Ronald Reagan, el “gran comunicador” y cruzado conservador que aceleró el final de la Guerra Fría

Ronald Reagan, el “gran comunicador” y cruzado conservador que aceleró el final de la Guerra Fría

Ronald Reagan junto a Gerald Ford y George H.W. Bush. El 4 de noviembre de 1980ganó la elección presidencial y llegó a la Casa Blanca (AP Photo, File)

 

Llegó con la esperanza de un cambio. Un viento huracanado de cambio. ¿Hacia dónde? Eso importaba poco: la promesa era todo; sucede con ese tipo de promesas sesgadas por aquel dicho, un poco tonto, que decía que quien no cambia todo, no cambia nada. Cuando Ronald Reagan ganó las elecciones presidenciales, el 4 de noviembre de 1980, hace cuarenta y tres años, la sociedad americana vivía agobiada, insegura, turbada.

Por Infobae 





Los americanos todavía no habían superado ni la vergüenza del caso Watergate, ni la derrota militar en Vietnam, la larga guerra de una década que había terminado en 1975, cuando los sacudía una nueva humillación internacional: cincuenta y dos ciudadanos norteamericanos eran cautivos en la propia embajada de ese país en Teherán, rehenes de un grupo de jóvenes mujaidines que encarnaban el espíritu de la flamante revolución islámica que lideraba el ayatollah Ruhollah Khomeini. Aquel mundo cambiaba por horas.

El gobierno al que el nuevo presidente electo había derrotado, el del presidente James Carter, que fue mucho menos desastroso de lo que lo pintaron durante los ocho años de gobierno de Reagan, no sólo había sido incapaz de controlar, reducir, o anular la afrenta iraní, sino que había fracasado también en desplegar el legendario poderío guerrero americano: en abril de 1980, un intento de rescate de los rehenes había terminado en desastre en el desierto de Tabas, en medio de una tormenta de arena. En aquel mundo que cambiaba por horas, en diciembre de 1979 la Unión Soviética había invadido Afganistán para reinstaurar en el poder un gobierno afín a Moscú. Y en septiembre de 1980 el envalentonado Irán había invadido Irak para iniciar una larga guerra, como la de los soviéticos en Afganistán, que duraría casi una década.

Carter, que iba por la reelección, parecía incapaz de encarar una política exterior acorde con aquel mundo en guerra, peleaba en el plano interno con un monstruo de dos cabezas: la inflación y la desocupación. Reagan había basado su campaña en cómo derrotar a la inflación y cómo encarrilar la economía, más que en la agitada realidad mundial. El candidato vencedor había desplegado en la campaña todo su arsenal escénico, había sido actor en el Hollywood de los años 50; conservaba la buena presencia de sus años de galán, usaba un humor corrosivo y mordaz que esgrimía con una dicción perfecta y con una voz como rozada por un fino papel de lija que lo convirtieron, años después, en el “gran comunicador”, como lo celebró la sociedad estadounidense.

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