Alguien sacó fotos. No se sabe si por lo excepcional de la situación, para que el tiempo y las atrocidades posteriores no le borraron el recuerdo de esa mañana; o si para difundirlas, para aleccionar al pueblo serbio y bosnio, para que supieran a lo que se atenían quienes se animaban a resistir. El mensaje era: ni las adolescentes nos dan lástima. Nada nos detiene.

La resistencia contra el nazismo

Lepa Radic nació en Gasnica, en ese entonces parte del Reino de Yugoslavia (y ahora Bosnia-Herzegovina), poco antes de la Navidad de 1925. Tuvo una infancia muy parecida a la de las demás chicas de su pueblo. Iba al colegio, ayudaba en la casa, tenía amigas. Era muy buena alumna y se destacaba en literatura. Tenía un hermano llamado Milan y una hermana, Dara. Lepa admiraba a Vladeta, su tío que era dirigente obrero. Su padre trabajaba muy duro todo el día para mantener a sus tres hijos.

Cuando a partir de abril de 1941, triunfó la invasión a Yugoslavia y los serbios y bosnios fueron derrotados, el Eje creó el Estado Independiente de Croacia.

A partir de ese momento, la familia Radic pasó a la resistencia, se convirtieron en integrantes del Ejército Nacional de Yugoslavia. Eran partisanos, resistentes, que se oponían al régimen nazi y al gobierno títere que formó en Croacia. Combatían a algunos de los asesinos más feroces de la Segunda Guerra Mundial, los ustachas.

Para leer la nota completa pulse Aquí