La situación económica de la zona fronteriza del Táchira ha empeorado desde la reapertura de la frontera, lo que ha provocado que alrededor de 200 personas al mes abandonen sus hogares en busca de mejores oportunidades.
Anggy Polanco // Corresponsal lapatilla.com
Cada semana, varios grupos de migrantes parten desde distintos sectores de San Antonio y Ureña hacia la selva del Darién, con la esperanza de alcanzar el sueño americano.
Así lo informó el concejal de la frontera, Rómulo Rojas, quien señaló que la medida de cerrar y luego abrir la frontera ha tenido consecuencias negativas.
Muchos jóvenes que trabajaban como carretilleros perdieron su empleo cuando se permitió el tránsito de vehículos por los puentes. Además, el cierre de comercios ha reducido las opciones laborales.
El centro de San Antonio se ve vacío y los vecinos dicen que en los municipios fronterizos “solo quedan los viejos”.
“El cierre de frontera con Colombia el 19 de agosto del 2015 sigue causando el cierre de comercios y mucho desempleo a toda la comunidad. Hay mucha gente sin trabajo, por eso muchos jóvenes se van”, explicó Rojas.
Asegura que son miles los habitantes de San Antonio que se han marchado, porque la apertura de frontera no ha beneficiado económicamente al Táchira.
Por el contrario, ahora con los cortes de luz que duran hasta ocho horas, los pocos negocios que quedaban han tenido que cerrar, aumentando el desempleo, indicó Rojas.
“Por eso usted ve el centro sin nada qué hacer. Es triste, porque después de ser la frontera más activa latinoamericana, nos convertimos en un pueblo abandonado y olvidado”, contó el concejal.
Dijo que esta migración masiva le duele, porque son el futuro y progreso de Venezuela, “pero no les podemos ofrecer nada, la industria está parada y tampoco tenemos nada qué ofrecerle al pueblo colombiano. Solo hay hambre y miseria, por eso se van, a ver si pueden ayudar a sus padres y familiares”.
Algunos se van y otros vuelven
Cristian Pastrán, coordinador de la Diócesis de San Cristóbal, que trabaja ayudando a los migrantes, dijo que la emigración de salida se mantiene en un 50 % aproximadamente, mientras que el retorno de venezolanos está en un 10 % y va en aumento.
“Vemos que en San Antonio muchos jóvenes se juntan y organizan sus viajes. Son más de 10 personas por sector. El último grupo que vi fue en El Palotal, que eran más de 15 personas, que se iban por la selva para Estados Unidos”, contó Pastrán.
“Este último año vemos que ha crecido el número de personas que están entrando al país”, describió el voluntario, quien dijo que las personas están volviendo de varios países de Suramérica.
Algunos de los retornados dicen que hay varias razones para volver: sufren xenofobia, no encuentran trabajo, la situación económica, la reunificación familiar o la necesidad de salud.
La mayoría de los migrantes se mueven en colas o caminando, con recursos limitados para trasladarse. Por eso la Diócesis de San Cristóbal mantiene los puntos de atención en varios municipios con el apoyo de organizaciones internacionales, donde les ofrecen un refugio, hidratación y comida, atención psicológica y educación sobre la trata de personas.
Uno de los aspectos en los que más se enfocan los voluntarios de la diócesis es en dar información sobre las redes de trata de personas, ya que hay grupos que ofrecen empleos a mujeres para engañarlas y prostituirlas.
En algunos casos, cuando asesoran a las migrantes que van de salida, estas personas se dan cuenta de que están siendo llevadas por redes y se devuelven a sus estados de origen.