Una oposición que reclama democracia para Venezuela, obvio que ha de elegir democráticamente su candidatura presidencial, por lo menos, cuando las duras circunstancias así lo permiten. Muy pocas veces advertimos que la plataforma principalmente integrada por los partidos que tienen representación en el parlamento electo en 2015, es la que ha convocado a las elecciones primarias, nombrando una comisión especializada para implementarlas, objeto del más constante y peligroso asedio del oficialismo.
Además, el proceso ha contado con fortísimas limitaciones, sorteando los aspirantes también extraordinarios obstáculos de orden económico y logístico, por no mencionar el ámbito de la seguridad personal y la de sus seguidores. Valga el ejemplo, Delsa Solórzano ha sido severa, pública y abiertamente amenazada de muerte en los términos que ella misma ha denunciado.
Y es que no ha sido fácil llegar al día de hoy, 22 de octubre de 2023, y, por encima de las naturales diferencias políticas e ideológicas, es necesario reconocer el testimonio de valentía de los auténticos candidatos de la oposición. Valga subrayarlo, porque hay quienes – simple y patentemente – son desvergonzadas fichas al servicio de los intereses gubernamentales.
Hoy renovamos las banderas del libre sufragio y de la paz, enarboladas desde el siglo XIX como una estelar demanda política de los venezolanos que supimos por cuatro décadas del XX de una importante experiencia democrático-representativa, superior a la era participativo-protagónica de todos nuestros tormentos. Excesivamente confiados en quienes las traicionaron, en la presente centuria de nuevo alzamos esas banderas que se creyeron superadas.
Importa y mucho que honremos nuestro compromiso ciudadano, hoy, como lo hicimos el 16 de julio de 2017. Y dejemos claramente sellado nuestro mandato popular, en medio de la dictadura que no desea que nos expresemos, imperando descaradamente la censura oficial para tan trascendental evento.