Derrotar el desaliento, por Marta de la Vega @martadelavegav

Derrotar el desaliento, por Marta de la Vega @martadelavegav

En medio de los forcejeos legales y políticos del régimen actual venezolano, usurpador y tiránico, para hacer imposible la elección primaria propuesta por el conjunto de las fuerzas democráticas en una dirección unitaria a fin de escoger a quien enfrente el oficialismo en los comicios presidenciales previstos constitucionalmente para diciembre de 2024, ha resurgido la esperanza de que es posible lograr una transición hacia la democracia.

En un país arruinado, martirizado por las carencias y precariedades para la mayoría de la población, un grupúsculo privilegiado se ancla en la opulencia y despliega su vida y quehaceres en medio de suntuosos lujos, objetos, ropa, carros y casas exhibidos sin pudor, integrado por algunos “enchufados” y oportunistas que han sucumbido a las prebendas y el saqueo de las arcas públicas junto con altos funcionarios del gobierno de Maduro.

Hay otros que empujan con voluntad titánica emprendimientos para vencer los efectos de la crisis compleja, múltiple y sistémica de la economía, pese a los riesgos enfrentados que terminan por quebrar muchas de estas iniciativas; por último, muy pocos, que podríamos llamar “ricos de cuna”, tratan de sobrevivir con sus actividades comerciales y empresas productivas frente a los embates de control y fiscalización del poder dominante en Venezuela.





La falta de cohesión de quienes se consideran opositores hace que, para nuestro asombro, integrantes de las cúpulas del sector privado, hagan el juego a la dictadura y aboguen por la eliminación de sanciones que, si bien afectan en ciertos sentidos a la población, no son la causa del éxodo de casi ocho millones de personas ni estuvieron a la raíz de la catástrofe humanitaria compleja que enfrenta el país y atenaza la existencia diaria de muchísimos venezolanos. Son muy posteriores y justificadas ética, económica, social y políticamente, con poderosos argumentos y razones que las provocaron.

Lamentablemente la coyuntura mundial con la guerra en Ucrania a causa de la invasión del gobierno de Putin, obsesionado por recuperar la potencia imperial rusa y aliado cercano del gobierno de China, enfrenta hoy a los países de la Unión Europea y a la OTAN contra el agresor a riesgo de una nueva conflagración de alcance imprevisible por la amenaza nuclear del Kremlin y sus satélites, el más inmediato, el dictador Lukashenko de Bielorrusia.

Por otro lado, la deriva autoritaria y los llamados “socialismos del siglo XXI” que se han instalado en América Latina no favorecen el respaldo de la comunidad internacional para ejercer presión diplomática, continuar con sanciones selectivas e individuales y brindar apoyo a los defensores de los derechos humanos y a la sociedad civil venezolana. Se desvanece la solidaridad regional como un factor importante en el camino de la restauración de la democracia en Venezuela.

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, envuelto en gravísimos escándalos de corrupción de sus más cercanos colaboradores que también lo salpican a él, atiza el fuego al pedir que cesen las sanciones impuestas por la comunidad democrática internacional a favor de la impunidad de Maduro y sus cómplices, no solo acusados de corrupción sino de crímenes atroces y delitos de lesa humanidad ante el tribunal de la Corte Penal Internacional de La Haya.

Lidiar con un régimen inicuo en la situación política difícil que vivimos en Venezuela es demasiado desafiante y desalentador. ¿Cómo enfrentar el desaliento? No ceder a la desesperanza. Hay ejemplos de regímenes opresivos y sanguinarios que por cambios internos o presión internacional fueron derrotados. Pompeyo Márquez decía que la solución a esta crisis múltiple del país iba a ser inédita. La esperanza es un poderoso motor de cambio.

La información confiable y la participación cívica son factores claves. El autocuidado y la búsqueda de apoyo de familiares y amigos es crucial para contrarrestar los riesgos de depresión y ansiedad por una situación prolongada de tensiones e incertidumbre. En fin, proteger la seguridad personal dado que estamos ante una amenaza permanente de represión política y mirar un cambio positivo en perspectiva de largo plazo son decisivos para no desplomarse. No hay solución fácil para un problema tan complejo como el de Venezuela.