La historia del “vagón del armisticio”, donde los alemanes se rindieron ante los franceses y luego Hitler se los cobró “ojo por ojo”

La historia del “vagón del armisticio”, donde los alemanes se rindieron ante los franceses y luego Hitler se los cobró “ojo por ojo”

En “el vagón de Compiègne” se desarrollaron con diferencia de poco más de dos décadas dos episodios que marcaron a fuego los sangrientos enfrentamientos que Francia y Alemania tuvieron durante el siglo XX (Hulton-Deutsch Collection/CORBIS/Corbis via Getty Images)

 

De los actos conmemorativos del centenario de la finalización de la Primera Guerra Mundial, celebrados hace cinco años, queda el recuerdo de la impresionante ceremonia realizada en al Arco del Triunfo, con la presencia de Donald Trump, Vladimir Putin, Angela Merkel, Emanuel Macron y casi todos los jefes de Estado europeos, y también la cena de gala que tuvo lugar esa misma noche en el Museo de Orsay, con centenares de invitados.

Por infobae.com





Pero el hecho de mayor valor simbólico más potente de esa jornada del 11 de noviembre de 2018 fue mucho más discreto y tuvo como escenario un vagón de tren sobre las vías que se adentran en el Bosque de Compiègne, a unos 80 kilómetros de París.

Allí, los protagonistas exclusivos fueron el entonces presidente francés, Emanuel Macron, y la canciller alemana en ese momento, Angela Merkel, unidos para dar un mensaje de paz y mostrarle al mundo que la amistad entre Francia y Alemania se sostiene en un vínculo indestructible.

El vagón en cuestión, a decir verdad, era en realidad una réplica -el incierto destino del original se contará más adelante en esta nota-, pero el valor del gesto no perdió por eso una pizca de su fuerza. Porque allí, en “el vagón de Compiègne” -el nombre con que pasó a la Historia-, se desarrollaron con diferencia de poco más de dos décadas dos episodios que marcaron a fuego los sangrientos enfrentamientos que Francia y Alemania tuvieron durante el siglo XX.

En ese vagón, acompañados por representantes británicos, el 11 de noviembre de 1918, los altos mandos franceses impusieron a Alemania las condiciones del Armisticio para dar por terminada la Primera Guerra Mundial, y en ese mismo lugar, pero el 22 de junio de 1940, Adolf Hitler le impuso sus condiciones al mariscal Philippe Pétain para la rendición y la división de Francia.

Escenario de la consagración de dos victorias, y de otras tantas humillaciones, “el vagón del armisticio”, como también se lo llama, podría haber sido además la locación de un tercer episodio de las grandes contiendas bélicas del siglo pasado -el de la rendición alemana en 1945- si no hubiese sido destruido.

Un largo y algo retorcido recorrido por los rieles de la historia para un simple -aunque lujoso- vagón que nació para ser coche comedor de una línea de trenes.

Un simple coche restaurante

El CIWL 2419 -esa era su numeración- de la Compagnie Internationale des Wagons-Lits. fue construido en 1914 en Saint-Denis y utilizado como coche restaurante hasta agosto de 1918.

Los viejos menús de la línea ferroviaria dejan constancia que estaba destinado a un público de alto poder adquisitivo, capaz de pagar los no pocos francos que costaba sentarse a sus mesas para degustar ternera salteada o carne de res bourguignon en el trayecto que unía París con el selecto balneario de Deauville.

Fue así hasta agosto de 1918, cuando el comandante en jefe de las fuerzas francesas y aliadas, el mariscal Ferdinand Foch, lo hizo reacondicionar para convertirlo en su oficina ambulante. La guerra estaba por terminar y él necesitaba moverse de un lado a otro con su Estado Mayor.

Ése era su uso en noviembre de ese año, cuando los alemanes debieron rendirse ante las fuerzas aliadas en territorio francés. Lo lógico hubiese sido que las tratativas y la firma del cese del fuego se realizaran en el cuartel general francés del Frente Occidental, pero los franceses temieron que eso derivara en una masacre.

Senlis, la ciudad donde Foch tenía emplazado su comando, había sufrido un brutal ataque alemán. Sus habitantes fueron tomados como rehenes y su alcalde fue ejecutado en septiembre de 1914, antes de la primera Batalla del Marne. Hubiera podido pasar cualquier cosa si los pobladores veían llegar a una delegación alemana, por más que fuera para rendirse y firmar la paz. “Estaba totalmente descartado que los enviados plenipotenciarios alemanes fuesen a la ciudad”, suele explicar a los visitantes el curador del Museo del Armisticio, Bernard Letemps.

Se decidió entonces que el vagón-oficina estacionado en un bosque cercano a Compiègne era el sitio ideal: un lugar aislado, sin posibles intrusos, que además de seguridad permitiera hacer las cosas con discreción, como pretendía Foch.

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