A 40 años de la aparición de Madonna: su llegada a Nueva York con 35 dólares y el abuso sexual que sufrió

A 40 años de la aparición de Madonna: su llegada a Nueva York con 35 dólares y el abuso sexual que sufrió

40 años atrás, Madonna editaba su primer disco. La cantante cambió el pop para siempre. El álbum se convirtió en un éxito y en el primer pasó en su carrera que la terminaría convirtiendo en una leyenda

 

 

 





Sus trabajos como bailarina y los intentos por conseguir el contrato con una discográfica. Las primeras canciones y sus planes desde el inicio de “conquistar el mundo”.

Por infobae.com

Se bajó del primer avión que tomaba en su vida y se subió, también por primera vez, a un taxi. El día anterior había abandonado la universidad. Se aburría y, creía, que no tenía tiempo para perder. Se quería llevar el mundo por delante. Y Michigan estaba fuera del mundo. Pensaba bailar. Pero también podía hacer otras cosas. Sólo tenía clara algo: iba a triunfar. No la iban a poder detener. Cuando se subió a ese auto en el aeropuerto de Nueva York, le dio una indicación precisa al conductor: “Llevame al centro de todo”. El hombre la dejó en Times Square.

A Madonna le tomó unos años pero no sólo conquistó Nueva York, sino el mundo. A fines de julio de 1983, cuarenta años atrás, salió su primer álbum. El pop ya no volvería a ser igual. Al año, el disco se convirtió en su primer éxito.

Después, durante cuatro décadas, Madonna y su música fueron mutando para estar siempre hablándole al presente, para no quedar cristalizada en un pasado glorioso. Madonna se convirtió en una leyenda mirando siempre para adelante, tratando de ser siempre actual. Al escuchar una compilación de los grandes éxitos de su carrera, se puede trazar una historia de las últimas cuatro décadas del pop. Todo empezó con ese disco sin título y su cara, hermosa y radiante, ocupando toda la portada.

La infancia de la reina del pop

La madre le puso su mismo nombre, Madonna. Hacía un buen juego con el apellido italiano y potente del padre, Ciccone. Una familia numerosa. Cuando Madonna nació en 1958 ya tenía dos hermanos. Después, a razón de uno por año, nacieron otros tres. Pero la madre enfermó de cáncer de pecho y murió de manera muy rápida. El señor Ciccone se volvió a casar dos años después y agregó otros dos hijos a la familia.

Eran ocho hermanos. No tenían problemas económicos porque el padre tenía un buen trabajo como ingeniero en Chrysler, diseñando material militar. Pero sin madre y con tanta competencia alrededor era difícil recibir atención. Mucho más para los que estaban en el medio, tal vez los menores eran más favorecidos. Madonna se dio cuenta de eso de inmediato y desarrolló múltiples tácticas para no pasar desapercibida, para lograr que los adultos la vieran. Gritaba, tenía conductas estrafalarias, y hasta llegó a quemarse los dedos a propósito para recibir atención. En su casa aprendió a distinguirse del resto. “Estaba acostumbrada a compartir todo. Dormí durante años en una cama con dos de mis hermanas”, contó años después.

Poco después toda la familia se mudó a Detroit. En la escuela siguió el mismo camino. Se vestía distinto a los demás, tenía problemas de conducta, participaba en cada acto escolar, seducía a sus compañeros, era la única chica que no se depilaba las axilas, ni usaba maquillaje. Pero sus calificaciones eran excelentes: era muy inteligente y estudiaba mucho.

El padre la mandó a ballet y a aprender piano. No duró demasiado: muy pronto se pasó a baile moderno. Tenía la energía y la ductilidad necesarias. Al terminar el secundario, gracias al baile, obtuvo una beca en la Universidad de Michigan. Pero la vida universitaria no era lo que ella había imaginado. Madonna necesitaba más velocidad, más vértigo. Quería comerse el mundo. Y el centro del mundo estaba en Nueva York. Abandonó los estudios y hacia allí fue. “Fue lo más arriesgado que hice en mi vida. La primera vez que me subía a un avión, la primera vez que tomé un taxi”. En medio de la gran ciudad con 18 años y sólo 35 dólares en la mano. No le importó. Ella sabía que se iba a arreglar. Estaba convencida de que su lógica no tenía fisuras: si quería bailar y dedicarse a la música el lugar para intentarlo era Nueva York. ¿Qué pasaba si salía mal? No lo consideró: ella nunca tuvo plan B.

Lea nota completa Aquí