Gerardo Lucas: El Hombre Bisagra

Gerardo Lucas: El Hombre Bisagra

En enero del 2010 Francisco Suniaga publicó su libro El Pasajero de Truman, donde relata un importante evento, hasta entonces poco conocido, sobre el papel que jugó el diplomático Diógenes Escalante, embajador de Venezuela en Washington, como el candidato de consenso para realizar la transición democrática entre el gobierno de Medina Angarita, heredero del gomecismo, y Acción Democrática, la fuerza emergente.

Por cosas del destino, Escalante, que después de 46 años de gobiernos militares encarnaba la posibilidad de un civil en la presidencia, no pudo jugar el papel. En la mañana del 2 de septiembre de 1945 en su habitación en el Hotel Ávila de Caracas, a pocos minutos de una reunión en Miraflores, con el presidente Medina Angarita, descubren que el hombre perdió la razón. Los esfuerzos por encontrar un sustituto de consenso en el empresario andino y Ministro de Agricultura, Ángel Biaginni, se vieron truncados al precipitarse el Golpe de Estado contra Medina, liderado por Carlos Delgado Chalbaud, Pérez Jiménez y otros oficiales de rangos medios, y con la participación activa de Acción Democrática.
Se repite la historia de un candidato de consenso para las presidenciales. Al diplomático, embajador Edmundo González Urrutia, un hombre parco y desconocido se le llama a jugar el papel de hombre bisagra, luego de que el gobierno vetara a María Corina como candidata, en representación de la oposición legitima, y luego, a su tocaya designada Corina Yonis. El consenso lo fragua el veterano político zuliano, Omar Barboza, secretario de la Plataforma Democrática Unitaria (PUD) cuando llega a un acuerdo con Manuel Rosales, y por ende con Maduro, y con María Corina.

Primer capítulo, aún faltan muchos. María Corina logra mantener viva la esperanza del cambio de gobierno por elecciones, y Maduro gana tiempo en un escenario de aparente legalidad y viabilidad, sabiendo que todavía tiene mucho terreno para sus vagabunderías, especialmente en el supuesto (¿negado?) que perdiera la elección, le quedaría un periodo de ocho meses como Presidente en Ejercicio y teniendo al otro como Presidente Electo, pero sin mando.





Esta sería la tercera oportunidad en que, en la política criolla, se utiliza el personaje bisagra. Esta fórmula resultó con éxito el caso del historiador adeco Ramon J Velásquez, que jugó el papel de presidente interino (junio 1993 y 1994), al salir (ilegítimamente) expulsado de la presidencia Carlos Andrés Pérez, por acuerdo de Alfaro Ucero (AD) y Caldera (COPEI) y con vicisitudes y la inminente debacle bancaria, Velásquez llegará al final del periodo constitucional entregando el poder a Caldera en enero de 1994.

Nadie puede adivinar el futuro. ¿Cuánto cabalgará el hombre bisagra? Está por verse.

Gerardo Lucas. Economista-Historiador/ gerardolucas.wordpress.com