Alberto Ray: El gran juego de coordinación, el desafío de María Corina

Alberto Ray: El gran juego de coordinación, el desafío de María Corina

En el casi cuarto de siglo que lleva el chavismo en el poder es mucho lo que se ha transformado la política, tanto en Venezuela como en el resto del planeta. Esta transformación, sin embargo, no es una metamorfosis simple de las formas o nuevos estilos de liderazgo partidista, la política ha evolucionado hacia un territorio en el cual las leyes lineales del orden y la certeza han dejado de funcionar, por tanto, los modos tradicionales de analizar la realidad y sus conflictos también se han hecho inoperantes. En consecuencia, el desafío que tenemos por delante no es menor, o comenzamos a descubrir y comprender la complejidad en la que estamos inmersos o seguiremos siendo incapaces de resolver las grandes crisis que nos ahogan.

Pareciera existir un consenso sobre el entendimiento de la realidad actual en la cual el caos no es una zona oculta y apartada que intentamos evitar, sino que, por el contrario, se impone como condición de default del universo, y que el orden está reducido a raras islas en medio de la entropía. Bajo esta perspectiva, las leyes del caos han servido para explicar muchos fenómenos emergentes, en los que las leyes del orden se han quedado sin respuestas.

“No se puede olvidar ni por un instante que el régimen de Maduro también juega en su estrategia de coordinación y nunca debe subestimarse”





En tal sentido, es necesario comenzar dejando por sentado que lo complejo es en esencia, el producto de múltiples y espontáneas interacciones entre un gran número de fuerzas que operan dentro de un sistema, que de alguna manera se autoorganizan y logran sobrevivir mediante la adaptación continua al entorno que siempre es cambiante. La política es por su propia naturaleza pública, uno de estos sistemas complejos, siempre lo ha sido, pero hoy con una diferencia clave, que ya no es capaz de producir certezas sino incertidumbre.

Uno de los aspectos primordiales, no sólo para sobrevivir, sino para tener éxito en la complejidad es la capacidad que tengan individuos y organizaciones de coordinar con otras variables del sistema, a fin de interactuar sinérgicamente frente a la incertidumbre.

La supervivencia en medio del caos comienza por realizar acuerdos mínimos que permitan converger en torno a intereses comunes. En la medida que estos acuerdos comienzan a funcionar y crecer surge un juego de coordinación entre actores, lo que significa la fundación inicial para que emerja una estructura de orden. En términos simples, el juego de coordinación permite que los participantes obtengan mejores resultados cuando sus acciones se alinean hacia los mismos intereses.

Si comenzamos a comprender la complejidad vamos también a entender que los juegos de coordinación sustituyen a la estrategia tradicional de la política basada en la unidad. El propósito principal del juego de coordinación es reducir la incertidumbre en torno a la capacidad que tenga un sistema de lograr sus objetivos.

“O comenzamos a descubrir y comprender la complejidad en la que estamos inmersos o seguiremos siendo incapaces de resolver las grandes crisis que nos ahogan”

Lo que ocurre hoy en Venezuela con la elección primaria es un magnífico ejemplo de juegos de coordinación. Si múltiples actores políticos, aunque no estén aliados, convergen en el propósito de realizar la elección para legitimar un liderazgo, inclusive por encima de los obstáculos erigidos por el sistema, las fuerzas, además de alinearse, se harán más robustas en el proceso. Para tener éxito no se requiere unidad sino jugar coordinadamente. De la misma forma, llegado el caso que el régimen decida darle el palo a lámpara, y suspender la Primaria, el juego de coordinación entre las fuerzas tendrá que alinearse según sus intereses y converger en un liderazgo que las represente, ya que el propósito siempre es reducir la incertidumbre.

En los juegos de coordinación todos los miembros del sistema son jugadores con capacidad de cambiar la realidad, por ello es clave que la gente, dentro y fuera del país se involucre, pues el interés particular se alineará al de la mayoría y se impondrá el objetivo convergente que garantiza la supervivencia del sistema y representa el éxito.

Un elemento muy importante en los juegos de coordinación es que siempre se requiere alinear los propósitos particulares con los objetivos a lograr. En este sentido, la estrategia del juego en unidad es muy distinta. Con la unidad es necesario el sacrificio de unos para el beneficio de otros; es decir, unos ganan y otros pierden, mientras que con la coordinación se teje una relación compleja de intereses en la cual unos ganan más que otros, en función de sus expectativas, intereses y posicionamiento al momento de jugar. Es por ello, que en este juego de coordinación en la Venezuela actual María Corina Machado ha avanzado más rápido, porque su decisión de desmarcarse hace tiempo del modelo de unidad y jugar tempranamente a coordinar factores que no obtenían beneficios de lo unitario, le dio una ventaja estratégica significativa. A este proceso María Corina lo llamó “construir fuerza”, que en su momento no resultaba evidente para muchos, pero ahora está muy claro. En este devenir de la coordinación ha ocurrido un fenómeno en extremo interesante que es el “despertar” de las bases. Me refiero a las estructuras primarias de la mayoría de los partidos y organizaciones del país que entendieron primero en sus cúpulas el juego de coordinación y decidieron alinear sus intereses a los del proyecto de Machado. Un detalle adicional que no quiero dejar escapar es que en la unidad se limita la diversidad en función del objetivo, mientras que en los juegos de coordinación todos los actores pueden ser diferentes, la única condición es alinear algunos de sus intereses para converger en los objetivos trazados.

Otra dimensión clave que se entiende a partir del análisis desde la complejidad es que los juegos de coordinación sólo son posibles desde dentro del sistema, y no fuera de él. Hay por allí una cantidad de viudas antisistema, que en su linealidad epifenoménica parecieran no entenderlo, y siguen utilizando el argumento que dentro del sistema diseñado por el chavismo sólo sobrevive el chavismo. Los juegos de coordinación son públicos, por tanto, nunca pueden ser conspirativos, porque las fuerzas al coordinarse y manifestarse en el movimiento convergente se hacen evidentes y sus efectos son de transmisión directa a otros, que, si bien dudan en principio, luego deciden sumarse. Este fenómeno se ha manifestado en la reducción progresiva de quienes no se decidían a participar en la elección primaria. En mi trabajo sobre análisis de la complejidad he visto simulaciones en las cuales las probabilidades de éxito en juegos de coordinación como los de Venezuela de quienes deciden jugar fuera del sistema son del 4% de éxito, mientras que aquellos que juegan, a pesar de las adversidades y el bajo nivel de control, dentro del sistema tienen 14 veces más posibilidades de éxito; es decir, hasta un 56% (entiéndase que la tasa de fracaso sigue siendo alta, de un 44%). Aquí vale aclarar que si de algo le ha servido este cuarto de siglo al chavismo es para construir su propio sistema y demoler cualquier otro. En la Venezuela de hoy, por tanto, sólo existen dos opciones, jugar dentro o jugar fuera, cada una con las tasas de éxito señaladas.

“Las leyes del caos han servido para explicar muchos fenómenos emergentes, en los que las leyes del orden se han quedado sin respuestas”

El gobierno interino fue un buen ejemplo inicial de jugar fuera del sistema con probabilidades de éxito, sin embargo, rápidamente, dejó de jugar a la coordinación (por razones que no tengo espacio para analizar en este texto) y entró en la estrategia de la unidad, lo que lo descolocó hasta su disolución.

Hugo Chávez por su parte, fue un early adopter de los juegos de coordinación y, de hecho, cuando intentó jugar por fuera en 1992 falló, por lo que optó en 1998, a pesar de las dificultades, jugar dentro y ganó. Pero la historia no se detuvo allí, Chávez mantuvo los juegos de coordinación para darle fuelle a su gobierno, ya que no tenía otra opción. Él sabía que no podía jugar a la unidad con aquello que estaba destruyendo, de allí que dejó en un bando a los que decidieron unirse para defender un sistema que se extinguía, mientras, por otro, coordinaba para arrastrar a miles a su narrativa pública y abiertamente revolucionaria. Esto explica un atributo que siempre le dieron al chavismo: “Ellos siempre dicen lo que van a hacer”.

Nicolás Maduro fue heredero de los juegos de coordinación de su jefe, pero como su gobierno siempre fue de supervivencia y nunca de éxito, se limitó a coordinar con actores internos y externos cuyo único propósito de convergencia era la explotación indiscriminada de recursos (lícitos e ilícitos) para sostener la estructura de poder y no el desarrollo de la nación. En este caso, el modelo ha probado su validez, pero con una gran falla de diseño, y es que en los sistemas complejos criminales sólo existen dos factores cohesionadores para la convergencia, el dinero y la lealtad, y cuando el primero escasea, el segundo se reduce dramáticamente. A esto debe agregarse una contradicción, y es que para sacar provecho de la complejidad los sistemas deben ser abiertos, lo que resulta prácticamente imposible, si la convergencia de intereses está acordada principalmente con actores criminales, que operan en las sombras y bajo el signo del secretismo. Es por ello que, cuando el régimen decidió abrir la economía, no pudo mantener cerrada la corrupción. Durante un par de años en Venezuela ocurrió un fenómeno pocas veces sostenible, que fue un juego de coordinación entre actores criminales a plena luz, esto por supuesto no podía durar demasiado, y debió ser intervenido en medio del más espectacular defalco que nación alguna ha presenciado. El fallido juego de coordinación que tenía como slogan “Venezuela se arregló” jamás cumplió el objetivo de reducir la incertidumbre.

Un punto, que no es menor, vinculado con el juego de coordinación de la Venezuela arreglada, fue que una parte significativa de los jugadores no eran chavistas comprometidos, sino actores adaptativos que convergían en el interés de la explotación indiscriminada de recursos. Como estos actores usualmente no forman parte de los círculos cohesionadores de lealtad, al momento de la crisis son los eslabones más débiles de la cadena y terminan impactados más severamente, no es casualidad que haya decenas de ellos presos luego de la debacle en PDVSA.

Ahora, la oposición representada por María Corina Machado como intérprete principal del más importante juego de coordinación que la oposición le ha tocado jugar en los últimos 25 años, le toca combinar inteligentemente las fórmulas de la complejidad para sobrevivir en el 2023 y tener éxito en el 2024. La gran pregunta es: ¿Cómo se hace esto?

Lo que puedo decir por lo pronto, desde la perspectiva de la complejidad, es que María Corina tendrá que darle cabida a toda la diversidad de actores que tengan intereses genuinos y estén dispuestos a jugar abiertamente y con convicción en los propósitos en torno a los cuales deberán converger, que no son otros que derrotar electoralmente al régimen y acceder al poder. Ella deberá demostrar sus capacidades para tejer la más compleja red de coordinación que jamás en Venezuela se haya tejido entre todos quienes quieran jugar. Esto sólo es posible si y solo sí se tiene meridianamente claro que el objetivo es llegar a una elección presidencial con condiciones justas (este es el medio) y lograr una victoria electoral para acceder al poder (este es el propósito). Una vez logrado el objetivo, vendrá un nuevo juego de coordinación con nuevos intereses y propósitos, pero en esta oportunidad sobre un sistema con una topografía mucho más democrática.

Pero esa gran red de coordinación tiene además en sus raíces un segundo propósito, en el cual existe un interés aun superior a la victoria electoral, y es que toda Venezuela y el mundo convergen en el hartazgo hacia el modelo chavista; y la ruta electoral, a pesar de todas sus dificultades, es la única opción o medio válido de cambio dentro del sistema, en las condiciones actuales de la realidad y las capacidades de los actores. La habilidad del liderazgo político de María Corina se tendrá que traducir entonces en construir un juego de coordinación bajo la alineación de ambos propósitos: elección y hartazgo como ruta hacia el poder. Ese es el gran desafío para ella y de todos quienes la acompañen.

Es indispensable comprender que el hilo que va a tejer la red para el juego de coordinación está hecho de dos materiales: la confianza entre los actores y la rectitud a toda prueba del liderazgo. Los juegos de coordinación son frágiles y seguramente el régimen buscará cómo destruir los factores de cohesión. Sin embargo, mientras más se coordine, más posibilidades habrá de éxito.

Por último, no se puede olvidar ni por un instante que el régimen de Maduro también juega en su estrategia de coordinación y nunca debe subestimarse, porque, aunque tengan vulnerabilidades, el sistema es conducido por ellos, lo que agrega una asimetría muy significativa al momento de calibrar las fuerzas, lo que hace el juego aún más riesgoso.

Un sistema complejo puede derrumbarse cuando sus juegos de coordinación fallan, esa condición no ocurre con un evento único, es decir, no existe una bala de plata en contra del régimen. Se trata más bien de una estrategia acompasada que combine secuencia y simultaneidad de acciones que vayan desarmando la red, y que, llegado un punto crítico, simplemente no tengan capacidad para reaccionar. Veremos.