Misery: cómo se eligió a la villana más mala pero querible y las asperezas reales entre los protagonistas

Misery: cómo se eligió a la villana más mala pero querible y las asperezas reales entre los protagonistas

James Caan y Kathy Bates, en Misery

 

Basada en una novela de Stephen King, sin recurrir a monstruos, criaturas sobrenaturales o efectos especiales, la historia aterrorizó a una generación que todavía se asusta con la frase “soy tu fan número uno”

El día que Kathy Bates cumplió 42 años sintió que llegaba a esa etapa donde muchas personas creen que la vida más que brindar nuevas oportunidades impone limitaciones. Era 1990 y sabía que, con una prolífica carrera en el teatro, gozaba de cierto prestigio, y que en el boca a boca se repetía que si ella actuaba, valía pagar la entrada. Sin embargo, lo que le sobraba de prestigio lo carecía en popularidad. Ninguna de sus presentaciones había sido un exitazo de taquilla ni mejorado notablemente sus cuentas. Fuera del selecto mundillo teatral era una ilustre desconocidaNo se sentía defraudada pero tampoco plena.





Por Infobae

Fue entonces que llegó a sus manos pequeñas y regordetas el guion de Misery. La invitaban a ponerse en la piel de Annie Wilkes, una fanática (alerta spoiler) de apariencia inofensiva que, bajo la premisa “Soy tu fan número uno?, secuestraba a su novelista preferido y lo torturaba para que reescribiera su próximo libro.

Su agente le explicó que el director y productor Rob Reiner tenía bien en claro que la protagonista de Misery no sería una actriz famosaNinguna se atrevería a encarnar el personaje de una desquiciada con quien quedarían identificadas. Tampoco podía ser dueña de una belleza impactante porque precisaba verse como una mujer común. Es cierto que sin una cara famosa, quizás la película no sería un éxito. Pero el gancho no eran sus protagonistas sino su autor, Stephen King, y la pasión que provocaba en sus lectores.

 

Con su estilo tan adictivo como atractivo y su capacidad para narrar historias que cuentan miedos intrínsecamente humanos, King contaba con una legión ya no de lectores sino de fanáticos. Para escribir su novela número 25 se inspiró en el caso de Genene Jones, una enfermera voluntaria que, aunque no había secuestrado a ningún escritor, sí se descubrió que inyectó drogas peligrosas a varios bebés. Su objetivo era crear una emergencia médica para luego ser reconocida por atenderlos y cuidar de los que parecían sus protegidos, y en realidad eran sus víctimas.

Celoso de su obra, King impuso como condición que la adaptación en la pantalla grande de su novela estuviera a cargo de Reiner, el único director que no lo había defraudado al pasar su texto a pantalla en Cuenta Conmigo. Reiner nunca antes había filmado una película de terror pero se inspiró en el gran maestro del rubro, Alfred Hitchcock. Su trabajo fue tan bueno que el autor de Carrie asegura que Misery es una de las mejores adaptaciones entre las 71 de sus historias que se llevaron al cine. Eso sin contar los relatos que cede a proyectos de aficionados y estudiantes a cambio de ¡un dólar!

 

Con la idea en marcha y un presupuesto de 20 millones de dólares, Rainer y su guionista, William Goldman, se centraron en encontrar a una actriz de cara desconocida pero con talento reconocido. Alguien de mediana edad, con aspecto confiable y de buena persona, con un rostro agradable pero no de esos que se perciben de otro level. Necesitaban una actriz capaz de interpretar a una inofensiva ama de casa, más a una apasionada admiradora y una terrible psicópata. Un auténtico tres por uno.

La primera convocada fue Anjelica Huston, pero lo rechazó no porque no le gustara la idea sino porque se había comprometido con otro proyecto. La segunda opción fue Bette Midler, que al conocer la historia se negó a participar porque algunas secuencias le resultaron demasiado violentas. Con los años reconocería que aquella decisión fue bastante “estúpida”.

Alguien sugirió el nombre de Kathy Bates. Cuando la actriz de teatro llegó a la prueba de cine con su sonrisa tímida y belleza normal algunos dudaron que fuera la indicada, pero ella se encargó de demostrar que no siempre “la primera impresión es lo que cuenta”. Apenas Rainer comenzó a grabar, Kathy enmudeció a todos. Si el lector vio la película puede dar fe. La transformación de esa actriz de apariencia intrascendente es fenomenal. Bates logró imprimirle a su personaje una dosis adecuada de patetismo, ternura y desquicio. Su Annie hasta el día de hoy figura como un de las malas más malas del cine y, sin embargo, en vez de odiarla no podemos menos que sentir pena por ella. Más que ganas de que termine presa queremos que la internen en un buen psiquiátrico; eso sí, alejada de martillos.

 

Elegida la protagonista faltaba conseguir al protagonista. Y acá lo que parecía una oportunidad se transformó en problema. Aunque era un protagónico y en una película que desde el vamos tenía destino de éxito, muchos actores rechazaron el rol. Warren Betty, Harrison Ford, Dustin Hoffman y Robert De Niro se negaron a interpretar a un escritor sometido por una mujer, que pasaría gran parte del rodaje atado a una cama y no precisamente en escenas de galán seductor ni del tan mentado alto contenido erótico.

Otro que descartó el convite fue Michael Douglas. Aseguró que aunque no tenía problemas para ponerse debajo de una mujer, ya sea en una película como en su vida real, esa historia le parecía muy sádica. Jack Nicholson también rechazó convertirse en Paul Sheldon. A él no le molestaba el personaje sino el autor. No quería actuar en otra película basada en un libro de Stephen King, ya que había protagonizado El resplandor, en 1980.

Con la lista de candidatos cada vez más acotada surgió el nombre de James Caan que con su irascible Sonny en El Padrino y su violento veterano de Rollerball se había ganado el apelativo del “nuevo cowboy”. Según Caan, su elección fue “fue una broma privada de Reiner, que dijo: ‘Consigamos al más neurótico actor de Hollywood y pongámoslo en una cama durante 15 semanas’”. Aceptó.

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