Las desesperadas medidas de Putin para reclutar soldados

Las desesperadas medidas de Putin para reclutar soldados

Un joven reparte panfletos para promover el reclutamiento de soldados en el centro de Moscú (Getty Images)

 

 

 

La trampa y la coerción se volvieron los últimos recursos del Kremlin para reforzar el frente de batalla en Ucrania.

Por infobae.com

En septiembre, la televisión rusa ofrecerá un nuevo programa diario de una hora de duración. Su nombre aún está por decidir, pero los productores ya están seleccionando a su reparto: las esposas y madres de los reclutas militares. Las participantes deberán evocar el heroísmo de sus maridos e hijos y contar historias desgarradoras que servirán de acompañamiento a los planes del Kremlin de lanzar a más jóvenes a la picadora de carne que es su guerra con Ucrania.

El pasado mes de septiembre, Vladimir Putin sorprendió a la opinión pública rusa al declarar una “movilización parcial”, rompiendo así una promesa anterior de que los ciudadanos podrían ver la guerra desde la comodidad de sus hogares, sin necesidad de desplegar a personas que cumplieran el servicio militar obligatorio ni de llamar a reservistas. Pero los contraataques ucranianos, que liberaron territorios en torno a Kharkiv y Kherson, obligaron a Putin a llamar a las reservas, algo que no ocurría desde la Segunda Guerra Mundial. La negativa a acudir a la llamada, la rendición al enemigo y la deserción se convirtieron en delitos penales castigados con diez años de prisión.

Esa primera oleada de movilización produjo al menos 300.000 refuerzos. Mal entrenados y mal equipados, muchos de ellos han muerto o resultado heridos. Los que sobreviven necesitan desesperadamente ser rotados, como dejó claro recientemente Ivan Popov, un general de alto rango, en un mensaje filtrado tras ser despedido. La salida del Grupo Wagner del campo de batalla en junio ha agudizado la escasez. Por ello, en las últimas semanas el Kremlin ha aprobado una serie de leyes destinadas a aumentar su reserva de reclutas potenciales. Como dijo a los legisladores Andrei Kartapolov, jefe de la comisión de defensa del parlamento ruso y autor de la legislación: “Esta ley se ha redactado para una gran guerra, para una movilización general. Y ya se huele esa gran guerra en el aire”.

Un aviso publicitario en el metro de Moscú busca promover el enrolamiento para el combate contra Ucrania (Getty Images)

“En el pasado iban a por lo fácil”, dice Grigory Sverdlin, que dirige Idite Lesom (“Piérdete”), una organización de voluntarios que ayuda a la gente a evitar que se les obligue a luchar por Rusia: “Ahora están echando la red mucho más amplia”. El volumen de solicitudes de su ayuda se ha más que duplicado desde la primavera pasada.

Cuántos hombres se necesitarán depende del progreso de las fuerzas ucranianas. Pero aunque Putin no disponga de tropas suficientes para tomar más territorio, se está asegurando de tener las suficientes para que Rusia siga luchando mientras permanezca en el poder. “La guerra es ahora su único legado. Puede reducirla o intensificarla. Pero no puede acabar con ella”, afirma un curtido observador de la política rusa que permanece en el país.

A diferencia de los comandantes ucranianos, que han tratado de preservar vidas, el ejército ruso confía en lo que considera un recurso humano inagotable que puede lanzarse a la guerra, guiándose por un dicho centenario: “Las mujeres rusas engendrarán más”.

La movilización, sin embargo, conlleva riesgos políticos. El pasado septiembre desencadenó protestas en toda Rusia. Se incendiaron centros de reclutamiento militar y cientos de miles de personas huyeron del país. Un mes después, tras haber alcanzado su objetivo, Putin dijo a los rusos que la movilización era “total y absoluta. Punto y final”. Eso también resultó ser mentira. El presidente nunca firmó un documento legal que pusiera fin al reclutamiento forzoso. Pero para calmar los ánimos, el flujo de documentos de llamada a filas se redujo a un goteo. El Kremlin esperaba compensar las bajas con más soldados contratados, que, al menos en teoría, luchan voluntariamente a cambio de una paga. Sergei Shoigu, ministro de Defensa, fijó el objetivo de 400.000 nuevos contratos.

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