Serrat: Aquellas pequeñas cosas, por León Sarcos

Serrat: Aquellas pequeñas cosas, por León Sarcos

Mi madre me enseñó que la patria es el lugar donde uno puede dar de comer a sus hijos… Que los músicos no paren de hacer sonar sus instrumentos y que los poetas no dejen de alzar su voz. Que los gritos de la angustia no nos vuelvan sordos y que lo cotidiano no se convierta en normalidad capaz de volver de piedra nuestros corazones, ha escrito el poeta Joan Manuel Serrat.

Serrat desenredó los complejos tejidos de la existencia humana: el amor, la libertad, la búsqueda, el sufrimiento, la soledad, la pasión y el placer, y los convirtió en una poesía melodiosa asumida por millones de almas, mediante sutiles metáforas que hicieron de varias generaciones miembros enternecidos del coro de una iglesia laica que creció para cantar al amor, a la belleza y a la libertad.

Sensibilidad y sentimiento único 





Es uno de los pocos cantautores que lo que escribe, compone y canta, no puede interpretarlo otro con igual propiedad y el mismo sentimiento, simplemente porque es inimitable. Sus letras –y sus arreglos– están creadas a su medida, fueron escritas y compuestas solo por y para él, nacen de lo profundo de su ser y solo pueden transmitirlas la tesitura de una voz cálida y sugestiva para entonar sus propios sentires. Lo que canta Joan Manuel Serrat Teresa tiene el sello indeleble de Serrat Teresa.

El ángel de Serrat se pasea de manera natural por cada fase de su vida, cuando recuerda el canto de su madre haciendo las camas, en los tiempos en los que en España se solía cantar –dice el poeta en el homenaje a Lola Flores, un año antes de su partida en 1995– en el taller, en los andamios, en los patios. Cuando yo era pequeño mi madre cantaba una copla, que yo la fui repitiendo durante toda la vida y no dejaba jamás de cantarla.

Tal vez llegará el día, Juanito –me dijo mi madre un día–, en que te toque devolver esa copla a quien la cantó. Modestamente, Lola –dijo dirigiéndose a ella con ternura–, yo hoy quiero devolverte esa copla. Lo que sigue después es la más conmovedora e inolvidable interpretación de Ay pena, penita pena.

Si en el firmamento / poder yo tuviera / esta noche negra / lo mismo que un pozo / con un cuchillito / cortaría los hierros / de tu calabozo.

Si yo fuera reina de la luz del día / del viento y del mar / cordeles de esclava / yo me ceñiría por tu libertad.

Ay pena, penita, pena / pena de mi corazón / que me corre por las venas, pena / con la fuerza de un ciclón…

La mirada del poeta mientras la recitaba brillaba conmovida al fulgor de las lágrimas de esa icónica figura femenina que, simultáneamente, le devolvía la imagen amada de su madre cuando niño, y nos regalaba a nosotros, público, un poco de la nostalgia que cada uno revive a su modo, por la amada bailaora y cantaora que escribió en los cincuenta del siglo XX, una página en letras doradas del arte popular español. 

Nace un poeta catalán, en Barcelona

Joan Manuel Serrat nació y creció en el barrio Pueblo Seco en la provincia de Barcelona, en la antesala del día de los inocentes, un 27 de diciembre de 1943. Hijo de un dirigente anarquista obrero español de nombre José Serrat y de Ángeles Teresa, originaria de Belchite en Zaragoza.

Sus primeras canciones de éxito serían en catalán, por lo que se le reconoce como uno de los pioneros de lo que se denominó el Nova Cançó  y fue miembro del grupo Els Setze Jutges –ingresó como el decimotercero de los dieciséis–, un grupo de cantantes en lengua catalana que tenía como referente la canción francesa, con exponentes como Jacques Brel, Georges Brassens y Léo Ferré, entre otros, que defendieron la lengua catalana durante la dictadura franquista.

Serrat llevó y difundió, como pocos, la lengua catalana a todos los rincones de España, además de introducirla en América Latina, haciéndola de interés, llamativa y agradable a oídos de quienes nunca la habían escuchado con atención, como dijera un periodista español, antes de que los otros aprendieran a echar sal en los surcos que el poeta aró.

Aunque me reconfirmo catalán, soy mestizo; y, por mi origen, escribir y cantar en castellano es también una manera natural de expresarme a la que no estoy dispuesto a renunciar, de la misma forma que jamás pensé en dejar de escribir y cantar en catalán. Si alguna vez alguien me preguntó en cuál de las dos lenguas me expreso mejor, mi respuesta fue que siempre me expreso mejor en la que me prohíban.

Los primeros discos en castellano 

En 1968 aparecieron sus primeras canciones en español que serían recogidas en el LP La Paloma al año siguiente, en 1969. Para mí, un adelanto de lo que sería su disco –después de Mi niñez en 1970– más emblemático, difundido y querido de toda su carrera artística, que tituló Mediterráneo en 1971, y que los años convertirían en un himno.

Mediterráneo y las canciones incluidas en ese LP constituyen un repertorio poético que, estoy seguro, todos los que éramos jóvenes en ese entonces en el mundo de habla hispana aprendimos y recitamos de memoria con más placer y alegría que todas las clases aburridas de historia y los teoremas y las fórmulas de física que recibimos en el bachillerato: 

Aquellas pequeñas cosas, La mujer que yo quiero, Pueblo Blanco, Tío Alberto, Qué va a ser de ti, Lucía, Vagabundear, Barquito de papel y Vencido fueron tarareadas, cantadas o recitadas al aire libre junto a una fogata o en fiestas de fin de año a capela o acompañados de una guitarra.

Dice el refrán que quien canta su mal espanta. Cantando conjuras –escribe el poeta– los demonios y conviertes los sueños en realidades. Las canciones viven en la memoria de la gente, viajan y nos transportan a tiempos y lugares, tal cual Barquito de papel, que nos recrea y recuerda las tardes en que copetudos y planchaditos, infantes, íbamos a clases y de regreso con el papel cuadriculado, el más duradero, nos escapábamos al puerto imaginario a lanzar nuestra embarcación a navegar por el mundo, felices de país en país, entre la escuela y la casa. 

Algunas canciones-dice-, son personales e intransferibles, ni tan intransferibles –pienso– pues todo poema después que se escribe no nos pertenece y cada quien lo interpreta a su manera y eso es el arte.

Me imagino las inspiradas por alguno de los muchos amores de juventud, a quien le debe aquellas pequeñas cosas que uno se cree que mató el tiempo y la ausencia, una de las canciones más cortas y más tiernas de todo su repertorio musical. Un tema que desde que brotan los primeros acordes de la guitarra, desde siempre, me ha sido imposible evitar las lágrimas, pues siento que viejos amores se están desvaneciendo en el mundo.

Una poesía para exaltar el amor y la condición humana

Toda la poesía de Serrat desprende notas aromáticas de bellas alegorías que a su paso van dejando fragancias dulces y tiernas de la niñez, los arrebatos de la ira amorosa del narciso y la excitación del joven enhiesto, arrogante, seductor y bifronte, que desafía y vence temporalmente al tiempo y a su temeroso linaje de guerrero invencible. Serrat exalta sabiamente el único tramo de la vida en que los humanos enamorados de utopías, con puro arrojo e inocencia, doblegamos por única vez a la muerte.

Todo el mundo tiene una banda sonora –dice el poeta– y todos tenemos nuestra canción. Esa canción que se hilvana en la entretela del alma y que uno acaba amando como se ama a sí mismo.

En Serrat, siento, que tres tiempos resaltan para siempre en su obra musical. El primer tramo donde canta al niño que fuimos, a narciso y a la adolescencia y sus dilemas, y al joven que sueña y aún no está comprometido y vive intensamente.   

El segundo tramo, donde le canta a España e interpreta lo que más le duele de su poesía y su tierra para el mundo: Antonio Machado y Miguel Hernández. Es la temática que más toca su sentir español y su amor por la tradición y por los valores de respeto a la condición humana y a las ideas de libertad e igualdad.

Y un tercero, para mayores, que ahora somos; donde ya es papá que cuida esos locos bajitos; ciudadano que espera optimistamente de todos los días un gran día, al lado de su gran amor Candela Tiffon, pero que de vez en cuando evoca una de piratas; y, tiene algo muy personal con los políticos, como lo canta en sus LP, 1978 y En tránsito.

Una niñez feliz, y una adolescencia y juventud para vivir

Chesterton decía que lo maravilloso de la infancia, es que cualquier cosa es en ella una maravilla, como el gato peludo, funámbulo y necio que esperaba a Serrat en los alambres del patio a la vuelta del colegio. O el bello jinete que se paseaba sobre una patineta burlando cada esquina como una golondrina, sin nada que olvidar, de cara al mar.

Sin duda, Joan Manuel fue como muchos niños del mundo, un ser ingenioso y alegre que armó sus barquitos de papel y los lanzaba a navegar en un estanque como si fuera un mar plagado de piratas y armadas enemigas y siempre ganaba las batallas por más insignificante que fuera su embarcación. Y sin duda, aun en dictadura, supo ser feliz.

Un tiempo de rebeliones y rebeldes

Serrat y su poesía musicada llegan en un momento en que, después de la Segunda Guerra, prospera y crece una clase media al ritmo del progreso de la sociedad del libre intercambio y la democracia liberal se consolida en buena parte del mundo y comienza a gestarse en España. 

Clase media partidaria de la paz, de la igualdad de la mujer, antirracista, partidaria del amor libre, enamorada de la poesía, de la naturaleza, soñadora, irreverente, amante de la libertad, de la justicia, de la inteligencia y renuente a la idiotez y al autoritarismo.

Los movimientos juveniles hacen eclosión en Estados Unidos y Francia, la Rebelión de los sesenta y el mayo francés, y en América Latina, la revolución cubana se convierte en una referencia “heroica y liberadora“, especialmente para la juventud.

Era una clase media rebelde y contestona que se enfrentaba a la autoridad, por edad y por convicción. Era la época de narciso que soñaba con irse de casa, aunque después no encontrara pretextos para volver. 

Se enamoraba y los padres se reían, porque sabían que con esa no se casaría, pues tiene muchos defectos dice mi madre y demasiados huesos dice mi padre, pobre Juanito, y ahí nace toda la fuerza contagiante del deseo de Poema de amor, el delicioso despecho de Lucía, los deseos de Vagabundear, los aplausos al bohemio Tío Alberto y los desafíos a la suegra de costumbres decadentes de Señora.

Esta faceta, para mí la más fascinante, excitante y placentera de toda su creación, es la que menos arrastra obligaciones. Faceta de dolores y amores pasajeros, de alegrías constantes y fiestas permanentes, de fracasos ocasionales, pequeños percances y simpáticas y divertidas anécdotas para evocar con deleite de la memoria ya después adultos. 

Mediterráneo será uno de sus himnos más celebrados y aquí, con esta canción, demostrará su talante español y universal. Su devoción por su tierra y por ese mar que Isidoro de Sevilla en el siglo VI bautizó por primera vez con el nombre propio que proviene del latín medi-terraneum, que significa en medio de la tierra. 

La historia de las canciones es muy simple; la mayoría, por motivos del azar, pegan en el corazón de la gente por razones tan enigmáticas como baladíes y se hacen imperecederas en la memoria. 

Cuenta el poeta que, estando en México durante unas semanas, después de una gira por América Latina, sintió nostalgia de su mar y se fue a un lago y se hizo la idea de que estaba en su tierra frente a sus aguas y de allí nació Mediterráneo, esa canción emblemática que se sembró en el alma de su público.

Un homenaje a Antonio Machado y a Miguel Hernández

Joan Manuel no solo es poeta y sus composiciones son hermosas piezas de colección sobre los sentimientos y las emociones humanas, sino que las transmite con el alma. Supo capturar lo mejor de la tradición poética española cuando seleccionó para cantar los poemas de Antonio Machado y Miguel Hernández, y lo hizo, confiesa, porque me pareció poesía bella e inteligente. 

Antonio Machado, filósofo y poeta sevillano (1875-1939), el más representativo de la generación del 98. Inicialmente modernista, evolucionó hacia el intimismo simbolista con rasgos románticos. Peregrino sorprendido que asiste al espectáculo de la vida como un espectador ansioso de ver y comprender. Instalado en su soledad, piensa y siente. Se coloca a suficiente distancia del mundo como si fuera un extraño, de allí que en su obra todo está representado como algo lejano, con la nostalgia del recuerdo, a decir de la poetisa Lilia Boscán de Lombardi.

De Miguel Hernández Gilabert, nacido en Orihuela (1910-1942) dirá el nobel Pablo Neruda: nos toca ahora sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como muestra de corazón purísimo ¡Darle la luz! Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz.

Joan Manuel Serrat logró, al musicar y hacer arreglos a la poesía de estos dos grandes poetas españoles, no solo transmitir la belleza de sus versos al gran público sino también popularizar en el mundo la poesía de calidad, al punto que el poeta confiesa que una de las satisfacciones más sentidas de su vida fue el día que recibió una carta firmada por los libreros de España, donde le decían que gracias a esos discos los libros de poesía habían comenzado a venderse como nunca antes.

Esos dos LP, el primero sobre Antonio Machado, producido en 1969 y el segundo sobre Miguel Hernández en 1972, se convirtieron en dos importantes éxitos de venta. El primero, contra los pronósticos pesimistas de los productores y para sorpresa de todos, superó en ventas al LP La Paloma.

Para mí, la versión interpretada de los dos poemas de Machado, Cantares y la Saeta, pasarán a la historia al igual que Las nanas de la Cebolla y Para la libertad de Hernández, como verdaderas joyas musicales para ser versionadas por las más representativas sinfónicas del mundo.

Creo que como canciones universales de protesta bien pensadas y para la reflexión inteligente: Pueblo Blanco, Fiesta y Algo muy personal, serán recordadas por el público en todas las épocas y por muy largo tiempo. Llegan al fondo porque empiezan una o dos generaciones y comienzan otras y lo que se describe en esas canciones en nada ha cambiado.

Un Serrat ciudadano de 1978 y En tránsito (1981)

Serrat creció como todos y aprendió que había que echar raíces, fundar familia, contraer deberes y derechos al llegar a la adultez, camino a los cuarenta había que reinventarse. Y el Serrat de Titiritero, de Vagabundear, de Tu nombre me sabe a hierba y de Penélope, con la que ganó el IV Festival de la Canción Popular de Rio de Janeiro, tenía que sentar cabeza.

Sus canciones tendrán la misma magia, el mismo encanto, pero serán las de un hombre más reposado y reflexivo capaz de sentarse en una mesa en un salón a exponer sus puntos de vista. Antes, sus canciones se podían interpretar a la libre y en distintas direcciones, la libertad sin compromisos era su signo. Ahora toca justificarse y justificar. 

En el LP 1978, inmortalizará el título más noble que pueda ostentar un ser humano en una sociedad organizada, el de Ciudadano, que así le canta el poeta, siempre con acento critico:

Anónimos y desterrados / en el ruidoso tumulto callejero, / con los vientos en contra va el ciudadano / los bolsillos temblando y el alma en cuero / rotos y desarraigados.

Hablando a gritos golpeando / los adjetivos precipitadamente, / asfixiado en los humos y en las gestiones, / se cruzan y entrecruzan, sordos e indiferentes / a salvo en sus caparazones…

Hijos predilectos, / científicos admirados / tiernos poetas galardonados, / intermediarios, ciempiés, / políticos de salón, / y nueve de cada diez, estrellas, no son. 

Su malestar contra la indecencia política se hace presente En tránsito en Algo muy personal: Probablemente en su pueblo se les recuerda / como cachorros de buenas personas / que hurtaban flores para regalar a su mamá / y daban de comer a las palomas…

Ahora son:

Hombres de paja que usan la colonia y el honor, / para ocultar oscuras intenciones, / tienen doble vida, son sicarios del mal / entre esos tipos y yo hay algo personal.

Sus otras dos canciones para la historia son Esos locos bajitos, una verdadera clase de pedagogía infantil para adultos, para ser cantada con sentimiento en familia, y la optimista y alegre Hoy puede ser un gran día, hermoso himno para salir a caminar en la mañana, cuando comienza la primavera o cuando estamos a la espera de un sí o un no, en asuntos de amor o de negocios.

Reflexiones finales

Joan Manuel seguirá cosechando éxitos musicales, reconocimientos y admiradores hasta hacerse octogenario el próximo 27 de diciembre y después de haber recibido innumerables reconocimientos y Doctorados Honoris Causa.

En un uno de sus discursos, de los muchos que le ha tocado pronunciar, nos confirma una visión de hombre de Estado, un ciudadano expresión de la sociedad civil, a la altura de las duras exigencias de nuestro tiempo: 

Miren, soy, como todos ustedes, fruto del tiempo y del mundo que me tocó vivir. Un tiempo de confusión y angustia, de soledad, de falta de referentes, en donde los jóvenes se sienten engañados y los adultos traicionados, y donde más que nunca nos necesitamos unos a otros, porque todos somos importantes.

En este peregrinaje de la raza humana no todos los avances llevan las mejores condiciones, porque las nuevas tecnologías si bien son un recurso fundamental, también deben tener sus limitaciones y no todo debe supeditarse a ellas, porque lo humano, lo moral, lo ético deben imponer el equilibrio.

En los últimos años ha sido extraordinario el desarrollo tecnológico y científico que hemos enfrentado, pero en paralelo se ha hecho muy manifiesta la pérdida de valores morales. Se han producido daños irreversibles a la naturaleza… y es vergonzosa la corrupción que desde el poder se ha filtrado a toda la sociedad. Más que una crisis económica, diría que estamos atravesando una crisis de modelo de vida y, sin embargo, sorprende el conformismo con el que la mayor parte de la sociedad la contempla como si se tratara de una pesadilla de la que tarde o temprano despertaremos.

Joan Manuel Serrat Teresa es un poeta y músico grande, un ciudadano del mundo referente para las generaciones por venir y un ser humano excepcional, a quien amo y respeto tanto, que me hizo aceptar a Sabina a quien no toleraba y ahora quiero. Hoy te evoco fraternalmente amigo:  Si por algo vale la pena vivir, es para querer y ser querido. Tú lo lograste Juanito, como un bienaventurado, te diría tu madre.

León Sarcos, octubre 2023