El caso Sancho es uno más: cómo Tailandia pasó de paraíso a centro de las crónicas negras

El caso Sancho es uno más: cómo Tailandia pasó de paraíso a centro de las crónicas negras

Daniel Sancho, siendo arrestado por las autoridades tailandesas. (EFE/Somkeat Ruksaman).

 

Muchísimos de los turistas que pasan unas semanas en Tailandia vuelven diciendo que es un país donde se sintieron muy seguros, y sin duda es innegable que los carteristas no abundan ni tampoco es habitual ver delitos contra viajeros. Pero también ocurren atrocidades como el presunto asesinato confesado por Daniel Sancho, y además con cierta frecuencia. Tanta, que los crímenes son uno de los recursos más habituales y mediáticos en los informativos y las redes sociales.

Por El Confidencial 





A raíz de casos como el del hijo del actor, es normal preguntarse qué ocurre en Tailandia para que este año, por ejemplo, saliera a la luz que una mujer haya matado con cianuro a más de una docena de personas comprando el veneno por internet y durante mucho tiempo actuara a sus anchas. Si además nos fijamos en los extranjeros, la lista de muertes sospechosas es larga. Tanto, que hay incluso páginas que recopilan los sucesos con nombres como Farang Deaths (muertes de occidentales) donde se reseñan accidentes o suicidios extraños y, por supuesto, asesinatos.

En el caso de los españoles envueltos en crímenes, la cifra empieza a ser preocupante. Porque en menos de una década, Daniel Sancho podría acabar siendo el tercer español condenado por haber asesinado a otro extranjero. ¿Qué ocurre en Tailandia para que tantos extranjeros acaben cometiendo atrocidades?

Fiesta, prostitución y descontrol

Tailandia ganó muchísima fama en décadas anteriores como principal destino de turismo sexual del mundo, y pese a que sus ciudades no son las más afectadas en cifras por esta lacra —los mayores índices de prostitución están en India—, destinos como Bangkok o Pattaya son los más populares en el mundo. Si bien el país lleva años promocionándose como un lugar familiar y para parejas, hay barrios donde el desenfreno es lo habitual. Y en muchos de los delitos más sonados entre extranjeros, aparece dicho escenario.

Artur Segarra, condenado en Bangkok por haber asesinado y descuartizado a un consultor informático leridano, solía jactarse del frenesí sexual en el que vivía. Cada noche acudía a la discoteca Clímax donde, mientras otros bebían, él se ceñía a su refresco. Acabó siendo famoso entre los clientes de aquella discoteca y entabló amistades con muchas de las mujeres que allí ofrecían servicios sexuales.

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