Mongabay: Tigrillo, el pequeño gato silvestre que peligra por el Arco Minero en Venezuela

Mongabay: Tigrillo, el pequeño gato silvestre que peligra por el Arco Minero en Venezuela

Leopardus tigrinus. Foto: Fundación Jaguar

 

 

En la megadiversa selva amazónica venezolana, hogar de ancestrales pueblos indígenas y de caudalosos ríos que alimentan la Represa del Guri, donde se encuentra la principal hidroeléctrica del país, vive el tigrillo (Leopardus tigrinus), un pequeño y esquivo félido del que apenas hay especímenes en las colecciones zoológicas nacionales. Lo poco que se sabe del tigrillo ha sido “efecto colateral” del estudio de sus hermanos mayores, el puma y el jaguar, o de estudios y expediciones más amplias a áreas naturales protegidas.





Por Jeanfreddy Gutiérrez | Mongabay

A la dificultad de estudiarlo, se suma el decreto del Arco Minero del Orinoco en 2016, un área de 111 000 kilómetros cuadrados equivalente al doble del territorio de Costa Rica, donde se entregaron cientos de concesiones mineras, pero donde quienes explotan el oro, coltán y diamantes son, en gran medida, las guerrillas colombianas, las bandas armadas locales e incluso grupos de mineros brasileños.

A pesar de que desde hace casi una década no hay expediciones científicas en la zona, el biólogo Ilad Vivas López, actualmente residenciado en España, propuso un plan al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas para recorrer el convulso e intervenido territorio del sur del Orinoco, así como las cordilleras costeras y andinas de Venezuela, en busca del pequeño félido. Su objetivo es corroborar cómo y en qué forma la minería y la pérdida de bosque han afectado y están afectando a las poblaciones de tigrillo en Venezuela.

Actuando en solitario, pero con décadas de experiencia, el plan de Vivas es regresar a su país e investigar durante diez años al tigrillo o gato de monte, como se le conoce en Venezuela y donde se le declaró especie vedada de caza en 1996. El pequeño animal está catalogado como Vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que estima una población de tan solo unos 9 000 a 10 000 individuos en Latinoamérica.

La experiencia de Vivas como investigador, junto a reconocidos expertos en félidos como María Abarca y Wlodzimierz Jedrzejewski, coautores del libro Felinos de Venezuela, lo ha llevado a centrar su atención en el estudio del tigrillo para ampliar el poco conocimiento que se tiene de la especie y establecer si la deforestación, la fragmentación de su hábitat y la minería ilegal podrían extinguirlo antes de que puedan entender su hábitat y comportamiento.

“El punto clave del tigrillo es que tiene un rango de tolerancia muy bajo a las perturbaciones ambientales, su nicho alimenticio es más restringido que el del resto de felinos del género Leopardus —exceptuando al margay (Leopardus wiedii)—, su tasa reproductiva es menor y depende de los bosques primarios. Es difícil verlo en hábitats no amazónicos”, detalla Vivas.

Leopardus tigrinus. Foto: ProCAT

 

Y es que el tigrillo madura sexualmente cerca de los dos años y medio, mucho más tarde que otros félidos; cada temporada de celo dura sólo entre tres y nueve días, y tras una gestación de unas diez a once semanas tienen, generalmente, una sola cría.

Mercurio y deforestación: dos riesgos letales para el tigrillo

Vivas dice que es poco lo que se sabe del tigrillo, como ocurre con la mayoría de los félidos pequeños, y tiene la hipótesis de que, con la llegada de miles de mineros al Orinoco, este gato silvestre se ha tenido que desplazar y sus poblaciones han disminuido. Para comprobarla tendrá que visitar áreas mineras en los estados de Bolívar y Amazonas, ganarse la confianza de las comunidades indígenas donde deberá alojarse y recorrer parques nacionales con escasa o nula presencia estatal, pero donde dominan grupos armados.

Su plan de investigación contempla diversas etapas. La primera es hacer un análisis, en plataformas de datos abiertos de la NASA, para establecer cuáles son mejores lugares para instalar cámaras trampa. Las fotos y videos serán usados en modelos predictivos que permitan estimar tasas de crecimiento y viabilidad poblacional, basados en la cantidad y frecuencia de reproducción y si hay intercambio de individuos entre poblaciones de tigrillo bien diferenciadas.

Vivas ya sabe de las dificultades que enfrentará. Durante dos años ocupó el cargo de coordinador administrativo del Instituto Nacional de Parques (Inparques), en el que evaluó proyectos turísticos y científicos, gestionó apoyo a técnicos y presentó informes de campo.

“Sabemos que hay reportes de minería en el Parque Nacional Yapacana (donde el Ejército de Liberación Nacional (ELN), las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y la Guardia venezolana hacen minería ilegal de oro en conjunto), de las sensibilidades del tigrillo al agua contaminada con mercurio y del impacto de la deforestación que lo obliga a trasladarse por la migración de sus presas. Pero no lo podemos confirmar con total certeza, sólo lo suponemos, por eso quiero ir”, asegura.

La presencia de tumores cancerígenos en los jaguares del sur del Lago de Maracaibo, en las áreas cercanas a la extracción petrolífera, así como la muerte de tigrillos apenas dos o tres días después de beber agua con alta concentración de mercurio, abren otra línea de investigación sobre las afectaciones a los félidos por cuenta de la minería en el sur del Orinoco. “(El mercurio) es peor que el plomo, afecta mucho más rápido y de forma más intensa a los ecosistemas”, dice Vivas.

Ilustración: Kipu Visual

 

En esto coincide la bióloga María Abarca, quien señala que el primer félido que podría desaparecer en el Arco Minero sería el tigrillo, pues es más sensible a las alteraciones ambientales que sus congéneres más grandes. “Sería el primero en desaparecer. Los felinos son más sensibles al mercurio, bien sea por la bioacumulación en sus presas como por presencia del metal en el agua. Pero el tigrillo es más vulnerable que el jaguar”, comenta.

La investigadora añade que la minería afectaría mucho más al tigrillo no solo por consecuencias directas sino también por actividades conexas como la apertura de caminos de acceso para mineros, lo que aumentaría la cacería de sus presas por parte de humanos y perros que son llevados a la zona.

La mayoría de las presas del esquivo gato silvestre son roedores y marsupiales de menos de 100 gramos de peso, pequeños lagartos, aves y hasta insectos. También hay registro de presas más grandes como coatíes, lapas y conejos, aunque no hay evidencia contundente de que sean parte habitual de su dieta en libertad.

Abarca advierte que la pérdida del tigrillo en áreas donde actúa como depredador tope también eliminaría el control de roedores y otros pequeños animales, llevando a una sobrepoblación de estas especies.

Salvar a este félido también requiere capacitar a las comunidades del sur del Orinoco que se enfrentan no solo a desplazamiento, explotación sexual y trabajo esclavo como ha documentado la ONG Fundaredes, sino a una crisis humanitaria que los empuja a la minería ilegal, incluso, bajo presiones de grupos armados que explotan a los indígenas y los bosques, como han vuelto a denunciar líderes indígenas en junio de 2023.

Considerando estas limitaciones, entre las medidas estipuladas en la etapa final del plan de investigación que se ha trazado el biólogo venezolano Ilad Vivas está promover un cambio de actividades entre las comunidades rurales que lleve a cambiar la caza furtiva por la guía turística y la minería por la producción agroforestal.

Esto ya ha funcionado en Venezuela para proteger jaguares y aves, formando a campesinos en la instalación de cámaras trampa, la agroforestería con cacao y café o la producción de “carne de monte” como la babilla (Caiman crocodilus) y el chigüire (Hydrochoerus hydrochaeris), cuya caza está prohibida en Venezuela, pero están incluidas en la lista de especies cuyas poblaciones naturales son aprovechables para consumo humano sostenible. Para Vivas, estas estrategias podrían ser más efectivas que crear áreas protegidas específicas para garantizar la conservación del tigrillo.

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