Luis Eduardo Martínez: Reflexiones sobre la ‘Carta de Jamaica’ y la esperanza del suplicio americano

Luis Eduardo Martínez: Reflexiones sobre la ‘Carta de Jamaica’ y la esperanza del suplicio americano

Este 6 de septiembre se cumplieron 208 años desde que Simón Bolívar le dictó a su secretario Pedro Briceño, estando en Jamaica, su “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla”. La carta que envió Bolívar al comerciante británico-jamaiquino Henry Cullen, en la que expuso su análisis de los esfuerzos independentistas en América, hoy conocida como la Carta de Jamaica. Dos siglos después, esta correspondencia se mantiene como una antorcha que rasga el dominio de la oscuridad con su llamado natural a la libertad.

El Libertador inicia su carta a Henry Cullen haciendo referencia a las atrocidades cometidas en el proceso de colonización de las Américas. El punto de partida de Bolívar para exponer la causa independentista de las Américas es reconocer que demoró unos tres siglos para que los líderes de las Américas si quiera considerasen al continente como preexistente a la relación paternal con la Corona española, mucho menos imaginar al rey y sus sátrapas como genocidas.

Luego de la introspección, el Libertador hace referencia a la irracionalidad del sistema colonial español, pero sobre todo a la frialdad de las demás potencias mundiales en permitir la supervivencia de un sistema cuasi-feudal en un mundo amante de la libertad. Y Bolívar culmina su reflexión resignado a la incertidumbre del futuro, resignado a que de la revolución podrían nacer repúblicas, aristocracias y monarquías, resignado a la libertad de cada una de las 17 naciones latinoamericanas de entonces a decidir su futuro.





La edad oscura

“Tres siglos ha, dice usted, que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón. Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades.”

Existen algunos paralelos entre el presente y el contexto en el que Bolívar escribió su famosa Carta de Jamaica. En su carta, Bolívar celebra a Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas a mediados del siglo XVI, por sus escritos detallando el genocidio de las sociedades nativas de las Américas. Los escritos de Bartolomé de las Casas, la más famosa su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, escrito en 1552, no fueron ampliamente publicados sino a finales del siglo XVI.

Similarmente, el genocidio del hombre liberal latinoamericano lleva tres décadas en marcha. Enunciar los detalles de la sistemática destrucción de la institucionalidad liberal y su legado cultural es hoy equivalente a traición, en el peor de los casos, o fascismo, en el mejor de ellos. Al igual que el mundo europeo estuvo bajo el velo de la edad oscura desde inicios del milenio hasta el renacimiento del siglo XVII y XVIII, América Latina hoy atraviesa por un oscurantismo que rechaza la razón en favor de la superstición. Así como en el pasado el fanatismo religioso permitió atrocidades que fueron ignoradas, hoy el fanatismo ideológico permite la exterminación de la libertad.

Esta semana, por ejemplo, el juez del Tribunal Supremo Federal de Brasil, Antonio Dias Toffoli, anuló todas las pruebas en contra del actual presidente Luiz Inácio “Lula” da Silva obtenidas a partir del acuerdo de colaboración con la empresa Odebrecht. El juez Toffoli calificó el encarcelamiento de Lula por corrupción como “uno de los mayores errores judiciales de la historia del país, se trató de un montaje fruto de un proyecto de poder de determinados agentes públicos en su objetivo de conquistar el Estado”.

Y peor aún, el juez calificó de “tortura psicológica” los métodos de la fiscalía que en 2018 logró la condena de Lula y ordenó el inicio de una investigación en contra de los fiscales. A pesar de lo grotesco de las mentiras y el abuso, EE.UU., la Unión Europea y 60% de los brasileños aplauden la gestión de quien orquestó el desfalco de entre $2.000-$13.000 millones.

En Colombia, similarmente, eligieron a un exguerrillero como presidente, en un país donde más de medio millón de personas han muerto producto del conflicto armado. Un presidente que en menos de un año no ha logrado desmentir sus lazos con grupos narcocriminales. La dictadura en Venezuela lleva más de dos décadas, se estima que el régimen ha ajusticiado a alrededor de 6.000 personas cada año desde 2016 y las cifras por desnutrición son espeluznantes: 25% de las muertes de niños menores de un año es por falta de alimento, mientras que en Chile es de 0,5%. En Panamá, 60% de los presos no ha visto un tribunal ni mucho menos una sentencia.

Estamos atravesando por una edad oscura en América Latina. Y no porque se subrayen los problemas en este escrito, sino porque se ignoran a diario en el imaginario regional.

No deberíamos esperar tres siglos como hicieron nuestros antecesores para librarnos del yugo de la ignorancia y la dominación del fanatismo ideológico. Tres décadas de falsa revolución deberían ser suficientes.

Nueva colonización

“¡Qué demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar la América sin Marina, sin tesoros y casi sin soldados!”.

En su carta a Henry Cullen, como parte de sus esfuerzos para obtener apoyo europeo, Bolívar calificó como demencia la actitud de la Corona española y su afán de dominar a sus colonias. Hoy, de igual forma, pareciera que sufrimos de una demencia colectiva que alienta el afán de unos pocos desadaptados de dominarnos sin razón, lógica ni estrategia. En Panamá, el expresidente y exconvicto Ricardo Martinelli cuadriplica al segundo lugar en intención de voto de cara a las elecciones presidenciales de 2024. En El Salvador ciegamente celebran 400 días sin homicidios, ciegos a los más de 80.000 hacinados y detenidos sin debido proceso. Igualmente, en México ovacionan a AMLO por anunciar que en 2024 aumentará el salario mínimo un 20%… en un año electoral.

Pues el mismo Bolívar también fue incrédulo ante tanta insensatez. “¿[el poder] civilizado, comerciante y amante de la Libertad, permite que una vieja serpiente, por solo satisfacer su saña envenenada, devore la más bella parte de nuestro globo… ¿está [el poder] sorda al clamor de su propio interés?, ¿no tiene ya ojos para ver la justicia?, ¿tanto se ha endurecido, para ser de este modo insensible? Estas cuestiones, cuanto más las medito, más me confunden: llego a pensar que se aspira a que desaparezca la América”. Debemos rescatar del pensamiento de Bolívar de estos oclócratas del presente, que, al igual que la Corona española del pasado, harán todo por mantener el poder y dominar, a pesar de la demencia material a la cual someten a nuestras poblaciones.

Así como durante el proceso de colonización, hoy estos oclócratas (en su mayoría vestida de izquierdas progresistas) han querido eliminar nuestra historia, nuestros valores, nuestra identidad política. El liberalismo y la república nunca fue una imposición extranjera, sino la primera opción de nuestros próceres. La Carta de Jamaica es una perfecta exposición de cómo fue una decisión propia de nuestros libertadores escoger un sistema de gobierno que ante todo proteja la libertad del individuo. Estos neo-colectivismos, neo-socialismos, neo-comunismos y supuestos progresismos, sí son foráneos y construidos con el resentimiento de poblaciones muy lejanas a nuestras realidades. No permitamos que nos colonicen nuevamente estos ideólogos “sin Marina, sin tesoros y casi sin soldados!”

América Republicana

“¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!”. El sueño de Bolívar de una América unida, no era un imperio regional o una potencia mundial, consistía de 17 repúblicas y un congreso con sede en el istmo de Panamá. “¡Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los representantes de las repúblicas a tratar y discutir sobre los altos intereses de la Paz y de la Guerra, con las naciones de las otras tres partes del Mundo”.

Algunos quieren mantenernos sometidos a la costumbre de nuestra insuficiencia. Falsos profetas que victimizan nuestra existencia y nos roban del orgullo de nuestro trabajo y la grandeza del sacrificio de nuestros antecesores.

“Seguramente, la unión es lo que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras civiles, formadas generalmente entre dos bandos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos, aunque más vehementes e ilustrados”.

Paradójicamente, hoy estamos sometidos por un discurso político que, si bien solo se apoderó de la institucionalidad hace tres décadas, ha empleado tecnologías nunca antes vistas para colonizar la mente de los menos libres.

Nuestra unión no requiere de un mesías. Estamos unidos por la tiranía del mismo yugo. “Es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. La América está encontrada entre sí, porque se halla abandonada de todas las naciones; aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios militares, y combatida por [los tiranos], que poseen más elementos para la guerra, que cuantos nosotros furtivamente podemos adquirir”. Una real lectura de nuestra historia, una simple lectura de la Carta de Jamaica, rasga el dominio de la oscuridad con su llamado natural a la libertad.