En 2009, un joven de 22 años ingresó al servicio de ortopedia de un hospital de Londres para un reemplazo de cadera. En su historia clínica figuraba que tenía diabetes insípida (DI). Producto de la confusión generada por el nombre de la enfermedad, el personal que lo trataba controlaba su glucosa, que se encontraba en valores normales. Es que ese no era su problema. “Tengo mucha sed y no me dan nada de beber”. A las 48 horas, murió.
Por Clarín
El forense que investigó el caso concluyó que la muerte se había producido por “deshidratación provocada por negligencia”. Pese a que se encontraba correctamente documentada, el paciente no había recibido tratamiento para su diabetes insípida.
Ni los médicos, ni las enfermeras, ni los farmacéuticos de la sala de ortopedia entendían la complejidad de la condición médica que afrontaba: la habían confundido con la diabetes mellitus, la afección crónica que eleva los niveles de glucosa en sangre y que es muy frecuente.
La tragedia de este muchacho, sumado a un nada despreciable número de incidentes en la atención de personas con diabetes insípida, motivó a un grupo de trabajo internacional conformado por especialistas en endocrinología a impulsar su cambio de nombre por los de deficiencia o déficit de arginina vasopresina (AVP-D) y resistencia a la arginina vasopresina (AVP-R), con el objetivo de evitar confusiones que, entre otras cosas, puedan derivar en casos fatales.
“El déficit de arginina vasopresina es una entidad poco frecuente y por lo tanto poco conocida fuera del ámbito de la endocrinología”, dijo la médica endocrinóloga Marcela Martínez, del Servicio de Endocrinología y Diabetes del Hospital Dr. César Milstein y de la Unidad Metabólica de la Fundación Favaloro.
Y afirmó que el cambio de nomenclatura “es una estrategia importante para beneficiar a los pacientes que la padecen, para alertar a los médicos no especialistas y así permitir adecuar el tratamiento y tomar las medidas pertinentes ante situaciones en la que los pacientes requieran asistencia”.
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