The Economist: El hambre de poder de Xi Jinping perjudica a la economía china

The Economist: El hambre de poder de Xi Jinping perjudica a la economía china

El jefe del régimen chino, Xi Jinping, asiste a la sesión inaugural de la Asamblea Popular Nacional (APN) en el Gran Salón del Pueblo de Beijing, China, el 5 de marzo de 2024 (Reuters)

 

 

 





A medida que el sistema político chino se vuelve cada vez más cerrado, los actos públicos siguen siendo una de las pocas ventanas a la toma de decisiones. La reunión anual más importante de este tipo, la del Parlamento, se está celebrando en Beijing. Los principales líderes y miles de delegados asistirán durante una semana. De momento, las señales no son tranquilizadoras. Sugieren que China carece de un plan sólido para hacer frente a su depresión económica y que algunos de sus objetivos se están alejando de la realidad. El poder se concentra aún más en manos del Presidente Xi Jinping.

Empecemos por la economía. En un discurso ante la Asamblea, el Primer Ministro chino, Li Qiang, desveló un objetivo de crecimiento del PIB en torno al 5% para 2024. También expuso un plan a largo plazo bajo el lema “nuevas fuerzas productivas”. Se trata de pasar de un sector inmobiliario inflado, una inversión financiada con deuda y una fabricación básica a industrias de alta productividad, como la energía verde, la inteligencia artificial y los servicios digitales. En un guiño a la disminución de la población, China “mejorará las políticas para impulsar las tasas de natalidad”. Los gobernantes chinos creen que han sido adecuadamente duros con la crisis inmobiliaria, disciplinados a la hora de responder a la ralentización y que tienen una visión coherente.

Pero si se mira más de cerca, el panorama se desmorona. El objetivo del 5% está por encima de la previsión media del 4,6%. Para alcanzarlo, China necesita más estímulos. Sin embargo, el objetivo de déficit fiscal del 3% para 2024, que se incrementará con la emisión de bonos a largo plazo por un valor aproximado del 0,8% del PIB y otros fondos extrapresupuestarios, es demasiado pequeño (sobre todo porque las previsiones del Gobierno sobre la venta de terrenos siguen siendo demasiado optimistas). El Sr. Li también fijó un límite máximo de facto para la inflación del 3%, en línea con la práctica de los últimos 15 años. Pero, a diferencia de antes, China se enfrenta ahora a una crisis deflacionista: los precios al consumo cayeron un 0,8% interanual en enero. China solía fijar objetivos y cumplirlos. Ahora están semidesvinculados del mundo real.

Para revitalizar su economía, China necesita aprovechar el sector privado. Las inversiones privadas representan la mitad del total nacional, pero cayeron un 0,4% en 2023, en gran parte debido al desplome del sector inmobiliario. Li habló de innovación y de “trato nacional” a las empresas extranjeras. Pero los empresarios no se sienten queridos, a lo que hay que añadir la inestabilidad de la normativa y la paranoia oficial en materia de seguridad. La inversión multinacional está en su nivel más bajo en 30 años. El descuento de valoración de las acciones chinas respecto a las estadounidenses ha alcanzado el 54%, una de las peores cifras desde la década de 1990, en un signo de desilusión entre los inversores locales y extranjeros.

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