Las heridas del atentado del 11-M en España siguen abiertas para las víctimas latinoamericanas

Las heridas del atentado del 11-M en España siguen abiertas para las víctimas latinoamericanas

El ecuatoriano Hernán Sánchez no olvidará nunca aquel día. Fue víctima del peor atentado ocurrido en España, en el que murieron 192 personas y alrededor de 2.000 resultaron heridas. Trabajaba sin contrato en Madrid instalando placas de yeso y había subido al tren en la estación de Torrejón de Ardoz. Viajaba de pie en el momento que sintió cómo la onda expansiva le doblegaba el cuerpo. EFE/Fernando Gimeno

 

Manuel Romero tiene el cuerpo y la cara llenos de cicatrices provocadas por el atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid, pero las marcas que no se ven son las más dolorosas, asegura este peruano de cincuenta años de edad que reside en España desde hace veintidós.

“Aquel día marcó mi vida para siempre, no he vuelto a levantar cabeza”, confiesa a EFE Romero, uno de los muchos latinoamericanos que salieron vivos, pero no ilesos, de aquel atroz suceso.





“Me despierto a medianoche con las imágenes de los muertos y la avalancha de personas pasando por encima de mí en su desesperado intento de salir de la estación ferroviaria. No he vuelto a dormir bien nunca más”, desvela veinte años después de ser víctima del peor atentado ocurrido en España, en el que murieron 192 personas y alrededor de 2.000 resultaron heridas.

El ecuatoriano Hernán Sánchez tampoco olvidará nunca aquel día. Trabajaba sin contrato en Madrid instalando placas de yeso y había subido al tren en la estación de Torrejón de Ardoz. Viajaba de pie en el momento que sintió cómo la onda expansiva le doblegaba el cuerpo.

Los cuerpos de las víctimas son evacuados tras la explosión de un tren en la estación de Atocha, en Madrid, el 11 de marzo de 2004. – España conmemora el 20º aniversario del atentado que causó cerca de 200 víctimas mortales, reivindicado por “al Qaeda en Europa” “como castigo por la implicación de España en la guerra de Irak. Durante la hora punta de la mañana del 11 de marzo de 2004, diez bombas explotaron casi simultáneamente en los trenes de cercanías de Madrid, matando a 192 personas e hiriendo a casi 2.000. (Foto de Christophe SIMON / AFP)

 

Vidas arruinadas

“A mí me arruinó la vida”, comenta a EFE este hombre de 55 años en su humilde vivienda situada en el sur de Quito, ciudad a la que volvió en 2011 porque varios problemas de salud posteriores al atentado le dificultaban encontrar trabajo y no podía pagar la hipoteca de la casa en la que residía en Madrid.

Ambos cuentan que las secuelas se han ido incrementando. A Sánchez le diagnosticaron en un primer momento una leve pérdida de oído, pero con el paso del tiempo fue a más y ahora dice sentir zumbidos y pérdida repentina de audición, así como vértigos.

Le operaron dos veces de hernia discal y de cadera, lo que achaca en parte también a lo que él llama “el sacudón” que tuvo en el tren, pero lo que más le preocupa es un bulto que le apareció en la nuca y que le causa fuertes dolores de cabeza.

Romero también pasó varias veces por el quirófano por hernias, roturas y problemas de audición, pero lo más difícil de sobrellevar son las consecuencias psicológicas.

Los dos sienten también el peso de las dificultades económicas, porque, como buena parte de las víctimas latinoamericanas del atentado, tenían trabajos irregulares.

Romero era médico en un servicio público de salud, pero sus condiciones de trabajo eran precarias. Le contrataban por jornadas y el día del atentado no estaba ejerciendo porque había ido a tramitar una beca de estudios.

Manuel y Hernán se quedaron sin trabajo tras el atentado y ninguno obtuvo las prestaciones que le hubieran correspondido su hubieran estado correctamente contratados, lo que les obliga a malvivir con sendas pensiones de invalidez mínimas.

Los cuerpos de las víctimas son evacuados tras la explosión de un tren en la estación de Atocha, en Madrid, el 11 de marzo de 2004. – España conmemora el 20º aniversario del atentado que causó cerca de 200 víctimas mortales, reivindicado por “al Qaeda en Europa” “como castigo por la implicación de España en la guerra de Irak. Durante la hora punta de la mañana del 11 de marzo de 2004, diez bombas explotaron casi simultáneamente en los trenes de cercanías de Madrid, matando a 192 personas e hiriendo a casi 2.000. La onda expansiva provocada por los atentados terroristas (Foto de Christophe SIMON / AFP)

 

Victimas del atentado y de la precariedad laboral

“Todas las víctimas de una atentado tienen secuelas -aclara el asistente social de la Asociación 11M Afectados Terrorismo, Pedro Pérez- y algunos tienen graves dificultades para reincorporarse al mundo laboral”.

“En el caso de las víctimas latinoamericanas del 11M, muchos trabajaban en el sector de la limpieza o de la construcción, que es donde hay más economía sumergida”, añade.

“Son trabajos que requieren unas condiciones físicas que perdieron en el atentado, por eso muchos pasaron y siguen pasando por dificultades económicas, ya que, al trabajar en precario, no obtuvieron bajas laborales, sino pensiones mínimas que, hoy en día, con el problema de vivienda que hay en Madrid, son insuficientes para pagar un piso”, concluye.

Con el tiempo se han ido olvidando de nosotros

Por esta razón algunos volvieron a sus países de origen, como Hernán Sánchez, que se define como una “víctima invisible” de los atentados al reclamar hasta ahora sin éxito ayudas por las secuelas a largo plazo que afirma que le dejó este episodio.

“Yo no reniego de nada, pero entonces… ¿de qué me sirve ser español si me van a echar a un lado?, ¿será que a todos los españoles los echan a un lado cuando salen de su país?”, se cuestiona Sánchez.

“Aunque estemos fuera de España, seguimos siendo víctimas y seguimos con secuelas que cada vez se ponen más complicadas”, enfatizó este ecuatoriano nacionalizado español tras los atentados.

Romero también obtuvo la nacionalidad española por ser víctima del 11M y, aunque él se quedó en España, tampoco logró que le revisaran la primera valoración de lesiones y lamenta que las subvenciones que reciben las asociaciones donde le atienden sean cada vez menores.

“Al principio todo el mundo se volcó a ayudarnos -recuerda-, pero con el tiempo se han ido olvidando de nosotros, pero el viaje de las víctimas es largo y seguimos necesitando acompañamiento”.

EFE