El día que Osho y sus seguidores intentaron envenenar a un pueblo entero para ganar las elecciones

El día que Osho y sus seguidores intentaron envenenar a un pueblo entero para ganar las elecciones

A principios de los ochenta, hacía casi una década, que Osho era el guía oriental más conocido en Occidente. Sus seguidores se multiplicaban. Se distinguió del resto con una inteligente campaña promocional (Photo by Sondeep Shankar/Getty Images)

 

La historia de la democracia guarda muchas historias sobre trampas y límites que se han traspasado para sacar ventajas en las elecciones. Compra de votos, robo de urnas, candidatos proscriptos, fiscales venales y hasta el extremo de atentar contra un candidato con posibilidades. Lo nunca se había intentado para triunfar en un comicio fue lo que pasó en 1984 en Wasco, un pequeño condado de Oregon: envenenar a todo el electorado.

Por infobae.com





Se trató también no sólo del primer ataque bioterrorista en la historia de Estados Unidos, sino del más grande de su historia. 751 afectados. Y casi medio centenar debió ser internado en grave estado. Afectó desde bebés de pocas semanas hasta a ancianos de 87 años. Y sólo se trataba de una prueba, de un ensayo para el gran envenenamiento que nunca llegó a tener lugar.

Se lo conoce como Osho pero nació como Chandra Mohan Jain el 11 de diciembre de 1931. Ya convertido en líder espiritual pasó a llamarse Bhagwan Shree Rajneesh.

Las prédicas de Osho

A principios de los ochenta, hacía casi una década, que Osho era el guía oriental más conocido en Occidente. Sus seguidores se multiplicaban. Se distinguió del resto con una inteligente campaña promocional. Hablaba de liberarse de ataduras, de aceptar la abundancia, se oponía a las religiones. Era elocuente, con un discurso atractivo. Un aspecto más en sus enseñanzas generó interés inmediato: predicaba el amor libre, el sexo sin ataduras. Era el Gurú del Sexo.

Tenía otra característica fundamental, imprescindible para todo lo que vendrá: es convincente, muy convincente. Conseguía que personas de fortuna le dieran dinero y le donaran bienes. Un eficaz (e incansable) recaudador espiritual.

Dentro de sus enseñanzas hubo algunas con mucho predicamento. En especial aquellas que se alejaban de los preceptos más habituales de las religiones monoteístas. No había culpa. Pero tampoco ascetismo: ni material ni físico. La riqueza (o la abundancia según sus palabras) y el sexo eran bienvenidos.

El Bhagwan era muy crítico con Mahatma Gandhi y su prédica de la contención y del desprecio por lo material. Para él el ascetismo no tenía nada que ver con lo espiritual. Nadie puede decir que no fue alguien consecuente con sus enseñanzas: Osho llegó a tener una flota –la más grande del mundo- de 93 Rolls Royce (algunos de sus seguidores inició una campaña para conseguir que la cifra llegara a 365, así el líder tenía un auto distinto para cada día del año).

El sexo libre fue otro de los grandes atractivos. Sus enseñanzas podían interpretarse, todas, en clave del sexo sin límites: dar el salto y después pensar, liberarse de ataduras, lanzarse al mundo, la vida comienza cuando se pierden los miedos.

Se hablaba de grandes orgías que mezclaban lo místico con lo más profano, de parejas que rotaban constantemente y de seguidoras que se peleaban para ser elegidas por el líder. Los voceros del ashram llegaron a decir que había gente que tuvo noventa parejas sexuales diferentes en tres meses, casi una por cada Rolls Royce del jefe. Lo presentaban al mismo nivel que los hábitos saludables que estamos acostumbrados a escuchar: una relación con una persona diferente después de cada comida (la cena era muy frugal). La prescripción del gurú: tres comidas diarias, tres relaciones sexuales diarias (cambiando el partenaire).

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