La historia de la mujer que demandó a McDonald’s por un café en Nuevo México y ganó una fortuna

La historia de la mujer que demandó a McDonald’s por un café en Nuevo México y ganó una fortuna

Stella Liebeck. La mujer que ganó millones por un café caliente. Imagen

 

En 1992 Stella Liebeck pidió una taza de café recién hecho en un autoservicio de McDonald’s, en Albuquerque, Estados Unidos. Su nieto, que conducía, se detuvo en el estacionamiento para que ella pudiera ponerle la crema y el azúcar a la infusión sin sospechar lo que sucedería segundo después.

Por Clarín 





Al no haber portavasos, Liebeck apoyó la taza entre las rodillas, pero derramó el café, sufrió quemaduras de tercer grado, demandó a McDonald´s y más tarde le concedieron casi 2,9 millones de dólares por daños y perjuicios, unos 5 millones en dinero actual.

El caso se convirtió en un ejemplo de litigios de consumidores frente a las grandes corporaciones. De hecho, décadas después de que Liebeck resolviera su caso, las demandas por el café caliente de McDonald’s siguen llegando a los tribunales de todo el mundo.

Las bebidas calientes en los juicios de los consumidores

En el caso de Liebeck, algunos argumentaron que ella era la responsable porque, en primer lugar, no debería haber equilibrado el café.

Otros vieron la demanda como una justificada lucha de David contra Goliat, es decir, una jubilada contra una de las cadenas de comida rápida más conocidas del mundo.

Finalmente los tribunales consideraron que McDonald’s tenía la mayor parte de la responsabilidad por servir un café demasiado caliente. Más tarde, un juez redujo la indemnización de Liebeck. De todos modos, la cifra fue millonaria.

Liebeck necesitó numerosos injertos de piel y cirugía para tratar las quemaduras que cubrían el 16% de su cuerpo. Murió una década después de llegar a un acuerdo.

A lo largo de los años han surgido otras demandas relacionadas con las bebidas calientes. Una mujer de Surrey, en Columbia Británica, también Estados Unidos, demandó a McDonald’s tras un derrame de café en un autoservicio en 2011.

Lea más en Clarín