Estaba terminando el 2018 y hacía tiempo que Iara recorría el país a bordo de algún avión de la línea aérea Andes. Era azafata, desde chiquita había querido serlo, pero ese deseo, de pronto, se desintegró en el aire.
Por Gisele Sousa Dias | Infobae
Atrapada en el remolino de aquella devaluación, la compañía devolvió algunos de sus aviones, canceló rutas y despidió casi a la mitad de sus empleados. Iara tenía 24 años y fue una de las que se quedó sin trabajo: ese fue su debut con su profesión en un empleo formal en relación de dependencia.
Como su plan siempre había sido explorar el mundo, al año siguiente se fue a viajar y se instaló en Australia, donde trabajó como camarera en bares y restaurantes. Hasta que en el último verano, después de cuatro años lejos y habiendo pasado la pandemia completa a 13.000 km de su familia, quiso volver a Argentina.
Extrañaba a su gente, a sus amigos, a sus amigas, su idioma, sus costumbres.
Ahora Iara, que ya tiene 29 años y volvió al país de ese largo viaje siendo bilingüe, tiene un trabajo que no se parece en nada a los anteriores: se dedica a vender “fantasías sexuales” a través de la plataforma Only Fans o por mensajería privada. ¿A quiénes? Especialmente a extranjeros, por lo que gestiona sus tiempos, no tiene jefes ni jefas y gana en dólares.
Del otro lado de la cámara, vestida con una polera negra y desde Mar del Plata, donde vive, Iara dice a Infobae: “Este trabajo me dio libertad financiera. Yo estaba bastante negada con la situación de Argentina, con la posibilidad de quedarme acá a vivir. Con este trabajo encontré una forma de mantenerme y pagar mi alquiler y no vivir preocupada y de mal humor, como le pasa a mucha gente”.
Unos amigos le contaron cómo funcionaba Only Fans, una plataforma que tiene unos 130 millones de usuarios en el mundo y 20 millones de “creadores de contenido”: personas que suben sus videos o fotos sexuales, más o menos explícitos (hay quienes sólo suben fotos de pies, como la bailarina Silvina Escudero, y hay quienes se las compran).
Le mostraron que podía subir su material y recibir ingresos en dólares por cada “fan” que se suscribiera a su cuenta. También por cada persona que quisiera “agregar al carrito”, digamos, algo personalizado.
Aunque para mucha gente pueda sonar a “venderle el alma al diablo”, a Iara -que todavía está en los “veintis”- le pareció un prejuicio vintage alrededor de una idea interesante.
“Creo que hay una nueva generación que nos estamos cuestionando todo ese tabú alrededor del sexo y las mujeres; también lo que es el porno o el contenido para adultos”, dice. “La verdad es que entre la gente de mi edad vender contenido para adultos está cada vez más visto como algo normal, como un trabajo más”.
Nada en su imagen se parece a la idea que muchos todavía tienen de las mujeres que hacen porno: Iara no tiene implantes mamarios ni relleno en los labios, no está teñida de rubio y apenas usa maquillaje. Y es que mostrarse “real” era, para ella, parte de lo interesante.
“Quería resignificar algo del porno tradicional, ese porno irreal que creó tanto desconocimiento acerca del cuerpo de las mujeres, de nuestros orgasmos…”, explica. “Me interesaba pasar de esas escenas sexuales forzadas e irreales a mostrar lo que me gusta. Mostrar que una puede hacer lo que una quiere, cuánto quiere y cómo quiere”.
En los videos que sube a Only Fans no tiene sexo con otras personas. Se muestra sola, baila, se desnuda, puede o no tocarse, “lo que me den ganas”, dice. “Siempre apunté más a un tipo de público que me quiera ver a mí. Busco lo sexy, lo sensual para atrapar así a la persona que está del otro lado. Si quiero ir a más, voy”.
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