Eike Batista, de playboy multimillonario a la cárcel: la caída del hombre más rico de Brasil

Eike Batista, de playboy multimillonario a la cárcel: la caída del hombre más rico de Brasil

El director ejecutivo de EBX, Eike Batista, en la sede de la empresa en Río de Janeiro, Brasil, el viernes 18 de 2011m cuando era el octavo multimillonario más rico del mundo (Photo by Paulo Fridman/Corbis via Getty Images)

 

En Brasil todavía se le llama “patricinhas” a las chicas lindas y correctas de familias aristocráticas por Patricia Leal, la morocha de sonrisa impecable que llenaba las páginas de sociales de las revistas y con la que el magnate minero Eike Batista planeaba en 1990 una fiesta de casamiento para 400 invitados entre lo más selecto de la jet carioca. Eike tenía entonces 37 años, pero ya era un dandy multimillonario y aventurero que se codeaba con estrellas internacionales como Don Johnson y Kurt Russell y ganaba campeonatos de motonáutica en todo el mundo. Tenía una fama bien ganada de Rey Midas brasileño desde que a los 21 amasó sus primeros US$6 millones comprando y vendiendo oro con su primera compañía, Autram Aurem.

Por infobae.com





Ya se había casado por Iglesia con Patricia en una pequeña ceremonia para los íntimos cuando conoció a la que en ese momento era considerada la mujer más deseada de Brasil. Luma de Oliveira era una modelo y reina del carnaval que había posado cinco veces desnuda para Playboy; voluptuosa y desfachatada, era también lo contrario de Patricia. Cuando le entregó a Eike la copa en una carrera que él mismo patrocinaba y, seductora, le dio un beso para la foto, el empresario, dicen las crónicas de aquel encuentro, quedó hipnotizado.

Después de Luma, ninguno de sus planes anteriores tuvo sentido para Eike. Faltaba una semana para la boda cuando entendió que no había necesidad de cumplir con las convenciones sociales que hasta ese momento resultaban parte de la construcción de su personaje: un self-made man con clase y la disciplina prusiana que decía haber heredado de su madre. Eran los noventa, y la fiesta que embriagaba a todo el planeta, era todavía más ostentosa en Río. Pero más que el signo de una época que Eike supo interpretar antes que nadie, la decisión de seguir su deseo era sobre todo un rasgo de la misma personalidad con la que surcaba mares en su lancha o se atrevía a invertir y multiplicar su dinero: el confort nunca es opción para un emprendedor.

Era primavera y Eike ni siquiera le dio muchas explicaciones a su prometida. Se fue con Luma a Nueva York mientras Patricia y el que iba a ser su suegro –nieto del Conde João Leopoldo Modesto Leal, que también había sido en su tiempo el hombre más rico y poderoso de Brasil– enfrentaban el escándalo y devolvían los regalos. Cuatro meses más tarde, en enero de 1991, el empresario y Luma se casaron por civil. La novia llevaba su corona y un vestido cortísimo, escotado y al cuerpo que mostraba tanto sus piernas perfectas de bailarina de escola como el incipiente embarazo de su primer hijo, Thor. Pronto se mudarían juntos a Barra da Tijuca, el barrio que en esos años comenzó a poblarse de nuevos ricos.

Era tan cierto que Eike pertenecía a ese grupo como que había crecido con todas las oportunidades de una familia acomodada. Nacido en Governador Valadares, Minas Gerais, el 3 de noviembre de 1956, es uno de los siete hijos de la alemana Jetta Fuhrken y el llamado “ingeniero de Brasil” Eliezer Batista, que fue dos veces presidente de la entonces compañía estatal Vale do Rio Doce y la llevó a estar entre las mayores mineras del mundo, además de ser Ministro de Minas y Energía en 1962 –durante la presidencia del trabalhista João Goulart– y Asuntos Estratégicos en 1992, con Fernando Collor de Mello, desde donde lideró el proceso de privatizaciones.

Eike pasó su infancia en Brasil, pero se mudó con su familia a Ginebra a los 9 años, después del golpe que depuso a Goulart en el 64. Se formó en Europa, entre Suiza, Bélgica y Alemania, donde hizo los primeros años de Ingeniería Metalúrgica en la Universidad Técnica de Aquisgrán. Cuando cumplió 18, sus padres regresaron a Brasil bajo la tibia apertura democrática de 1974. Más interesado en los negocios que en la vida académica, comenzó a vender seguros puerta a puerta para mantenerse solo. Fue una prueba de fuego: tenía que convencer cada vez a desconocidos que de por sí llevaban en su idiosincrasia la rigidez alemana.

Volvió a Brasil a los 20 años, hablando cinco idiomas y decidido a dedicarse al comercio de oro, cuyos secretos había aprendido en su casa desde chico; sabía por la misma razón que en los estados del interior se estaba viviendo una auténtica fiebre por ese metal precioso. No le importó abandonar sus estudios. Aunque siempre se jactó de haber comenzado “de la nada” –y sobre todo de no tener deudas con su padre, de quien dice que, “lejos de una ayuda fue un problema” para su carrera–, contaba con un activo invaluable: el capital social de años de relaciones y contactos de Eliezer.

Para leer la nota completa pulse Aquí