Dos peligrosos miembros del Comando Vermelho huyeron de una cárcel de máxima seguridad en Brasil

Dos peligrosos miembros del Comando Vermelho huyeron de una cárcel de máxima seguridad en Brasil

Los dos hombres pertenecen al Comando Vermelho, el mayor grupo criminal de Brasil

 

Deibson Cabral Nascimento Rogério da Silva Mendonça, vinculados al Comando Vermelho (CV), el mayor grupo criminal de Brasil, huyeron este miércoles de la cárcel de máxima seguridad de Mossoró, en el estado de Río Grande del Norte, en la que es la primera fuga de la historia del sistema penitenciario federal.

Los dos se encontraban en esta prisión desde septiembre de 2027, una vez fueron trasladados hasta ahí tras participar en un intento de motín en otra cárcel de máxima seguridad situada en Rio Branco, una localidad del estado de Acre, de donde ambos son originarios, detallan los medios brasileños.





Se trata de la primera fuga del sistema penitenciario federal, que cuenta con cinco presidios de máxima seguridad. No es el caso de las cárceles estatales, donde se han registrado fugas y enfrentamientos con consecuencias mortales.

Deibson, alias ‘Tatu’, tiene una treintena de procesos judiciales abiertos, entre ellos por robo, tráfico de drogas y organización criminal, mientras que Mendonça arrastra cargos por homicidio, robo y violencia doméstica. Estaba previsto que permanecieran en esta cárcel hasta el 25 de septiembre de 2025.

La decisión de enviarlos a ambos y a doce presos más al sistema penitenciario federal fue tomada por el gobierno de Acre después de una motín en la prisión Antônio Amaro Alves que dejó cinco reclusos muertos, en julio de 2023. Tanto Deibson Nascimento como Rogério Mendonça estuvieron involucrados en los hechos de violencia en el penal.

El plazo para que ambos permanezcan en el cárcel de máxima seguridad, bajo el Régimen Disciplinario Diferenciado (RDD), es de dos años.

La prisión federal de Mossoró alberga a otros líderes del CV, como Fernandinho Beira-Mar. El narcotraficante, que se encontraba en la prisión federal de Campo Grande, fue trasladado el mes pasado a la prisión de Rio Grande do Norte.

Inaugurada en 2009, la prisión federal de Mossoró es la única en el Nordeste y una de las cinco unidades penitenciarias federales del país. Con 13 mil metros cuadrados, el lugar alberga a más de 200 reclusos y no tenía registro de fugas.

Comando Vermelho

El CV nació en la cárcel (ya desmontada) de Ilha Grande (Isla Grande) en Río de Janeiro en los años 70, cuando delincuentes comunes convivieron en ese presidio junto a presos políticos, muchos de ellos procedentes de las guerrillas de aquel tiempo. De allí, probablemente, el nombre de “vermelho” (o sea, rojo). Al salir del penal, cuyas ruinas hoy pueden ser visitadas, comenzaron con robos a instituciones bancarias y joyerías. Luego entrarían en el negocio de las drogas.

Brasil tiene un enemigo al que cada vez le cuesta más contener. Se llama crimen organizado y controla siempre más personas, drogas y armas. Lo dicen una serie de datos e informes que han salido a la luz recientemente y que fotografían una realidad oscura a la que el país aún no es capaz de dar una respuesta adecuada. Tanto el Primero Comando de la Capital (PCC) como el CV, los dos principales grupos criminales de Brasil, avanzan ahora en las cárceles del país, pero no son los únicos.

Un informe del Ministerio de Justicia revelado por el diario Folha de São Paulo registra al menos setenta facciones criminales que controlan gran parte del sistema penitenciario brasileño. El Comando Vermelho, según el informe, está presente en 21 prisiones, seis más que el año pasado. En cambio, el PCC está presente en 23 cárceles, dos más que en 2022. Sin embargo, el CV es más difícil de controlar porque no está tan organizado como el Primero Comando de la Capital, que nació en 1993 en la prisión de Taubaté, en el estado de San Pablo, y que lleva sus propias contabilidad tanto en número de afiliados como de armas en su poder. La expansión de los grupos criminales en el control de las prisiones es un fenómeno preocupante porque transforma lugares que deberían ser centros de rehabilitación en plataformas del crimen que desde allí gestionan y controlan las guerras y el tráfico en el país sudamericano.

Con información de Europa Press