Cómo las cárceles de América Latina se volvieron centros de comando de algunas de las principales bandas narco de la región

Cómo las cárceles de América Latina se volvieron centros de comando de algunas de las principales bandas narco de la región

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En Ecuador, las prisiones son epicentro de una crisis de seguridad pública inédita. En Brasil o Venezuela, grupos criminales nacidos tras las rejas se expanden por la región. Y en Centroamérica, los gobiernos toman medidas extremas ante el poder ejercido por pandillas desde las cárceles.

Por BBC Mundo

A lo largo de América Latina, distintas penitenciarías creadas por los Estados para mejorar la seguridad de quienes están fuera de ellas han tenido un efecto inverso al buscado: se volvieron centros de comando de importantes organizaciones criminales.

Por lo general esas bandas surgidas y dirigidas desde prisiones tienen el narcotráfico como principal fuente de ingresos. Pero los especialistas creen que algunas han incursionado en otras modalidades de delitos, desde extorsiones hasta minería ilegal.

“Ya no es la prisión como la habíamos pensado”, dice Gustavo Fondevila, un experto del Centro de investigación y docencia económicas (Cide) de México.

“Estas cárceles de la región se han convertido en conductores de violencia: construís una prisión en un lugar y aumenta el nivel de criminalidad en esa zona”, agrega Fondevila en diálogo con BBC Mundo.

“Es un Estado paralelo dentro de las prisiones”.

Un caso emblemático

El desafío de las cárceles para los países latinoamericanos ha crecido a medida que sus celdas se desbordaron de reclusos en las últimas décadas, sin políticas efectivas para acompañar esa tendencia y rehabilitarlos.

La población carcelaria en América, excluido Estados Unidos, creció más que al doble desde 2000, según el World Prison Brief, un informe mundial de datos penitenciarios publicado en 2021 por el Instituto para la Investigación de Políticas de Crimen y Justicia (ICPR, por sus siglas en inglés).

Ese aumento en la cantidad de presos llegó a 200% en Sudamérica, de acuerdo al estudio, y 77% en Centroamérica.

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