Alfredo Maldonado: Lloriqueos latinoamericanos

Alfredo Maldonado: Lloriqueos latinoamericanos

Recomienda el anciano Luiz Inazio “Lula” da Silva, veterano pero no necesariamente instruido Presidente de Brasil, a nuestra mucho más joven y formada dirigente María Corina Machado que deje de lloriquear. Ésa es la patética interpretación que de sus denuncias y compromisos hace da Silva, envejecido y desgastado llorón mayor, eficiente dirigente sindical en el pasado, inocuo Presidente en la actualidad.

Que no lo hace la señora Machado aunque tendría motivos para hacerlo en un país que la decadencia de sus partidos primero, el desorden chavista después, el entusiasmo popular por un Hugo Chávez que fracasó como militar insurgente pero venció como político fantasioso, el castrochavismo luego cuando Chávez se deslumbró por el encanto programado de un Fidel Castro que se gastó en guerras remotas e insurgencias pero no en alimentar a su pueblo los dólares que Moscú le regaló por años nada más que por tener un pie comunista en el mundo estadounidense, por un Chávez que inventó la ruina de una Venezuela compleja pero próspera y encima se murió de cáncer creyendo en una arruinada medicina castrocubana y nos dejó de herencia a un Nicolás Maduro, tosco aparatchick y nada eficiente gobernante.

Como venezolana de buena familia tradicional, María Corina Machado podría llorar por la creciente decadencia venezolana en los últimos veinticinco años pero no lo hace, sonríe, pone la cara y abre caminos a la esperanza, a diferencia de un Lula da Silva envejecido, decadente, que camina gracias al recuerdo con voz rasgada de viejas glorias ya superadas, y a los errores de Jair Bolsonaro.





También podrían llorar los mexicanos porque miles de latinoamericanos usan ese país sólo como ruta hacia Estados Unidos pero no vinculan con él su futuro porque México es extenso en territorio, pródigo en pasados revoltosos y flotando entre lo que sus amos detestados les dejen hacer sin tener que hablar inglés, el México del partido del Presidente López Obrador también llegó al poder por el derrumbe y la corrupción de los tradicionales y va haciendo un México que flota demasiado en el mundo de la vecindad del Chavo y la soledad de Cantinflas. México no sería México sin la frontera con el norte.

Y podrían llorar los centroamericanos porque nada han producido excepto golpes de estado y la distorsión de los Ortega que ayudaron a echar a los extranjeros que sembraban frutas, y una tiranía democrática en El Salvador que, al menos, ha encarcelado a la delincuencia. Y Panamá, claro, que nada sería sin el Canal que le construyeron los estadounidenses después del fracaso francés.

Lloran ahora los colombianos porque eligieron al populista equivocado, pero les queda al menos el pañuelo de un pueblo esforzado y trabajador y unas fuerzas militares que no han derrotado, pero contienen, al terrorismo narcotraficante. Los ecuatorianos y peruanos ni lloran ni rien, a ver qué hacen sus políticos, a ver si son capaces de destruir economías que marchan por su cuenta.

Llora Bolivia porque pendulea entre Evo Morales y sus ficciones, y nada, Bolivia no cuenta y solo es el resultado de un capricho histórico que dos venezolanos mas o menos manejaron hace dos siglos, alguna ilusión de posibilidades se mantiene en Santa Cruz, en La Paz no se puede ni respirar.

Uruguay sigue ejerciendo como centro educado y bien cuidado, Paraguay busca ese camino aunque apretado entre Uruguay, Bolivia y Brasil, mientras los argentinos guardan los pañuelos esperando a ver si, tras decenas de años de populismo y corrupción entre políticos y militares, Milei logra algo. Y Chile llora silenciosamente a conciencia de que se equivocaron de Presidente.

Latinoamérica llora mientras Cuba sigue en su ya vieja costumbre de morirse de hambre, el castrocomunismo sólo ha logrado arruinar al que fuera una de las más exitosas naciones de Hispanoamérica y la hereda un formado por el comunismo que tampoco sabe qué hacer.

Y Venezuela, bueno, tenemos la esperanza de que María Corina Machado sea mejor que el castromadurismo y al menos hemos logrado ser eficientes en el empresariado del delito, la mejor muestra, dicen, es el Tren de Aragua que roba, extorsiona, trafica desde la Patagonia hasta Chicago.

Algo es algo.