Es sabido que el malthusianismo no consideró el incremento de la productividad alimenticia, pero además es de poco rigor considerar el dato demográfico global, porque el hambre, como la riqueza, están sujetos a su distribución geográfica. Así encontramos que, en algunos territorios, lejos del crecimiento humano, es la despoblación el asunto clave. Concretamente, en países de la Unión Europea que centran hoy su atención en cómo estimular la tasa de nacimientos hoy declinante. Suecia, Alemania, Hungría, Francia, se cuentan entre los que ponen mayor atención al asunto.
Entre los factores que alientan la baja fecundidad, se identifican: la creciente tendencia al celibato, la maternidad tardía, atenuación de la idea de que la procreación es central al propósito de toda familia y, de modo generalizado, el asociar la intención de un nuevo nacimiento a la certeza de un mejor porvenir económico para el grupo familiar.
Los gobiernos despliegan incentivos de todo orden para estimular la fecundidad: asignaciones monetarias por nuevos hijos, estímulos fiscales, garantía del cuidado de infantes, permisos posnatales muy bien remunerados, fecundación y alumbramiento gratuitos, créditos inmobiliarios especiales, entre otros.
Por supuesto, una preocupación bien distante de la que aflige a países del Sur Global, parte de cuyo excedente poblacional se aventura a la mar buscando un espacio en la Europa que se despuebla.