Vivir en una tienda de campaña pese a trabajar, la crisis de vivienda que azota a Portugal

Vivir en una tienda de campaña pese a trabajar, la crisis de vivienda que azota a Portugal

Campamento improvisado en el que se han instalado personas que no pueden hacer frente al pago de una casa, en Carcavelos (Portugal), con la crisis de vivienda que azota Portugal, con precios disparados a los que a veces no llegan incluso los que tienen un salario. EFE/ Paula Fernández

 

Ana Maria y su marido viven en una tienda de campaña porque no consiguen pagar un alquiler. Es una de las familias instaladas en un campamento improvisado ante la crisis de vivienda que azota Portugal, con precios disparados a los que a veces no llegan incluso los que tienen un salario.

Ana Maria tiene 50 años y llegó a Portugal procedente de Brasil hace dos décadas, pero tras pasar por varias regiones del país luso ha acabado viviendo acampada en un pinar en Carcavelos, a unos 20 kilómetros de Lisboa, donde cada mes llegan más personas que no pueden afrontar el pago de una casa.

La brasileña y su marido llevan un mes en la tienda. “No aguanto más“, se desahoga con EFE, a quien accede a contar su historia con la condición de no ser grabada.

El calvario empezó hace tres años con la llegada de la pandemia, cuando el hotel donde trabajaba limpiando cerró y se quedó en la calle.

Pasaron por un albergue y por la casa de su suegro, pero tuvieron que marcharse y dormir al raso hasta que otra brasileña les contó que vivía en un campamento improvisado en Carcavelos.

Consiguieron la tienda y se instalaron. “Vivíamos de la renta mínima, pero es muy poco, sólo 210 euros“, explica.

Ahora el marido ha encontrado trabajo, pero aun así acceder a una vivienda se presenta como un reto complicado de superar.

Piden 700, 800, 900 euros. Y no sólo eso, quieren una fianza de dos o tres meses. Es imposible incluso trabajando, nos quedamos sin comer“, lamenta.

En Portugal, el precio de la vivienda creció un 94 % entre 2015 y 2022, según un estudio coordinado por el exministro luso de Economía Carlos Tavares, y Lisboa ya está entre las ciudades europeas más caras de Europa.

Entre la proliferación de pisos turísticos y la llegada de extranjeros, atraídos por visados especiales para inversores y nómadas digitales, los residentes habituales de la capital se ven cada vez más abocados a dejar la ciudad.

Un simple estudio ya supera los 1.000 euros, en un país donde el salario mínimo está en 760 euros y el medio en 1.288 brutos, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Bajo los árboles del pinar se oyen las voces procedentes de la playa de Carcavelos, a apenas 100 metros, y del colegio privado que está al otro lado del muro, uno de los más caros del país.

Allí, Ana Maria pasa los días a la espera de encontrar una solución. “Aquí el día a día es lo que ves, paso el día entero sola“, dice.

Para ducharse pueden acudir a una parroquia cercana, pero sólo abre hasta las 17 horas y cuando llegan al campamento tras desandar el camino vuelven a estar sudados, relata.

Por eso Ana Maria prefiere bañarse en las duchas de la playa. “Yo no tengo miedo al agua fría”.

Y todo es gastar dinero“, se queja, mientras señala un montón de ropa sucia que tiene para lavar. Recurren a una lavandería cercana, pero es otro gasto.

Campamento improvisado en el que se han instalado personas que no pueden hacer frente al pago de una casa, en Carcavelos (Portugal), con la crisis de vivienda que azota Portugal, con precios disparados a los que a veces no llegan incluso los que tienen un salario. EFE/ Paula Fernández

 

Mientras la brasileña cuenta su historia, otra mujer del campamento se acerca a pedir prestada alguna moneda para ir al supermercado. “A ver si consigo algo para cenar”, susurra antes de irse.

Al asentamiento siguen llegando personas nuevas. A unos 20 metros de donde vive Ana Maria, una mujer está colocando su propia tienda.

No quiere dar su nombre ni contar su historia -“Es muy difícil“, dice apenada-, y explica que tiene que salir de su casa cuando acabe el mes porque le han subido el alquiler y ya no puede afrontarlo.

Para enfrentar la crisis de vivienda, el Gobierno socialista luso impulsó un paquete para el sector con medidas como limitaciones y tasas a los pisos turísticos y un tope a la subida de nuevos contratos de alquiler.

Al plan, que todavía no ha entrado en vigor, le han llovido las críticas y hasta un veto presidencial por “irrealismo” en los resultados que espera conseguir.

En Carcavelos, la esperanza en las medidas es poca. “Falta mucha ayuda“, se queja Ana Maria, que únicamente piensa en conseguir una casa pronto para salir del campamento.

A las afueras del pinar, junto a la estación de tren, un cartel pegado a una farola recuerda la manifestación convocada este sábado en varias ciudades del país por el derecho a una vivienda digna.

Está organizada por el movimiento “Casa para viver” (“Casa para vivir”). Algunos ya no tienen ni eso. EFE

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