“Oppenheimer”, de Christopher Nolan, es una gigantesca obra maestra

“Oppenheimer”, de Christopher Nolan, es una gigantesca obra maestra

Oppenheimer” (Universal Pictures)

 

Oppenheimer, el magistral retrato de Christopher Nolan sobre el hombre conocido como “el padre de la bomba atómica”, se vivió por anticipado con cierto escepticismo entre los cinéfilos que se preguntan cómo la afición de Nolan por las cámaras Imax y los estruendosos diseños de sonido servirían para una historia que, en su esencia, se reduce a escenas de diferentes grupos de hombres discutiendo en diferentes tipos de habitaciones (pizarra con ecuaciones de física indescifrables, opcional).

Por The Washintong Post

Resulta que la estética monumentalista de Nolan se adapta perfectamente a una historia que, de otro modo, apenas cabría en un largometraje: Es demasiado grande, demasiado trascendental, sus capas de arrogancia e historia y sus arremolinados impulsos sociales demasiado revoltosos para ser contenidos con pulcritud. Si Oppenheimer es una película sobredimensionada, es porque cualquier otra cosa le haría un flaco favor a J. Robert Oppenheimer, la trágica figura central a la que Cillian Murphy da una vida fascinantemente paradójica.

Es fácil entender por qué Nolan se sintió atraído por Oppenheimer como protagonista. No sólo era un hombre de complicaciones seductoramente desagradables, sino que se movió a lo largo del siglo XX como un avatar de sus aspiraciones y ansiedades más arraigadas. Y no siempre resulta simpático: Lo conocemos como un prometedor estudiante de física teórica que se venga de un tutor condescendiente en Cambridge, envenenando una manzana de su mesa.

Oppenheimer comienza in medias res, en medio de las cosas, siendo las “cosas” la vertiginosa carrera académica del personaje del título, que le llevó de Inglaterra a Alemania y Amsterdam, y finalmente a Caltech y Berkeley. Mientras Oppenheimer se hace un nombre en el campo de la mecánica cuántica -ha escrito un artículo de gran difusión sobre las moléculas-, conocemos también al hombre que se convertirá en su principal antagonista: Lewis Strauss, el hombre de negocios y filántropo que reclutó a Oppenheimer para dirigir el prestigioso Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, y que acabaría hundiéndolo luego de su trabajo conjunto en la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos.

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