Venezolanos se tambalean en punto migratorio colombiano sin dinero para seguir adelante

Venezolanos se tambalean en punto migratorio colombiano sin dinero para seguir adelante

Migrantes venezolanos duermen a la intemperie en Necoclí, Colombia. (AP Foto / Iván Valencia)

 

 

Para la venezolana Jennifer Serrano, 1.000 dólares es una fortuna inalcanzable. Sin ella, no tiene esperanzas de continuar con sus tres hijos y su esposo en el largo camino hacia Estados Unidos, lo que primero significa cruzar la peligrosa selva del Tapón del Darién.





Por Astrid Suárez | The Associated Press

Tiene que juntar el dinero en pesos colombianos porque los bolívares devaluados de su Venezuela natal no cuadran.

Sus hijos, de 9, 8 y 5 años, vomitan constantemente, enfermos de diarrea y gripe por vivir en tiendas de plástico en la playa de Necoclí, un pueblo costero colombiano cerca de la selva del Darién que forma la frontera natural entre Colombia y Panamá.

“No sabíamos que sería tan caro. Me habían dicho que costaría 160.000 pesos (37 dólares) viajar por el Darién y no trajimos más de 400.000 pesos (93 dólares) y eso se ha ido a la comida y los niños se han enfermado”, dijo Serrano, de 29 años.

Su situación no es única en Necoclí. Es común ver a los migrantes vendiendo artículos de primera necesidad como comida y agua o pidiendo ayuda a cualquier cara nueva que vean llegar para juntar dinero para continuar la ruta hacia el norte.

La economía local de la ciudad ha cambiado, y ahora gira en torno a los migrantes que han estado llegando durante varios años.

Los que merodean ya no se cuentan por miles, como en 2021 tras el terremoto de Haití. Ahora solo hay decenas, pero están estancados, la mayoría de ellos venezolanos y algunos de Asia y de otros países latinoamericanos.

Es común que las casas alquilen habitaciones por días y que la gente en las calles venda equipos de supervivencia para la selva: botas de goma, tabletas de purificación de agua, impermeables, bolsas de plástico, agua.

Sentada en una silla de plástico en la calle principal de la ciudad, Carolina García, de 25 años, amamanta a su hija de 2 años mientras ofrece agua, refrescos o cigarrillos por menos de un dólar en una ciudad por donde pasan más migrantes que turistas.

“Esto nos da algo de comer, y estamos invirtiendo y ahorrando dinero para emigrar”, dijo García, quien llegó a Necoclí con su hija y su pareja hace un mes desde Barinas, una ciudad en el centro-oeste de Venezuela.

Aníbal Gaviria, gobernador del departamento colombiano de Antioquia, lleva semanas advirtiendo sobre la situación en Necoclí y en localidades cercanas como Turbo y Mutata, donde otros migrantes también están varados por falta de dinero.

La migración se ha convertido en un negocio rentable en la zona. Los autodenominados “guías” cobran a cada persona 350 dólares por el pasaje en bote a Acandi, donde se adentran en la selva colombiana y suben al “cerro de la bandera”, donde comienza la sección panameña más peligrosa de la ruta.

Por unos 700 dólares, los migrantes pueden tomar otra ruta, en la que los guías prometen evitar la selva por completo e ir por mar hasta Panamá. Sin embargo, los barcos pueden naufragar en mar abierto o ser detenidos por las autoridades.

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